El diario ilustrado

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Autor

Ricardo A. Torres Nació en Guacarí, Valle del Cauca en 1909. Uno de los fundadores de La Normal Mixta de Guacarí donde fue profesor de español, religión e inglés. Consagrado a Dios y respetuoso por la iglesia siendo administrador y responsable de cursos prematrimoniales en la Parroquia. Distinguido dentro la sociedad de Guacarí como un gran esposo, padre y abuelo. Murió en 1998.

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MEMORIAS SOBRE MIS AMORES CON LA GENTIL Y DISTINGUIDA SEテ前RITA ESTHER SOTO por Ricardo A. Torres.


©2012 de la 2da edición: Textos: Ricardo A. Torres.

Transcrito por: Hugo Torres.

Ayudante de transcripción: Viviana Torres.

Dirección artística y editorial: Isabella Quintero Torres.

Contacto y organización de materiales: Hugo Torres, Audrey Campo Torres y Constanza Torres.

Dirección del proyecto: Isabella Quintero Torres.

Asesoría de proyecto: Dulima Hernández. Arquitecta y Diseñadora.

Apoyan:

BELLAS ARTES

INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA DEL VALLE

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso de los editores y autora de las imagenes presentadas. Publicación sin valor comercial. ISBN 950-43-8257-6 Impreso en Colombia 2012


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CONTENIDOS

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Guacarí - Colombia

Buenos Aires - R. Argentina Abril -1997

INTRODUCCIÓN Mi padre comenzó a escribir su diario, apenas inició amores con mi madre, cumpliendo siempre con una disciplina que él mismo se impuso. Una vez realizada la visita a su muy amada novia, llegaba a la finca de sus padres, a media hora de camino a pié, muy cerca de las 10 de la noche y se sentaba a escribir en su dilecto diario, los acontecimientos y volcaba sus más íntimos sentimientos de su gran amor. En la finca, su madre (mi abuela Julia) le tenía preparado un café o chocolate, con su pan o pandebono (especie de chipá, por acá en Sudamérica), se lo colocaba en el escritorio, el cual contaba con un candelabro con su vela para ser encendida. Ahí se sentaba a escribir con su pluma, untada de tinta azul, hasta terminar de desahogar lo que sentía en ese momento. Como fruto de todo ese esfuerzo y de esa constancia, fue reflejando el acontecer periódico de sus amores con nuestra muy querida madre. Dicho diario permaneció en las manos de nuestra madre y conocíamos de su existencia pero muy pocas veces sentimos deseo de leerlo y saborearlo tan dulcemente como ahora.

Nunca nos prohibieron leerlo. Creo que se le tenía respeto a esos sentimientos reflejados tan dignamente y escrito vehementemente con un cuidado literario, propio del nuevo maestro de escuela primaria, en formación, que se hacía respetar por sus conocimientos del

español y celoso incansable por el buen escribir. Y esto lo podemos atestiguar Ricardo (mi hermano mayor) y yo, que sufrimos (para bien nuestro) de las exigencias de papá, para que tuviéramos excelente ortografía y redacción. Fueron muchos años que al terminar el día escolar, nos esperaban dos horas de trabajo escolar casero. El diario, a medida que fuimos creciendo los ocho hermanos, nos interiorizamos de él y siempre fue para nosotros el máximo trofeo que tenía guardado mamá, con inmenso cariño y devoción. Cuando los nietos comenzaron a crecer fue mayor la curiosidad de dicho cariño al constatar que el abuelito siempre estaba pendiente por las fechas memorables de la abuela. Ellos tienen sus fechas seleccionadas desde hace 64 años: día del matrimonio día de la madre, día del cumpleaños, día que se conocieron, con la innovación comercial de los últimos años han incluido hasta el día de San Valentín o él día de la amistad y el amor. En esos días, mi padre le regalaba flores y algún obsequio que él diligentemente le compraba. Nunca fallaba en conseguir el obsequio adecuado y tiene su forma de adivinar qué le hace falta o qué es lo que más le gusta. Siempre llega con un ramo de flores y adicionalmente, le redacta unos versos, un soneto, sobre el momento y acontecimiento que celebran. En el diario podrán ser leídos muchos de ellos.

El principal lugar de los acontecimientos es

Guacarí

y se desarrollan acciones vinculadas a las ciudades de Buga y Cerrito. Guacarí está ubicado en el centro del Departamento del Valle del Cauca, en Colombia, a 74 kilómetros de distancia de Cali.

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Buga estaba, en esos tiempos, a 30 kilómetros hacia el norte del país; Cerrito estaba a 15 kilómetros de distancia hacia el sur del pueblo. La carretera central que une estas ciudades forma parte de la carretera panamericana y existían servicios de transportes de pasajeros. Dichas ciudades están unidas por una red ferroviaria que aún hoy es utilizada para pasajeros y carga de gran volumen. La finca donde vivió nuestro padre, llamada “La María” donde escribió gran parte de este diario, queda al norte del pueblo, camino hacia Buga y donde aún hoy existe el cruce del ferrocarril con la carretera. En ese punto, estaba autorizado el tren a parar y los buses también lo hacían. De ese punto, uno se dirige a mano izquierda y se enfrenta a un gran camino no asfaltado, llamado por todos los lugareños como “callejón de Guacas”. Este camino conducía hacia la entrada de varias haciendas. A tres kilómetros, se llega a una entrada a mano derecha, en donde está ubicada el área de Cananguá. Al final del camino entre árboles y potreros se levantaba la hacienda “La María”. Un lugar muy importante en el desarrollo de los sentimientos amorosos de todos los enamorados de esa época y me imagino continúa en la actual, es el parque del pueblo.

Este parque estaba adornado por el famoso Samán (ceiba) que extendía frondoso sus ramas, cubriendo con estas casi la totalidad del parque y dando sombra benigna a los enamorados y permitiendo el paseo vespertino con la suave brisa del Valle del Cauca que empieza a sentirse suavemente a partir de las cuatro de la tarde. Se menciona que estaba el Samán, porque después de 100 años de existencia se desplomó, causando gran pesar entre la población, ya que era el símbolo del pueblo a nivel nacional e internacional. El gobierno emitió en 1993, gracias a las gestiones de la Alcaldesa Dilian Toro Torres, una moneda 2

conmemorativa y es la moneda actual de quinientos pesos con la efigie del árbol y dice en su reverso “República de Colombia - El Árbol de Guacarí”.

En dicho parque se celebran los grandes acontecimientos del pueblo. A un costado está la Casa Cural- hoy Monumento Nacional - debido a que Simón Bolívar, en su campaña libertadora, durmió allí por un día. El parque siempre fue el lugar preferido de los enamorados, ya que al solicitar permiso a los padres para ir allí, no se les negaba, en el entendido de que estarían a la vista de otras personas. Sin embargo, los enamorados les atraían esta oportunidad, ya que para ellos era estar solos con sus sentimientos y poder hablar tranquilamente de sus temores, celos, reclamos, arreglos programas futuros y hasta compromisos de matrimonio y por supuesto otras cosas propias que buscan el estar no acompañados de miradas inquisidoras y reprobatorias.

