Loren cordain la dieta paleolitica

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Cómo se estropeó nuestra dieta y qué hacer al respecto

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cés y nuestro cerebro es alrededor de tres veces más grande. El momento decisivo del cambio llegó cuando nuestros antepasados se dieron cuenta de que comer carne les aumentaba muchísimo la energía. A lo largo de los años sus vientres comenzaron a reducirse, porque ya no necesitaban el espacio extra para procesar todo ese forraje. Toda la energía que antes precisaban los intestinos se desvió hacia el cerebro, que dobló y después triplicó su tamaño. Sin la dieta de alimentos de origen animal, los cerebros grandes que nos hacen humanos no habrían tenido la posibilidad de desarrollarse. Podemos decir que la carne, o los alimentos de origen animal, configuraron nuestro genoma. Es interesante observar que alrededor del mismo periodo en que comenzaron a aumentar de tamaño los cerebros humanos entró en escena algo nuevo: instrumentos, armas y cuchillos toscos de piedra que usaban nuestros antepasados para descuartizar animales muertos y después para cazar. Esto lo sabemos debido a reveladoras marcas de cortes que se han encontrado en los huesos de animales fósiles y de objetos testimoniales reunidos en miles de yacimientos arqueológicos de todo el mundo (un ejemplo clásico es una lanza de 125.000 años de antigüedad, tallada de una rama de tejo, que se encontró incrustada entre las costillas de un elefante de colmillos rectos, especie ya desaparecida, en Alemania). Al principio los humanos no eran buenos cazadores. Comenzaron como carroñeros; seguían los rastros de animales predadores, como leones, y se comían los restos del animal muerto abandonado. Los restos eran exiguos; los leones hambrientos no dejan muchos restos, aparte de los huesos. Pero con sus prácticas herramientas (yunques y martillos de piedra) nuestros primeros antepasados podían romper los cráneos y los huesos y encontrar algo para comer: los sesos y el tuétano. La grasa del tuétano era la principal fuente de energía concentrada que hizo posible la reducción del vientre, y los sesos contienen un tipo concreto de grasa omega-3 llamado «ácido docosahexaenoico» (DHA), que hizo posible que el cerebro aumentara de tamaño. El DHA es el componente básico del tejido del cerebro. Sin esa fuente alimentaria de DHA no se habría producido la expansión de nuestra capacidad cerebral. Sin carne, tuétano y sesos, nuestros antepasados humanos no habrían podido marcharse del África tropical para colonizar las regiones más frías del mundo. Si esas personas hubieran dependido de encontrar alimentos de origen vegetal


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