Dossier Ciudades 2. Los Reales Sitios vallisoletanos

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CAP. 4.- EL PALACIO REAL

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Funcionalmente el palacio establecía cuartos diferenciados para el Conde y la Condesa, que pudieron ser los mismos que emplearan los Reyes en 1601. Al menos al momento del citado incendio, las crujías de la fachada principal estuvieron dedicadas al señor, cuyas dependencias se prolongaban por la fachada norte del segundo patio, donde se ubicaba un oratorio. Las de la Condesa, por su parte, se concentraban en la panda meridional del patio principal, con vistas a la calle y la posibilidad de aprovechar la galería que conducía a la torre o mirador del río. Este carácter más íntimo y lúdico estaba preferentemente reservado al jardín trasero, dibujado por Ventura Seco en su plano (1738) con cuatro grandes parterres centralizados (Fig. 17). De ese lado del palacio, en su fachada occidental, se encontraba además el “salón de recibimiento”, dedicado a los principales actos representativos y en equilibrio con el otro lado del eje representativo –el de la fachada principal–, desde el que se presidían los festejos celebrados ante la plazuela “del Duque” o de palacio, espacio empedrado que constituía un elemento esencial para resaltar el valor escenográfico del edificio. Dicha plaza fue concebida desde un principio como acompañamiento del palacio, desde el momento en que Alonso Pimentel decidió orientar las fachadas de sus nuevas casas hacia la calle de la Puente, y no hacia la Corredera. Se adelantó así el Conde a los esquemas que imponía la nueva arquitectura, y de su éxito da buena muestra su regularización definitiva a mediados del siglo XVI, cuando el propio príncipe Felipe ordenó derribar las tres últimas casas que aún se interponían entre el palacio y la calle de la Puente (Vasallo, 2013).

Figs. 22-23. Palacio de los condes de Benavente: patio principal y arquerías de las antiguas traseras.

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Las estancias más distinguidas se encontraban en la planta noble, entre ellas diferentes salas de recreo, biblioteca o una impresionante pinacoteca (Martín González, 1948, pp. 124-131). La planta baja, por su parte, se destinaba a dependencias de servicio, como las habitaciones de los criados –en los extremos sur y norte del palacio–, las cocinas o las caballerizas y guadarnés, hacia las traseras. Tras los avatares históricos, el edificio, convertido hoy en biblioteca, poco conserva de aquel esplendor doméstico. Su jardín quedó segregado del conjunto –manteniendo tan sólo un pequeño tramo de arquerías (Fig. 23)– y del núcleo algunas partes desaparecieron y otras fueron modificadas, como la fachada principal, las torres o los patios.

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