El parque

es el sitio de recogimiento y de regocijo.


Por eso, en el diario se menciona muchas veces los encuentros aprobados con el permiso oficial otorgado por la muy querida abuela Elena Soto y que celosamente vigilaba a sus hijas, Tránsito, Esther y Carmen, según la costumbre de la época.

que permitía el desahogo de los sentimientos a veces encontrados de nuestro padre. Para desahogar su pluma literaria se introduce en el mundo de las metáforas y transmite mayores sentimientos a través de la poesía, creando para su satisfacción sonetos, acrósticos y versos libres. Fue un cuidadoso de la rima y no le interesó la medición de los versos ni a qué escuela pertenecía. Escribió lo que sentía con rima, es su explicación después de tantos años de práctica. En sus visitas al pueblo, inicialmente lo hacía a pié y cuando los recursos fueron incrementándose lo hacía en bicicleta. Por ello, se encuentra en una parte de la descripción del diario un homenaje muy especial a este medio de transporte.

presentes en esos momentos y por los períodos de muchas lágrimas debidas al sentir como propias todas las etapas de tan sublime amor de los abuelos; varias veces tuvo que suspender, para tomar aliento y otros tantos, se llevaba a su dormitorio el original, para no perder la secuencia, pues mientras ella descansaba se continuaba con el copiado. Gracias a todos, hermanos y hermanas que pusieron mucho entusiasmo y se preocuparon para que este esfuerzo se realizara y lograr una copia en un no muy lejano plazo. Esta publicación se realiza in memoriam de un ser querido que hubiera disfrutado cada una de las etapas que tuvo esta publicación y que por haber sido el primer hijo vivo que acompañó a esta pareja incomparable en sus primeros años de vida matrimoniales y por ser el que estuvo más que presente enV toda la vida de casados de ellos. Tú, Ricardo Arturo, fuiste la permanente preocupación de nuestros padres y el haber estado tan cerca de ellos y haciendo tanta falta ahora, te dedicamos este libro de manera muy especial.

Hugo A. Torres Soto

Como resultado de este gran amor, hasta el momento de esta edición, nacieron ocho preciosos hijos, (según mis padres), veinte extraordinarios y alegres nietos y diez ocho deliciosos biznietos. (Segunda edición: 8 hjos, 20 nietos, 30 bisnietos y 2 tataranietos) Un agradecimiento muy especial para Ángel Fernández (Buenos Aires), quien hizo una revisión exhausta del manuscrito y colaboró desinteresadamente en la elaboración e impresión de este documento. A Aníbal Molina (Buenos Aires) por su apoyo entusiasta y dedicación. A Viviana Torres Soto, quien se dedicó junto al tío y los abuelos a copiar del libro original, presenció los comentarios y anécdotas con mi padre y madre, 3


Enero De 1930,La Maria, Guacari, Colombia

¿El principio de nuestras relaciones? Pues en casi todos los casos, una visita, una presentación etc., pero el de nosotros fue como

una luz que surge de las tinieblas. Éramos viejos amigos y como tales pasábamos desapercibidos el uno para el otro; ella tenía amores con un amigo mío y yo no permanecía en el pueblo y si acaso venia, no me demoraba más que hasta la salida de misa y después a mi casa (que es en el campo) y de allí a Buga donde estudié y donde luego estuve colocado.

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Corría el mes de mayo(l) del arto de cuando una noche en cine, me llamó la atención Don Miguel V Cedeño, Inspector Departamental de Educación Pública (I.D.E.P) citándome a su oficina al día siguiente, donde acudí e inmediatamente me nombró subdirector de la Escuela Rural de La Honda (Santa Helena, Cerrito) y a donde rápidamente me trasladé. Pues bien; hacia poco más o menos un mes que desempeñaba dicho puesto cuando en ocasión que visitaba a los míos, fui informado de una invitación

de matrimonio para toda la familia y de la cual estaba obligado a ir. En efecto, era el mes de junio - si mal no recuerdo - cuando se celebró la boda y a la cual asistí (se casaba Tránsito, hermana de Esther). Era viernes por la noche cuando llegué a la casa de los novios. ¡Un grupo selecto de señorita! adornaba la casa. Los novios radiantes de alegrías, esperaban el nuevo día con el cual hablan de recibir la bendición nupcial. Qué felices y qué bellos estaban aquel día más para mí. Había allí algo que era motivo de mi turbación. Allí estaba ella llena de

alegría.

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Entonces sentí amarla con todas las fuerzas de mi corazón. Pero a pesar de su simpatía en el trato con las personas, era indiferente para conmigo. Deseaba hablarle, mas no me atrevía, temía un desengaño, lo cual hubiera matado para siempre mi corazón. En vano trataba de

llamarle la atención con mis miradas,

porque ella se confundía en el bullicio con las demás. Se me instó a que bailara, pero el estado de ánimo en que me encontraba no me lo permitía y esto lo atribuían a que yo estaba enamorado en La Honda, lo que no tenía nada de cierto, pues hacia más de un año que mi corazón permanecía invulnerable a las flechas de Cupido. Cuando menos lo pienso

ella me invita a bailar, me excuso de todos modos.

Entonces me tomo unos tragos y he aquí que desaparece mi pesadumbre, (naturalmente la acción maléfica del alcohol) y comienzo a bailar, pero lo hago con una y con otra.

He bailado con Esther pero sin atreverme a hacerle ninguna declaración. De repente entra un joven apuesto y alegre, el que cautivó a ella y entonces siguieron las declaraciones y ella las aceptó. Inmediatamente noto lo que pasó.

Mis ilusiones vienen a tierra, repentinamente, no me queda sino la

y a no pensar mas una ilusión que nació resignación. A nadie va comprender mi dolor y bebo y bebo...hasta que avergonzado por mi estado de embriaguez me retiro y a Buga

me voy.

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Ya pasó todo. Pero para mí no ha pasado la impresión que me produjo aquel

ángel en forma de mujer. Estoy de nuevo desempeñando mi puesto, la imagen de aquella que así tan rápidamente cautivo mi corazón no se ha extinguido de mi mente. Mas ella ha seguido los amores con aquel joven, parece que se aman mucho. Yo también he seguido de cerca esas relaciones y estoy al corriente de ello. Llegó el mes de julio. Las vacaciones. Regreso a mi hogar. Hace tiempo no la veo, pero sé que aun quiere al joven aquel. Así transcurre el tiempo, rápido y sin detenerse. Me voy a Buga, permanezco una semana, me aburro mucho, me voy a Cali, estoy allí un día, sigo hasta Pereira, permanezco ocho días. Qué feliz se desliza la vida en este lugar. La bella ciudad colmada de mujeres bonitas como sus montañas y su clima tan suave. Es delicioso,

pero no hay rostro igual al que cierta noche miré en un baile y al que no pude volver a olvidar.

