Como se adquiere el conocimiento de los mundos superiores

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mundo material, siendo afectado por ellos y afectándolos a su vez, así también el alma vive en un mundo superior, vida que persiste durante el sueño. Efectivamente, durante el sueño el alma se halla en plena actividad, si bien nada podemos saber de ésta en tanto no tengamos los órganos de la percepción espiritual que nos permiten observar durante el sueño lo que pasa en torno nuestro y lo que nosotros mismos estamos haciendo, en analogía a como durante el día observamos nuestro medio físico con nuestros sentidos ordinarios. Como se expuso en los capítulos precedentes, la disciplina oculta consiste en el desarrollo de tales órganos de la percepción espiritual. Ahora bien, si por la disciplina oculta se transforma la vida del estudiante durante el sueño tal como se ha descrito en el capítulo anterior, entonces será él capaz de darse cuenta cabal, mientras esté en tal estado, de lo que sucede en torno suyo; de orientarse a voluntad en su medio ambiente, tal como durante la vigilia encuentra su camino mediante las sentidos ordinarios. Es oportuno notar aquí que la percepción del medio sensible ordinario requiere un grado superior de clarividencia, lo que ya ha sido indicado en el capítulo precedente. En la fase inicial de su desarrollo, el discípulo sólo percibe cosas pertenecientes a otro mundo, sin que sea capaz de discernir su conexión con los objetos del mundo exterior. Estas características de la vida durante el sueño y los sueños ilustran lo que continuamente sucede en el ser humano. El alma vive ininterrumpidamente en los mundos superiores donde despliega su actividad y donde cobra los impulsos para su incesante acción sobre el cuerpo físico; pero el hombre ordinario no tiene conciencia de esta su vida superior, conciencia que adquirirá el discípulo y de este modo transformará toda su vida. En tanto que el alma no es vidente en sentido superior, es guiada por elevados seres cósmicos. Y al igual que la vida de un ciego será distinta si recobra la vista mediante una operación, ya no necesitará de guía, asimismo cambiará la vida del hombre gracias a la disciplina oculta. Se emancipará de la necesidad de ser conducido y se guiará por sí mismo. Es obvio que desde ese momento estará sujeto a errores no sospechados por la conciencia ordinaria; actuará desde un mundo de donde anteriormente lo influían potencias superiores sin que él hubiera tenido conciencia de ello. Estas potencias superiores están ordenadas por la armonía universal cósmica; y el discípulo se sustraerá a ella, ya que, en lo sucesivo, él mismo tendrá que ejecutar actos que antes habían sido realizados para él, sin su participación. A esto obedece que en los libros que tratan de estas materias se hable frecuentemente de los peligros inherentes al ascenso a los mundos superiores, peligros cuyas descripciones pueden intimidar a temperamentos apocados. Conviene insistir que tales peligros sólo existen si se descuidan las precauciones necesarias; en tanto que, si realmente se adoptan las medidas aconsejadas, se llevará a cabo el ascenso a través de vivencias cuya potencia y magnitud, a pesar de sobrepasar la más osada fantasía del hombre, no podrá acarrear perjuicio alguno para la salud o la vida; El discípulo se encontrará con potencias que por doquiera amenazan la vida y le será posible incluso valerse de ciertas energías y seres que existen más allá de la percepción sensoria. Imperiosa es la tentación de adueñarse de esas fuerzas para fines de un interés personal ilícito o para hacer mal uso de ellas en su equívoco conocimiento de los mundos superiores. Algunas de estas importantes experiencias, por ejemplo el encuentro con el "guardián del umbral", se describirán en los capítulos siguientes. Sin embargo, hay que considerar que las potencias hostiles a la vida están presentes, aun cuando no se las conozca. Sin duda su relación con el hombre está, en este caso, determinada por poderes superiores, relación que se modifica al entrar el individuo conscientemente en el mundo que antes se le mantenía oculto. Pero al mismo tiempo esto irá acompañado de una exaltación de la propia existencia y de un enriquecimiento de su vida por un amplio y nuevo campo de experiencias. El peligro verdadero puede surgir si el discípulo, por impaciencia o arrogancia, asume demasiado pronto cierta independencia frente a las realidades del mundo superior; si no puede esperar hasta comprender realmente las leyes suprasensibles. En estos dominios, la humildad y la modestia son palabras menos vanas que en la vida ordinaria. Si el discípulo posee estas cualidades en el mejor sentido, podrá estar seguro de su paso a la vida superior, sin peligro para todo lo que comúnmente se llama salud y vida. Ante todo, no debe surgir discordancia alguna entre las experiencias superiores

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