Sarasuati n.5

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El poder espiritual

_ Bīo

Como bien recordaréis en los tiempos de nuestros dos últimos pensadores, Agustín de Hipona e Hipatia, el Imperio romano agonizaba (siglo v) atacado como estaba en todos sus frentes por los pueblos germánicos (suevos, burgundios, sajones, vándalos, ostrogodos y visigodos). Pero esos bárbaros, término que utilizaban los romanos para denominar a aquellos extranjeros, no fueron los únicos causantes de su decadencia, también influyó la crisis social y económica que atenazaba al Imperio. El Imperio romano dividido en dos desde el año 395 con la muerte del emperador Teodosio, también influyó en la desaparición de Roma como centro del mundo. En el año 476, cuando fue depuesto por los germanos el último emperador romano, Rómulo Augusto, se dio fin al Imperio romano de Occidente. Depuesto el último emperador todo el Imperio se convirtió ―en un mosaico de nuevas entidades políticas, los denominados reinos germánicos‖[2]. Constantinopla, que pudo evitar la invasión se constituyó como continuadora del Imperio romano. En el siglo VI, el emperador de oriente, Justiniano I (483-565), atacó a los germanos ―para reconstruir el antiguo Imperio‖ (Recuperatio Imperii).

El pensamiento teocrático de la Alta Edad Media

Son muchos siglos, unos diez, los que engloba la Edad Media y por ello se dividió en dos partes: La Alta Edad Media que arranca con la invasión de los bárbaros y la Baja Edad Media que empieza durante el siglo XI. Como nuestra próxima biografía versará sobre Tomás de Aquino (1225-1274), dejaremos la Baja Edad Media para el próximo artículo y nos centraremos ahora en la Alta Edad Media. La historia del pensamiento, a través de estas biografías, debe también hacerse eco de la edad oscura que representa la Edad Media para el humanismo. El mismo concepto de Edad Media surgió entre los renacentistas para llamar así a aquellos tiempos que se dieron en la historia entre el mundo clásico y el Renacimiento. Para poder comprender el pensamiento de los teólogos/filósofos que veremos a continuación es pues indispensable asomarse lo más objetivamente posible al pensamiento casi exclusivamente religioso que se dio durante tantos siglos. La verdad ya no se buscaba entre los vivos si no en el cielo. La Edad Media fue para muchos una época de oscurantismo, para otros un tiempo de transición y para algunos un periodo de grandes cambios culturales y tecnológicos. Los románticos del siglo XIX interpretaron ese periodo como un momento histórico cargado de santos y héroes en donde triunfaba el amor cortés y la caballerosidad, la fidelidad y la lealtad. [1]

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Cayó el poder político pero continúo el sistema económico de finales del Imperio romano que fomentaba la explotación de los campos en detrimento de las ciudades. Los germanos se adaptaron a la estructura social romana y mantuvieron la lengua latina. En cuanto a la religión predominante por aquella época, la cristiana, no fue rechazada ni mucho menos, al contrario, muchos germanos se convirtieron al cristianismo y otros al arrianismo. Entre ellos el rey franco Clodoveo y el monarca visigodo Recaredo que abjuró del arrianismo. De esta forma, poco a poco el poder temporal se acercaba a ―la autoridad sacerdotal‖. ―El pontífice Gelasio I elaboró, a fines del siglo V, la denominada teoría de las dos espadas. Afirmaba que existían los poderes, uno temporal y otro espiritual, y que el primero debía someterse al segundo. A principios del siglo VII, la Iglesia, a través de algunos de sus más cultos representantes ya planteaban la supeditación del poder temporal al espiritual. El obispo sevillano San Isidoro escribió: Las potestades del siglo están sujetas a la disciplina de la religión y, aunque están puestas en la cima del reino, están ligadas por el vínculo de la fe; de modo que han de predicar la fe de Cristo en sus leyes y conservar con buenas costumbres la predicación de la fe. Durante la época de los reinos germánicos la Iglesia aseguró su poder gracias al papado y los prelados de Roma, así como a los monjes y a la expansión del monacato. Cuando desapareció el último emperador romano de occidente, ante el vacío de poder ―los pontífices aparecían como la principal autoridad civil de Roma‖, y ―la Iglesia quedó como depositaria tanto de la lengua latina como, en general, de la cultura clásica‖, escribe Julio Valdeón. Además, los papas de Roma siguieron considerándose como la sede principal de la Iglesia frente a los otros rivales de la Cristiandad


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