Regreso a mi casa. La vida es también allí muy deliciosa. Todo respira paz y tranquilidad. Me veo rodeado de cuidados y cariños. Mes de octubre, vuelven las tareas escolares, vuelvo a ocupar mi antiguo puesto pero el joven Gallardo que un día me arrebató mi ilusión se ha ido. Él está en Bogotá y no la ha esperado, no hay cartas de él, pero además permanece mudo. Ni una carta ni un telegrama...nada. Hay hombres muy pérfidos, no comprenden el inmenso dolor que causan a una joven que los ama y sin escrúpulos de ninguna clase, cambian aquel amor que no fue más que una diversión... y que pasó como una ráfaga de viento. Ella lo esperó, mas el no volvió y entonces sucedió lo irremediable, el olvido. El bálsamo que cicatriza las heridas de un corazón despreciado.

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Mes de noviembre (1929)...me han trasladado a la escuela del Cerríto. Ahora estoy más cerca de mi casa y no me cuesta mucho ir constantemente. En una de estas ocasiones, al regresar me encuentro que Ella ha ido a pasar algunos días allí. Es entonces cuando mí corazón vuelve a latir con violencia. La sola visión de su presencia me ha bastado para sentir de nuevo aquella pasión que tanto tiempo habla guardado en secreto...pero ni una sola palabra le digo aquel día...la miro con insistencia. Es lo mismo...indiferente a mí: miradas...pero ahora sé que no tiene amores. Quizá ahora sea más afortunado que antes. Pasan ocho días...voy a la casa ese domingo. Aún está allí, mas esa tarde regresa a su casa. Salimos a la carretera en donde cogeré el primer carro que pase...Al momento llega uno. Me instalo en él y me despido y ¡Oh! dicha...¡La despedida de ella es una mirada en la que se encierra todo un idilio de amor!

En adelante, no pienso más que en conquistar aquel amor...

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¿Seré tan afortunado que me vea correspondido por ella? Esta era la pregunta que a cada paso me hacía. Pronto lo iba a saber. Luego supe que tiene dos pretendientes más, pero sé también que a ella no le gusta, ninguno de los dos... y es entonces cuando me resuelvo a enviarle mi primera carta. Era en las vacaciones de Navidad. Mi carta es bien recibida. Entonces mis hermanas la llevan a pasar unos días a casa...y aquí comienza nuestro idilio. No hemos podido conversar casi nada y respetamos a mamá que ignora nuestros amores.Pasan unos cuantos días de felicidad.De pronto llega la madre de ella y en una tarde de invierno se la lleva. Qué dolor más inmenso se apoderó de mí...aquella noche no pude dormir...¿y qué sucedía? Pues que el antiguo amante de ella se dio cuenta que estaba conmigo, por un amigo en común, parece que le informan que quizá la amó demasiado, no la ha olvidado y ha prometido hacer la guerra. El comprendiendo que al permanecer ella en mi casa era indudable que yo me enamoraría... se valió de ciertos chismes, que por bajos no los anoto aquí y que por lo mucho que me ofenden no quiero ni recordarlos.


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Hasta hoy diez (10) de febrero de 1930 me envió 5 cartas. Se me olvida decir algo sobre otras fechas como el primero de enero, día que en mi casa se celebra el onomástico de mi padre, y también es costumbre hacer un baile, como en efecto se hizo...

y allí estaba ella,

ALEGRANDO CON SU PRESENCIA LA FIESTA. El 6 del mismo mes celebramos el cumpleaños de mi madre... Otro baile, éste se hizo por la noche. Allí estaba. Esta fue una de las fiestas más alegres en que hemos estado juntos.... bailamos mucho aquella noche... y luego, la irremediable ausencia, la que mata los corazones amantes, si éstos no tienen un sustento. El sustento de las cartas continuas; lo que a nosotros no nos ha faltado... y

además mis continuas visitas...

CADA OCHO DÍAS.

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Ayer la visité. Cuán bella estaba. Y si he de decir la verdad, cuando la vi aquella vez, que tanto me impresionó, estaba bella, pero ahora lo está, mucho más. Y cada vez que voy a verla la encuentro

Cuando miro ese rostro alabastrino, que más bien parece de un querubín y esos ojos de mirar dulce y apacible, no sé lo que pasa en mí...me transporto al país del ensueño... me parece estar en un mundo de dicha, nunca contado por los poetas...y es entonces cuando

con mayor fuerza la amo.

De ahí que sienta tanta tristeza de separarme de ella.

Hoy le he escrito. Estoy supremamente triste. Apenas me quedan gratos recuerdos de ayer. Pero en mi corazón arde más aun ese amor que le profeso. Hoy siento amarla más que nunca... Ayer estaba tan encantadora...

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En estos dos días, no he escrito nada en mi diario, pero es que no ha ocurrido nada en particular. Parece como si todo hubiera muerto entre los dos, pero no. esto ni pensarlo siquiera, pues destruirla mi corazón para siempre.

Tanto la amo

Son consecuencias de la ausencia, este sepulcral silencio y además que las cartas se demoran tanto, parece como si estuviéramos a muchas leguas de distancia. Hoy fui a la Oficina de Correos, pero nada había. Tal vez mañana haya carta. Este es el único consuelo que tengo; recibir esas cartas escritas .por la mano de la que amo con delirio. Qué dulces son sus frases. Cuánta fragancia respiran; la fragancia de las flores en las mañanas de sol; hay razón, ella es uno de aquellos capullos de rosa abierta en las mañanas de primavera. Sus mejillas tienen el suave color sonrosado de las rosas en embrión.

Hoy escribo aquí para anotar que ayer y hoy he esperado con impaciencia carta de Esther. Con cuanto anhelo espero, pero, nada Parece que ella se hubiera olvidado de mi, mas, no la culpo, quizá no haya recibido la mía del lunes último. Así sucede muchas veces que estas llegan ocho días después, de haberlas puesto al correo. Cuánta falta hacen a mi alma esas queridas cartas Cuánto consuelo me traen en esta soledad motivada por nuestra irremediable separación. Si esta grata correspondencia se terminara, ¿qué sería de mí? ¿Qué ilusión cimentaría y fortalecerla mi espíritu, para desempeñar la ardua labor que me está recomendada? ¿Cuál sería entonces el estado de mi ánimo? No quiero ni siquiera pensarlo...

Soy tan feliz con el amor de la bella mujer y que tan agradable me hace los días.

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Es sábado. Aún no he recibido contestación a mi carta del 10 del corriente

¿Qué habrá sucedido? ¿No la habrá recibido? ¡Mañana me he de informar! Qué desilusión siento, cuando no recibo las líneas de mi más caro amor Qué cruel es el Destino. Esther mi idolatrada Esther, por qué te amo tanto verdades, que no llego a explicarme el motivo de tanto amor. Y tú que dudas tanto de mí.

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y sentirse más llenos de vida, respirando los suaves perfumes de las flores. ¡Fue allí donde permanecimos! sentados en una banca. Qué rato de mayor felicidad. Allí entregados a nuestro amor y olvidados de las demás cosas que nos rodean, como si para nosotros no hay otro mundo que el de nuestro amor.

