Pediatría Integral. Volumen XVI Número 6. Julio - Agosto 2012

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TUMORES CEREBRALES EN NIÑOS

divar, en éxeresis incompletas, e incluso en tumores de bajo grado inextirpables. La tendencia es radiar el lecho tumoral y borde adyacente. Algunos autores discuten la conveniencia de administrar radioterapia al eje craneoespinal cuando no hay evidencia de diseminación por los riesgos que comporta, especialmente teniendo en cuenta la posibilidad de diagnosticar, hoy día, la diseminación mediante técnicas poco invasivas, como la citología del LCR y la RM con contraste. Existen, además, diversas modalidades que esperan que la experiencia siente unas indicaciones más precisas en cuanto a dosis y tipo tumoral. Estas son: la radioterapia hiperfraccionada, la radiocirugía estereotáxica y la braquiterapia intersticial. Como se conocen los daños irreparables que la radioterapia puede ocasionar en el SNC en desarrollo de los niños, la tendencia es a diferir, siempre que sea posible, su utilización hasta después de los 3 años de edad(9). Quimioterapia

Se emplea la quimioterapia en tumores como el meduloblastoma de alto riesgo y los astrocitomas de alto grado. La quimioterapia puede seguir a la radioterapia, o puede precederla. Las ventajas que se aducen para la quimioterapia postoperatoria son que se aprovecha la ruptura de la barrera hematoencefálica, producida por la cirugía, y que la quimioterapia es más eficaz antes de que la radioterapia produzca cambios vasculares que impiden el paso de estas drogas. Además, la toxicidad de los citostáticos es menor si se administra después que la radioterapia; por lo que, se toleran dosis más altas y repetidas. Se utilizan estimulantes hemotopoyéticos para disminuir la mielotoxicidad de ciertos agentes. En niños menores de 3 años, la tendencia actual es diferir la radioterapia, administrando mientras tanto medicamentos citostáticos. Últimamente, se está utilizando incluso quimioterapia en astrocitomas de bajo grado incompletamente extirpados, o tras la progresión tumoral, con resultados prometedores en ciertos casos. Un nuevo abordaje es el autotrasplante de médula ósea en combinación con diversos tratamientos quimioterápicos. Otras técnicas, aún en estudio, son: la inmunoterapia y la terapia génica.

Bibliografía Los asteriscos reflejan el interés del artículo a juicio del autor. 1.** Amacher AL, Hovind I. Intracraneal tumors in children: surgical mortality. Child’s Brain. 1979; 5: 518-29. Señalan estos autores que la mortalidad a los 30 días de la operación fue del 6,7% en una serie de 258 pacientes, oscilando desde 0%, para lesiones como angiomas, papilomas de plexos, dermoides, teratomas, hamartomas, etc., hasta el 43% para los tumores malignos supratentoriales. La mortalidad fue del 6% en la primera intervención y del 3,8% en las reintervenciones. 2.*** Bruno L, Scout L. Survey of pediatric brain tumors. En: Section of Pediatric Neurosurgery of the American Association on Neurological Surgeons (eds.) Pediatric Neurosurgery. Surgery of the developing nervous system. New York: Grune Straton; 1982. En este trabajo, se resaltan las diferencias raciales y geográficas en la distribución de neoplasias del sistema nervioso central. En Europa y Norteamérica, predominan el astrocitoma cerebeloso y el meduloblastoma, y en África y Japón hay una mayor incidencia de craneofaringiomas y tumores pineales. En cambio, el ependimoma es más frecuente en la India. 3.*** Gilles FH, Sobel EL, Tavare CJ. Age related changes in diagnosis, histological features and survival of children with brain tumors 1930-1979. Neurosurgery. 1995; 37: 1056-68. Es un estudio prospectivo, donde se revisan 3.291 pacientes menores de 21 años estudiados en 10 hospitales pediátricos de Estados Unidos. Describen un aumento significativo de astrocitoma pilocítico y fibrilar y de ependimomas en el grupo de pacientes mayores de 11 años. Jenkin D. Long-term survival in children with brain tumors. Oncology. 1996; 10: 715-9. Se revisan 1.034 niños tratados con radioterapia por diversos tipos de tumor de 1958 a 1995. La supervivencia fue de 52, 44, 38 y 30% a los 5, 10, 20 y 30 años, respectivamente.

