AMANTE OSCURO

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-Buenas noches -dijo el señor X mientras apretaba el acelerador. El muchacho levantó las manos torpemente e inclinó la cabeza. -Sensei. El señor X sonrió. -Me alegro de que estuvieras disponible. -Sí, bueno, mi madre es como una patada en el culo. -El Perdedor estaba intentando ser frío, lanzando con vehemencia las maldiciones. -No deberías hablar de ella de ese modo. El muchacho se sintió confuso momentáneamente, obligado a reconsiderar su actitud pendenciera. -Ah, quiere que vuelva a casa a las once. Es una noche entre semana, y tengo que trabajar por la mañana. -Nos aseguraremos de que hayas regresado para entonces. -¿Adónde vamos? -Al otro lado de la ciudad. Hay alguien que quiero que conozcas. Un poco más tarde, el señor X detuvo el coche en un amplio camino que serpenteaba entre árboles y esculturas de mármol de aspecto antiguo. Había también arbustos ornamentales, que se alzaban como figuras sobre un pastel de mazapán verde: un camello, un elefante, un oso. El diseño había sido hecho por un experto, por lo que cada uno de ellos se distinguía perfectamente. Hablando de mantenimiento, pensó el señor X. -Estupendo. -El Perdedor movió el cuello de izquier da a derecha--. ¿Qué es esto? ¿Un parque? ¡Mire eso! Es un león. ¿Sabe?, creo que quiero ser veterinario. Eso sería estupendo. Ya sabe, curar animales. El muchacho sólo llevaba en el vehículo veinte minutos escasos, y el señor X ya estaba deseando deshacerse de él. Aquel tipo era como un dolor de muelas: una irritación permanente. Y no sólo porque dijera constantemente «¿sabe?». Al salir de una curva, apareció una gran mansión de ladrillo.

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