Qué felices somos en aquellos momentos.

Para los dos, no existen las penas, no existe nada más que nuestro mutuo y profundo amor.

La campana con su claro tañer anuncia el Ángelus. Nos hemos quedado en profundo silencio, como si meditáramos algo muy grave... Ah sí, es que se acerca la hora de mi partida.

Por fin hemos vuelto a la realidad de las cosas. Es entonces, cuando nuestros corazones vuelven a sentir el tedio de la ausencia. Son las seis y media. Nuestra despedida no puede ser más lacónica. Un adiós, pero lleno de esperanza, no es adiós eterno..

Es hasta muy pronto.

He llegado. Heme aquí escribiendo estos gratos recuerdos, que me destrozan el alma. Dicen que los recuerdos, alivio del alma son, pero tú no sabes cuánto sufro al recordar tu pasión cuando estoy lejos de ti. ¡Oh! mi adorada Esther, es cuando me doy cuenta de lo que te amo, es entonces cuando deseo con vehemencia estar a tu lado.



Oh, qué felicidad. Hoy he recibido la carta que tanto anhelaba Es lo único que durante la semana me trae consuelo. Ellas son el lenitivo que cura las llagas de mi corazón... ¡Esas cartas impregnadas de sencillez, la que les da elocuencia! En ellas puede leerse la pureza de aquella alma inmaculada que es su autora. En esas cartas es todo sinceridad, es todo amor; al leerlas me parece verla a ella allí sentada... Me parece ver esas manos blancas corriendo sobre el fondo blanco del papel y trazar aquellas palabras llenas de un amor vivo.

En estos dos días no he hecho ninguna apuntación, porque nada raro ha acontecido, me limitaré a dejar constancia de lo mucho que pienso en Esther y

lo mucho que sufro a causa de nuestra separación.

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Domingo. El día ha sido pésimo. Ha llovido la mayor parte de él. Después de salir de misa me encaminé a la casa de Esther donde tuve el honor de almorzar. A las doce me fui para la casa pero con la ilusión de volver al atardecer y conversar con ella… quizá estuviera en el parque... allí estaríamos: deliciosamente. Pero he aquí como la fatalidad, como un hada maléfica quiso que mis deseos no fueran cumplidos. Llego al parque y ¡oh! ¡Desilusión! Ella, la reina de mis sueños no estaba allí, aquel sitio tantas veces alegrado por su presencia, estaba desierto. Sigo hasta la esquina. Desde allí y a la cuadra estaba ella donde unas amigas suyas, entonces me dije: Ella vendrá al parque ahora que sabe estoy aquí. Pero no fue así. Permanezco un cuarto de hora y otro más. Pero continua impaciente.

Pasa otro cuarto de hora y ella no viene. Una angustia mezcla de furor y desesperación se apodera de mi corazón. Trato de calmarme pero no puedo. Mil ideas cruzan por mi mente, ninguna me parece aceptable.

Esperaré cinco minutos más y si al cabo de este tiempo no viene

tomaré un carro y me iré.

Transcurren los cinco minutos y como soy firme en mis resoluciones, me doy media vuelta y a la carretera voy.

Pasan los minutos…

Siento un frío glacial.

El corazón me late con violencia. Miro con insistencia a uno y otro lado esperando la aparición de un carro;

lo que deseo es irme, pero irme pronto.

Al fin llega uno y lo tomo. Pero al pasar por donde antes había estado ella, ya no está, se ha ido a su casa, creyendo quizás encontrarme allá. ¿Qué habrá dicho al llegar y no encontrarme en su casa? ¿Qué habrá pensado de mí? Tal vez obré con precipitación. Quizás hice mal, ¿pero que hacía yo allí en esa esquina clavado como una estatua? Lo único que puedo decir es que en aquellos momentos sufrí hasta lo indecible, como quizás no haya sufrido lo que hace que nos amemos, porque he soportado con resignación nuestra ausencia y la he soportado y la soportaré hasta que el Destino me ponga a su lado. Pero no fui capaz de soportar verla allí a una cuadra de distancia y no poder conversar. ¿Qué resultará de este incidente? Estas preguntas no puedo yo responderlas.

El tiempo se encargará de decirlo.

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Nada de particular. He pasado sí un día muy agitado, una nerviosidad me ha agitado durante todo el día. La cabeza me ha dolido mucho.. habrá sido la preocupación del incidente de ayer.. Pues me ha causado tanta impresión y gran dolor haberme venido sin haberme despedido... ¡Oh! aquel tierno adiós o mejor dicho aquel hasta luego tan lleno de amor y sentimiento... Hay en esos momentos tanta dulzura en su mirada, que mi corazón se siente feliz y capaz de suplir los días que dura nuestra ausencia. Es por eso que en mi alma siento aquel vacío, como si algo me faltara, aquella zozobra que me mortifica y que me mata. Se me dirá, que no hay razón para tanto, pero nadie es capaz de comprender cuán inmenso es el amor que por ella siento y nunca tendré palabras suficientes y adecuadas para expresarlo...


Aún hoy estoy preocupado y esto no se apartará de mí hasta no recibir su carta o tener la infinita dicha de conversar con ella. Mientras tanto estaré sujeto a sufrir mucho y a soportar esta nerviosidad o intranquilidad. Cuántos recuerdos me ha traído a la mente en esta tarde la infinita belleza del crepúsculo. Cuántas veces en tardes iguales a estas horas hemos estado juntos, felices con nuestro amor Entonces nos ha sonreído la dicha y la juventud.

El amor es el símbolo de la juventud...

No ha recibido mi carta, y lo deduzco porque no he recibido respuesta. Esperaba recibirla hoy. En el supuesto de que me hubiera escrito el lunes, reprochándome la conducta del domingo, y si yo le escribí el lunes fue porque no sabiendo si ella lo hacía primero para contestar a la mía de la semana pasada, ella recibiría esta última el viernes o sábado y así se daría cuenta de que yo no estoy disgustado ¿Por qué había de estarlo? ¿Acaso tuvo la culpa? No, no la tuvo y tal vez yo tampoco la tuve. Fue el destino el que quiso que no conversáramos nada esa tarde... Así sucede muchas veces,

el Destino es cruel e inexorable...

Tiene la

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tiranía de un verdugo que se complace en hacer sufrir a sus víctimas...


Al fin llega a mis manos, lo que tanto anhelaba; la carta de Esther... Todo salió como yo me lo había imaginado. Ese día al no verme en la esquina, se imaginaba que yo estaba en su casa y hacia allí se dirigió. ¡Pero cuál no sería su desengaño! Me esperó por algunos momentos pero en vano, ya me habla ido. Me imagino que el disgusto que ella sentía era inmenso. Mas, ¿qué hacer? No había remedio. Lo mejor era conformarse y así lo hizo. Los sentimientos que hacía mí sentía, al fin se desvanecieron de su noble corazón para dar paso a ese amor que me profesa y que la hace perdonarme todo. Fue así como al día siguiente me escribió y que es la carta a que hoy hago referencia. Sin embargo, me ha parecido -y es que lo estámuy seria esa carta, pues no hay en ella ninguna de esas frases llenas de amor que tanto fortifican mi alma... Antes bien, se nota que ella ha terminado de esforzarse para

disimular su enojo con mucha razón...