en la presencia de síntomas de hipertensión intracraneal en ausencia de datos de focalidad, pudiéndose presentar en tumores tanto supratentoriales como infratentoriales o de la región supraselar. 7.*** Steinbok P, Heirschel S, Cochrane DD, Kestle JR. Valve of postoperatove survellance imaging in the management of children with some common brain tumors. J Neurosurg. 1996; 84: 726-32. Se estudia en este trabajo la utilidad del seguimiento sistemático mediante neuroimagen en los tumores cerebrales más frecuentes. De 89 tumores de bajo grado, la recidiva se detecta en un estado indicado por la clínica en 10 casos y en 5 casos mediante una RM de rutina. En 70 tumores malignos, 17 recidivas fueron diagnosticados tras RM guiadas por síntomas de recaída y 12 en estudios de rutina. 8.*** Villarejo F, Belinchón JM, Gómez de la Riva A. Prognosis of cerebellar astrocytomas in children. Childs Nerv Syst. 2008; 24: 203-10. Se realiza una revisión de 203 casos de astrocitomas de cerebelo en niños y se realizan 4 clasificaciones: anatómica, radiológica, por el tamaño e histológica, y se concluye que el pronóstico depende, fundamentalmente, de la extirpación total y de la localización, tamaño y si infiltra o no el tronco cerebral. 9.**

Walsh JW, Zimmier SG, Perdue MI. Role of viruses in the induction of primary intracranial tumors. Neurosurgery. 1982; 10: 643-62. En este trabajo, se revisa la bibliografía y encuentran un aumento significativo estadísticamente de tumores intracraneales en niños inmunizados con la vacuna de la polio de Salk contaminada accidentalmente con papovirus (SV-40) vivos. Los tumores relacionados con la vacuna fueron: meduloblastoma, neuroblastoma, retinoblastoma y astrocitoma.

4.**

Bibliografía recomendada –

Pascual Castroviejo I, López Martín U, Tendero A. Epidemiología y experiencia personal de los trastornos neuroectodérmicos. En: Pascual Castroviejo I, ed. Trastornos neuroectodérmicos. Barcelona: Proas; 1989. p. 1-72. Describen 23 casos de gliomas de las vías ópticas, 2 astrocitomas hemisféricos, 1 schwannoma cerebral, 1 pinealoma, 1 astrocitoma infiltrante de cerebelo, 1 glioma de tronco, 1 meduloblastoma, 3 neurofibromas plexiformes craneales y 3 nervilenomas espinales, entre 174 casos de neurofibromatosis I.

6.

5.**

Raimondi AJ,Yashon D, Matsumoto S, Reyes C. Increased intracranial pressure without lateralizing signs: the midline syndrome. Neurochirurgia. 1967; 10: 197-208. En este trabajo, se describe un síndrome nuevo llamado el síndrome de la línea media, que consiste

Gupta N, Haas-Kogan D, Banerjee A. Epidemiology of childhood CNS tumors. Gupta N, Banerjee A, Haas-Kogan D, eds. Pediatric CNS tumors. Heidelberg: Springer; 2004. p. 4-5. Navajas-Gutiérrez A. Neurooncología pediátrica. Rev Neurol. 2006; 43(2): 88-94. McKinney P. Central Nervous System Tumours in children: Epidemiology and risk factors. Bioelectromagnetic Supplement. 2005; 7: 60-8. Villarejo F, Amaya C, Pérez Díaz C, Pascual A, Álvarez Sastre C, Goyenechea F. Radical Surgery of thalamic tumors in children. Child’s Nerv Syst. 1994; 10: 111-4. Obrador S, Blázquez MG: Benign cystic tumours of the cerebellum. Acta Neurochir. 1975; 32: 55-68. Lapras C, Patet JD, Lapras C Jr, Mottolese C. Cerebellar astrocytomas in chilhood. Child’s Nerv Syst. 1986; 2: 55-9. Villarejo F, Madero L. Tumores del sistema nervioso central en niños. Madrid: Ergon; 2007. PEDIATRÍA INTEGRAL

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