Desarrollo urbano complejo del proyecto al plan territorial para vivir bien

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microambiente que se ha identificado demuestra la complejidad del territorio y el espectro de sus recursos. Es precisamente, la dinámica entre este entorno natural, con todo el potencial de sus recursos, y las sociedades que se desenvolvieron en él, la que generó estrategias productivas singulares en la trayectoria histórica de sus pobladores. III.1.4. Modelos equivalentes al espacio andino Modelo de la Cuaternidad (Martín Heidegger) Martín Heidegger en su ensayo “Construir, habitar, pensar” publicado el año 1951, ofrece una visión respecto a la arquitectura, fundamenta que la relación de medio y fin es un tanto imperfecta; para él, más adecuado sería decir que construir es ya, una forma de habitar. Esto es verdad a causa del “ser del producir”: solemos entender el “producir” como una actividad cuyas operaciones son seguidas por un resultado. Pero el ser del producir es otra cosa distinta: consiste, y Heidegger lo dice así, con un lenguaje abrupto, casi telegráfico, en un conducir y colocar delante. ¿A qué se refiere? ¿Qué es lo que ―de modo muy poco poético― ‘se pone delante’? Por lo pronto, aquello que al construir se anticipa como posible ingrediente de la casa habitable. Es decir: sus funciones, sus usos, sus partes. Gráfico N° 29: Modelo general de la Cuaternidad de Heidegger

Fuente: Elaboración propia con base en Heidegger, 1951

Pero no se trata sólo, de lo que hoy llamaríamos una “arquitectura funcional”. Heidegger, por decirlo en el lenguaje de Umberto Eco, distingue entre la función utilitaria de la arquitectura y la función simbólica. Hay muchas cosas en casa que no tienen carácter productivo: la privacidad, el rincón acogedor, el lugar vital, el espacio de recogimiento, el espacio familiar y el espacio sagrado. En cierta forma la casa es un lugar de encuentro: el de la vida humana con la tierra, el cielo y los demás mortales. Todo en casa habla este cuádruple lenguaje: la casa es el enclave donde dispongo de los frutos de la tierra y, al mismo tiempo, el lugar donde me resguardo de ella. Pero la casa también me hace sentir la presencia de la familia, la de Dios y la de mi propia soledad confrontada con el lenguaje de su forma, pues toda forma es un significante. La casa dice, induce, parece un ser viviente. A este conjunto Heidegger le llama “cuaternidad”. Heidegger liga la esencia del espacio a la experiencia del sujeto que está en el mundo. “El espacio del habitar no es un mero espacio geométrico sino existencial de arraigo, resultado de la percepción fenomenológica de los lugares y una construcción a partir de esta experiencia”. Las construcciones son cosas que a su manera conduce la “cuaternidad”: salvar la tierra, acoger el cielo, conducir a los mortales; esta cuádruple dirección es el ser simple de la habitación.

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