Hoy le he contestado su carta. Es bastante larga. Tengo tantas cosas que decirle y si muchas veces no las escribo es por no cansarla parece que a las cartas mías les ha de faltar animación y que son monótonas, si bien es cierto que van dirigidas a una persona de una esmerada educación y de nobles sentimientos y que sabe perdonar todo lo malo que en ellas encuentre...

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Empieza otro mes, ¿qué nos traerá? ¿Felicidades o contratiempos? Solo Dios sabrá. Esperemos. Hoy estuve en su casa y aunque casi nada pudimos conversar, pude notar que no está disgustada conmigo. Después de las tempestades viene la calma. Después de la pequeña tempestad que en el mar de nuestros amores se agitó por unos días, ha vencido la calma. Nuestros corazones palpitan otra vez, con la misma rutina de siempre, aunque agitados por el amor.

He estado feliz hoy porque he cumplido con una exigencia que me había hecho hacía algún tiempo:

que le obsequiara mi retrato. Hoy lo he hecho con todo gusto, porque queda depositado en una persona que sabe estimar lo que se le obsequia (aunque mi retrato no merece esa estimación) y queda en manos sagradas que lo ennoblecen...

Aunque por haber venido mis hermanas a pasar el día aquí, no puede estar en casa de Esther, sin embargo fui ya de tarde. Hoy si hemos tenido lugar de conversar, parece que Misiá Elena se enteró de la carta última que le escribí a Esther y como en ella me quejaba de no poder conversar, ha visto que tengo razón. Ojalá que cada vez que vaya sea así como hoy, porque ya lo he dicho,

la conversación nos hace falta... 26



Otro día que pasa. Y fue lento, monótono como las mansas aguas de un estanque. Ha pasado sí, pero nada he sabido hoy de Esther... ¿Y cómo saber si nos separa la distancia? El único medio de saber son las cartas, pero estas no han llegado todavía, tal vez mañana...Con cuánto anhelo las espero... A veces los días me parecen muy rápidos. Tan pronto amanece como ya anochece y todos los días lo mismo. El escenario de la vida no cambia. Así me sucede en el amor: siempre firme, siempre es más grande. Cada día que pasa, y aunque pase muy rápido, la amo más.

Nada de particular ha ocurrido hoy. Todo está quieto y monótono como siempre. Había creído recibir carta pero no llegó. No hubo correo. Mi mamá y mis hermanas estuvieron aquí, mas Ella no vino. Según parece el viaje fue impensado y no tuvieron tiempo de invitarla. Ahí si hubiera venido cuán feliz hubiera estado.

Lo que tanto había anhelado al fin llegó. La carta de Esther No es como la anterior tan seria. En esta última de hoy me llenó de gozo. Se vuelven a leer unas frases dulces y llenas de amor, son ellas bálsamo que cicatriza las heridas de mi amante corazón. ¡Ah! si todos los días recibiera una de Esther, sería distinto mi estado de ánimo. A mi faz no la cruzarían nubes que la ensombrecen. Mi corazón latiría con ritmo de felicidad. Entonces mi vida no sería

un día sin luz, una noche sin luna…

Hoy no tengo nada que anotar Mi espíritu aunque conforme, siente la falta que le hace la vista de esa bella mujer.

Cuando la contemplo soy feliz.

Cuando escucho esas palabras llenas de amor y melodiosas cual los acordes de música angelical, mi alma se siente infinitamente dichosa y es lo que tanta falta me hace. 28


Silencio. Soledad. Son los momentos que ha vivido hoy mi corazón. Dentro de él solo hay tinieblas. Un profundo pesar lo agobia. Es el pesar de no haber ido a verla. Hace ocho días la vi. Era precisamente sábado. Cuanto pesar me cansa acordarme que ocho días fui tan feliz y que hoy estoy privado de esa felicidad. ¿Pero qué hacer? Ese es el Destino. El es culpable de todo.

Es el rey inexorable que no perdona a sus condenados.

Domingo. Que día más aburrido pasé. No tuve la dicha de ver a Esther. No fui a verla, pero no por falta de voluntad sino por causas ajenas a ella. No siempre lo que se quiere se puede. Habrá creído que tengo en el Cerrito algo que me impide ir, algo me retiene. Pero no, no es eso. Hoy he sufrido mucho por esta contrariedad. Esta noche en la retreta, tuve noticias de ella por un amigo que vino. Supe que habla desempeñado la Presidencia en la partida de Football que se jugó hoy en Guacarí y esto mas pesar me dio. No haberla visto ocupando ese puesto que sentada entre el ramo de flores que había de ofrecer al equipo vencedor...

Me imagino verla entre flores, completando la belleza del ramo con su cara que parece una

rosa en primavera.


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Hoy recibí carta de Esther. Cuánto alivio ha traído a mi corazón. Hacía ya ocho días que no tenía noticias. Quisiera recibirlas todos los días, pues así no se me haría tan pesada la dura lucha cotidiana. Mi corazón se vería menos afligido. No me parecía entonces la vida, una noche tenebrosa pues ella estaría alumbrada por la divina luz de sus sinceras frases. Esas frases que nacen espontáneas de su

noble corazón.

La tarde y parte de la noche de este día fui muy feliz. A las cinco de la tarde me hallaba en la estación, esperando el tren que dentro de media hora había de llegar y que debía conducirme a Guacarí. Heme aquí instalado en el tren que va a toda máquina, pero que a mí me parece que anda muy lentamente. Llego a la estación de Guacarí, bajo del tren para seguir a pie el trayecto que hay hasta a mi casa (unos tres kilómetros).

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En mi corazón arde el vehemente deseo de llegar, porque sé que Esther estaría allí. El corazón me avisaba que en compañía de mis hermanas, estaría en la carretera esperándome. Había seguido la ruta del tren, de modo que a medida que me aproximaba a la carretera, mayores eran los deseos de llegar y enterarme de si ella estaba esperándome. En el primer momento cuando hube salido a la carretera, mi descontento fue grande al no verlas allí, y ya había andado un buen trecho por el callejón, cuando los alcancé a divisar en la carretera y a través del potrero, que se extiende a un lado de la carretera y tuve que desandar el trayecto para reunirme con ellas en la carretera. Nuestro saludo fue sin transcendencia alguna. Un apretón de manos, pero en verdad muy significativo, porque al estrechar entre las mías aquellas delicadas y finas manos, sentí vibrar en ellas todo el fuego de nuestra pasión... En aquella noche conversamos libremente. En verdad que estuvimos felices.

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Todo el día lo pasé en mi casa en compañía de Esther. Casi todo el día conversamos. Qué felicidad. Qué ratos más agradables, que quedaran gravados eternamente en mi mente. Ya por la tarde y como de la casa de ella hubieran mandado a decir que podía permanecer en la mía hasta el día siguiente, salimos a pasear a la vecina hacienda de “San José”. Durante todo el camino charlamos animadamente, y ni siquiera nos imaginábamos que minutos después habíamos de tener un profundo pesar. Estábamos en el patio de la citada hacienda, un patio cubierto de verde fresca hierba y a nuestra vista extensa llana

y también tupida del mismo color verde. Era el ocaso del sol que declina y se despide de nosotros, dejando tras de sí el bello crepúsculo con sus diversos matices... En una palabra, era aquel paisaje nunca soñado y que solo incitaba al amor. Absortos estábamos en la contemplación de tan encantador paisaje y entregados solo a nuestro cándido, ferviente amor, cuando he aquí que todo aquel ensueño se trueca en dolor ya que habían venido a llevársela... Entonces aquel rostro momentos antes risueño y alegre se torna triste y meditabundo dejando entrever el gran dolor que esta separación le causa...


Cúmplase así las palabras por esos encantadores labios pronunciadas momentos antes:

De allí en adelante enmudecen nuestros labios... Regresamos a casa el uno al lado del otro sin atravesar palabra alguna...En verdad, el dolor que de mi corazón se apoderó desde aquel momento triste no tengo palabras con qué expresarlo... Si el arma homicida de un criminal lo hubiera atravesado, no habría sido tanto el dolor... Como ya lo dije, no cambiamos una sola palabra hasta el momento en que nos despedimos con un “hasta mañana” Qué noche aquella. El desvelo me acompañó durante gran parte de ella.

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Ninguna anotación había hecho en estos días pasados. ¿Por qué? Pues nada ha acontecido y ¿qué había de anotar? Tendría entonces que anotar todos los días la misma cosa. La tristeza que me acompaña de continuo. Esos deseos de verla, de conversar con ella, de mirar esos ojos lánguidos pero que dicen todo lo que ese corazón siente. ¿Y hoy porqué escribo? ¿Cómo no habría de escribir y anotar la infinita dicha que embarga mi corazón? Hoy que he recibido carta, ¿habla de dejar pasar por alto esto? No, no es posible. Toda la semana estuve esperando carta pero en vano. Por fin hoy llegó. ¡Como ha descansado mi corazón! Había estado tan triste, como si en él no cupiera la dicha. De él han salido profundos respiros como para darte consuelo y alivio... Esas queridas cartas son el alimento espiritual de mi alma. Cuando las leo, lo que ejecuto varias veces, siento en mi alma un inmenso alivio, como si de ella quitaran un gran peso. Ahí sí. Es el peso del dolor el que de mi alma se aparta al leerlas, porque ellas se asemejan a su autora y la retratan de cuerpo entero con esa sencillez que la caracteriza y que la hacen más bella. Con aquella belleza de diosa.

Domingo. Otro domingo que ha pasado sin ir verla.... Qué largo se me ha hecho. ¡Cuánta falta me hace un domingo separados! Qué triste y qué fatigoso ha sido… ¿Que habrá dicho ella? Sin duda esto la hace creer que es verdad que poseo aquí el amor de otra mujer.


Pero no, nunca he pensado traicionarla y antes que hacerlo prefiero la muerte. ¿Porque soy tan feliz poseyendo su amor, cómo habría de buscar otro? Ninguna necesidad tengo de ello. En mi corazón he edificado un altar para adorarla y a él solo tiene acceso ella porque de no ser Esther la que en él penetra, nadie más entrará.

Para que otro amor entre en él, es necesario destruirlo y edificar otro nuevo y esto no sucederá fácilmente, ya que este templo o altar,

está edificado sobre bases sólidas que son el amor puro y desinteresado...

Hoy día contesté la carta que recibí el sábado pasado...Ojalá llegue pronto a su destino ya que según me ha dicho Esther, mis cartas son para ella un consuelo, (así como las de ella lo son para mí). Tal vez esté un tanto disgustada por no haber ido ayer, y al recibir mi carta se contentará... Aun no he recibido contestación a mi última. Tal vez haya contestado, pero cómo se demoran tanto en llegar. Estamos tan aislados que parece que nos encontráramos a muchas leguas de distancia. Va a hacer mañana quince días que no nos vemos. Quince días, que ella estuvo en mi casa. Que habiendo ido viernes, ella en compañía de mis hermanas, salió a recibirme a la carretera... Cómo se pasan de rápido los días. Me parece que hace muchos años que no tengo la inefable dicha de verla.


Por fin llegó la contestación a mi carta. Cuánta dicha ha traído a mi alma esa carta. Porque esas mensajeras de su amor, son las que consuelan mi abatida alma en esta espantosa soledad en que me hallo. Esas queridas cartas escritas por esas manos finas y delicadas y dictadas por ese corazón todo amor, todo bondad, son el único goce que tengo durante los días que permanezco sin verla.

Hoy por la tarde estuve en la casa de Esther. Hoy volví a contemplar su bella y lozana fisonomía, siempre llena de alegría. Volví a oír su melodiosa voz con sus dulces cadencias. Volví a mirar aquellos ojos, que cual dos rayos hirieron una vez mi corazón. Esos ojos llenos de expresión. Esos ojos de mirar dulce y sombrío

y que hacen estremecer de amor mi corazón...

Todo el día lo pasé en mi casa, pero al caer la tarde volví a la suya. Era algo tarde. Permanecí hasta que llegó la hora fatal de mi partida... Es entonces cuando mi corazón se oprime. Es cuando más duro se me hace la separación. No puedo en verdad explicar lo que en esos momentos pasa en mí ser. Ella no lo cree así, puesto que se figura que no la amo, pero si en esos instantes penetrara en mí corazón, comprendería lo grande de mi dolor...


He llegado. En estos momentos acabo de escribirle y me he puesto a hacer estas anotaciones. Hoy puse la carta al correo. Ahora solo me queda la ilusión de recibir contestación. Mi espíritu es un laberinto de ideas. Solo siento el peso del dolor al acordarme que estoy lejos de ella...

Otro mes que empieza. Hoy recibí carta. Cuanto me ha alegrado el recibo de tan grata mensajera. Las alegrías que esto me causa son inmensas. Mi dolorido corazón siente un infinito alivio. En mi pecho revive con mayor ímpetu el amor hacía ella. Estas cartas son como el rocío que cae sobre las plantas, que marchitadas durante el día por los ardorosos rayos del sol, reviven a la mañana con las gotas del rocío.

En mi alma, el día con sus ardorosos rayos de sol, es el tiempo que se demora su carta en llegar a mis manos...lo que la marchita un tanto.

Y las gotas de rocío son ellas, las que le devuelven su natural lozanía. 43


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Domingo. Qué felices estuvimos hoy por la tarde. Es este uno de aquellos días en que en mi pecho quedan grabados gratos recuerdos. Recuerdos sublimes que engrandecen mi alma. Oh el recuerdo de aquellos ojos mirándome con ternura. Cuánto dicen a mi alma aquellas miradas.

Verdaderamente me veo anonadado ante tanta belleza sólo comparable a la belleza de una

Si, ante tantas hermosuras, me creo inmerecido de poseer el amor de tan preciosa flor. Porque sólo con las flores puede ser comparada: es cual la cándida violeta que oculta su fragancia. Es cual la rosa con sus dorados matices y su fresca lozanía; es cual el clavel encarnado con sus mejillas sonrosadas. ¿Y cómo no he de amarla? ¡Si con solo su hermosura tiene para conmover y cautivar el corazón más empedernido! De ahí que en mi corazón le haya fabricado un altar donde se le rinde veneración, donde se le profesa idolatría, porque de tal puedo calificar mi amor. ¡Es tan grandioso y tan sublime que al extinguirse, se extinguiría con él mi vida!

Qué triste lo he pasado hoy Ayer tan feliz al lado de la mujer idolatrada y hoy lejos de ella, separado por la distancia. Pero así es la vida llena de dichas y sinsabores. Unas veces felices y otras tristes. Pero este contraste sólo se nota cuando amamos, porque es entonces cuando solo deseamos que todo sea felicidad lo cual es imposible. Porque el sendero de la vida está lleno de pesadumbre. A cada paso encontramos tropiezos y dificultades. Por eso debemos armarnos de gran valor para poder triunfar. Lo único que puede damos ese valor es el amor, pero ese amor que solo desee la felicidad de la que ama... 45


Horas felices ¿Por qué pasáis tan rápido? ¿Por qué martirizáis aquello que mientras vosotros transcurrís, son felices? ¡Oh! Es porque la manecilla del tiempo no puede detenerse. Es porque cuando nos hallamos felices, perdemos la noción del tiempo y nos parecen que las horas marchan con velocidad espantosa, y cuando estamos tristes estamos expresando algo, no queremos que las horas se pasen ligeras... Las horas de hoy han sido muy rápidas ¿Por qué? Porque hoy ha estado mi encantadora Esther aquí en compañía de mi madre. ¿Y qué mayor felicidad para mí? ¿Estar al lado de la que es dueña de mi corazón y de aquella santa mujer que me dio el ser y lo que soy? Por eso éste será un día que nunca se borrará de mi mente. Más todo llega y todo pasa. Rápidas transcurrieron esas horas de feliz recuerdo. Fui hasta Guacarí a dejarlas.

En el tren tomamos asiento Esther y yo, el uno al lado del otro. El tren se deslizaba rápido.

Por las ventanillas mirábamos el paisaje que con la calda del sol se hacía más bello.

Así transcurrió todo el trayecto sin atravesar palabra alguna. Yo de mí parte si no lo hacía, era porque cuando estoy a su lado es tanta mi turbación que no puedo pronunciar palabra alguna. Mi cerebro se niega a coordinar ideas. Sólo pienso en esos momentos en el inmenso amor que le profeso. Estoy escribiendo y soy presa de horrible sufrimiento. Mi pecho sólo alienta la esperanza de que pronto la vuelva a ver.

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Veinte días sin escribir nada y ¿por qué? Puede ser por las vacaciones de Semana Santa, que fui a pasarlos en mi casa y como llevé el diario para que Esther lo leyera, no anoté nada y al terminar la vacación olvidé hacerlo. Ahora tomo la pluma para hacer las anotaciones correspondientes. El 11 del presente, que era el día en que debía principiar la vacación lo pasé intranquilo. Me parecía que no llegaba el momento de estar al lado de aquella mujer idolatrada que tanto amor ha despertado en mi corazón. Qué vacaciones más felices fueron éstas ¡Pero también que rápidos pasaron los días! Durante toda la semana visité a Esther, por las tardes. Esos breves momentos han dejado mi alma recuerdos imperecederos. Quisiera haber retenido aquellos instantes para que no hubieran escapado tan veloces, ¿Pero cómo detener el tiempo? El es inmisericorde, no tiene para nada en cuenta la felicidad de los que amamos y que nos consideramos felices y transcurren vertiginosos sin detener su marcha.

Domingo de Pascua. Otro día de felicidad para nosotros. En el baile que se celebró en casa del cuñado de Esther, con motivo del bautizo del primogénito de aquella feliz pareja (Oscar), estuvimos dichosos. Bailamos algunas piezas y cuando no siempre estábamos juntos.

Qué momentos aquellos Cómo me parecieron de cortos Y pensar que después de terminada la función teníamos que separarnos otra vez. Qué duro fue para mí aquel momento de la despedida! ¡Ver que de allí en adelante volvería a la misma vida de monotonía y tristeza de antes! ¡Oh! ¡Cuanto sufrí en esos momentos! Casi no me di cuenta de cómo me acosté. ¿Cuántas horas estuve despierto? No lo sé, a ciencia cierta, pero creo que fueron muchas. 48


Amanecía cuando me levanté para dirigirme aquí y volver a empezar la ardua faena. ¡A las seis y media de la mañana llegué! ¡Qué guayabo mi Dios! Luché mucho aquel día para calmar mi excitación y poder estar tranquilo. A cada momento venía a mi mente el recuerdo de aquellas horas felices, ya idas y un profundo suspiro salía de mi pecho para desahogarlo. Este fue un día terrible para mí. Cuánto sufrí. Le escribí para desabrumar mi alma de tanto sufrimiento. En efecto, le escribí, con la esperanza de recibir carta al viernes siguiente, pues cuál no sería mi sorpresa y al mismo tiempo mi alegría al recibir la tan ansiada contestación el miércoles por la mañana. No salía de la estupefacción que esto me causó, pues estas siempre se habían demorado tres y cuatro días en ser contestadas, mientras que ahora sólo se habían demorado dos. Dije antes que mi alegría no tenía límites. ¿Acaso no era para regocijarme? ¿Encontrarme tan triste y recibir cuando menos lo esperaba, el lenitivo de mi triste corazón? Qué consuelo más dulce sentía en lo Íntimo de mi corazón,

¡Oh! cuánta dulzura tienen aquellas frases trazadas por las deliciosas manos del ensueño de mi vida. Porque es ella, la que encierra todo mi ideal. Es ella la que alumbra la noche tenebrosa de mi existencia. Es por ella que lucho con valor y denuedo. No está de más decir que inmediatamente di contestación a su carta: Y transcurrieron los días, hasta ayer tuve la dicha de verla, aunque solo breves momentos a su lado. Pero habla en ella algo de raro. ¿Qué idea había en su mente? No lo pude descifrar. Sus miradas querían decirme algo que sus labios se resistían a pronunciar. Su cara siempre fresca y blanca como el lirio irradiaba alegría. Había en ella un no sé qué, que nunca había demostrado, como una inusual alegría cosa poco común, pues por lo general siempre seria, luego hasta tal punto que llego a creer que está disgustada. Irremediablemente tuve que separarme. Otra vez la infinita tristeza de costumbre. Como siempre, me dirigía a las doce a cumplir con mi deber, cuando me sorprende con un telegrama. En el primer momento creí que sería de mi casa.

después de leer aquellas frases llenas de amor, llenas de nobles sentimientos,

saturadas con el perfume de la inocencia de quien era su autora.

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Como siempre ocurre en estos casos, creí que fuera alguna nefasta noticia. Mas, ¡al abrirle y leerlo qué felicidad! ¡Era de Ella! Si. ¡Allí al pié estaba su nombre! ¿Y para que ese telegrama? Ah! Para felicitarme en el día de mi cumpleaños. (Cumplo hoy 21 años, pues nací el 28 de Abril de 1909). En verdad es que no tengo palabras adecuadas para expresar lo que sentí al leer esa felicitación. Pero algo así como una dulce sensación pasó por todo mí ser. Un ímpetu de amor abrazó mi corazón. Me sentí inmensamente dichoso. Quisiera en aquellos momentos haberla estrechado contra mi corazón, Para que al estar cerca a él, se diera cuenta exacta del inmenso amor allí depositado. No sólo amor, sino una infinita gratitud para con aquel ser que tanto me estima y ama. Porque, ¿cómo dudar de su amor después de leer aquel telegrama, concluido en términos tan expresivos como galantes? Es corto como bello, y naturalmente que cada cual da de lo que tiene y como ella es todo belleza, bellas son sus cartas y bello es todo lo que de su mente salga. Para mayor recuerdo copio aquí, en lo que puedo llamar “MEMORIAS SOBRE MIS AMORES CON LA GENTIL Y DISTINGUIDA SEÑORITA ESTHER SOTO”, el aludido telegrama dice así:

¿Habrá algo más bello y más significativo?

Es imposible. ¡Esther mi idolatrada Esther! De hoy en adelante te amaré con toda mi alma y con todas las fuerzas de mi corazón y si así no lo hiciera sería indigno de vivir, no tendría sentimientos y sería un monstruo.

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Con feliz Impaciencia he esperado contestación a mi carta del lunes. Parece que el Destino se ha propuesto martirizarme haciéndome esperar tanto estas, tan queridas para mí. Hoy termina este mes. En verdad no puedo quejarme de él, no estuvo mal. ¡Dentro de él tuve muy gratas impresiones! Mañana comienza el mes de mayo, el mes de las flores, el mes en que todas las plantas florecen es el mes de María. ¿Qué impresiones traerá? ¿Gratas o malas? ¿Contrariedades? ¿Bienestar y alegrías? ¡No lo sé! Esperemos.

Ojalá que por ser el mes en que las plantas se engalanan de flores, sea para los dos un mes perfumado por esas flores y que la planta de nuestro amor, se engalane también de flores llenas de ilusión y de esperanza.

No ha habido tareas hoy. Celebra el mundo entero la Fiesta del Trabajo. Nada más justo que rendir homenaje al que es fuente de todo bien y de toda riqueza; porque el trabajo ennoblece al hombre. El hombre que no ama el trabajo, es la polilla de la sociedad; es la desgracia de la familia. Ha principiado muy bien para mí el mes, ya que recibí carta de la que encierra todo el ideal de mi vida. He ahí toda la ilusión que alumbra mi pecho en los días en que no tengo la dicha de verla y conversarla. ¡Qué sublime sensación experimenta mi corazón cuando mis ávidos ojos recorren aquellas queridas frases que traen el consuelo a mi alma! Ellas encierran para mí un mundo sin fin de dicha. ¡Ellas saturan mi alma de aquel amor sublime que posee su autora!


Domingo. ¡He pasado hoy un rato delicioso en compañía de Esther! Al llegar a mi casa la encontré allí en compañía de su señora madre.

Bailamos algunas piezas. Qué delicioso es bailar con Esther.

Es una pareja admirable. No se siente cansancio. El ritmo de sus movimientos suaves expresa la suavidad de su carácter y la dulzura de su alma.

Así transcurrió el día, muy rápido por cierto, hasta por la tarde en que los acompañé a su casa, en donde no me demoré sino unos breves momentos dada lo avanzado de la hora. Luego, la habitual monotonía y la mortal tristeza que siento después de haber estado tan feliz al lado de ella, pero la separación es ineludible.


El lunes pasado le escribí pero aun hoy no he recibido contestación, por lo cual estoy impaciente esperando ese momento de dicha. Además que el próximo domingo no puedo ir a verla porque ese día se celebra la fiesta del Árbol, la Bandera, y la Madre. ¡Como se me van hacer de largos estos días sin verla!

¡Ocho días sin escribir nada aquí en este libro! ¿Por qué tanto tiempo? ¿Será por olvido? ¡No, no es eso! Es que en verdad es poco lo que tengo que escribir. El sufrimiento que marchita mi corazón es inmenso al verme separado de ese ser tan querido, de esa mujer idolatrada. ¡Van a ser quince días que no la veo y me parece que hace quince siglos! ¡Qué dicha más grande voy a tener cuando la vuelva a ver! El domingo pasado no fui a verla porque la fiesta de ese día me lo impidió. A pesar de haber tanta alegría, yo la pasé muy triste solo pensando en Ella, que tal vez podría estar conmigo. Pero tenemos que luchar con valor contra todos los obstáculos que en el camino de nuestro amor se nos presenten y estar seguros de que algún día veremos coronados nuestros más fervientes anhelos.

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¡Qué momentos tan felices fueron para mí, los que pasé ayer al lado de Esther! ¡No fueron más que dos horas que estuvimos juntos por la tarde, pero en tan breves momentos, fui muy feliz! Pero todo llega y todo pasa. ¡Esos instantes pasaron veloces y vino luego el sufrimiento, lo que más me atormenta: la separación! ¡Qué tristeza siento entonces! Tengo en esos momentos que hacer un supremo esfuerzo para separarme. De ahí viene que esté desesperado por partir pronto. ¿Por qué? ¿Es acaso que alguien me espera aquí? ¡No, no es eso! ¡Es que en aquel momento de la despedida siento el corazón traspasado por la espada del dolor y quiero hacer breves esos momentos de amargura! Cuán diferente es el pensamiento de Esther al ver mi afán por venirme.

Ella se imagina que tengo otro amor y cuán engañada está. Si ella penetrara dentro de mi corazón solo encontraría allí, un solo amor: ¡el de ella! Este pensamiento la mortifica grandemente. Ella sufre en silencio. Nunca me lo ha dicho, pero yo leo en sus miradas aquel sufrimiento. Esto me atormenta mucho. ¡Ser yo la causa de sus pesares! ¡Ah! cuánto me hace sufrir con esta idea. Y cómo hacerla creer que nadie más que ella ocupa mi corazón y que solo ella es la dueña de mi corazón. ¿Que solo ella es la dueña de mis pensamientos? Mis palabras son insuficientes y mis cartas lo mismo. ¡Sufre ella y sufro yo pero con gusto, puesto que la amo!

En estos días nada he escrito aquí, porque nada de particular ha sucedido. La monotonía de mi vida, es siempre la misma. Durante las horas de trabajo nada siento, pero en las horas desocupadas es cuando la nostalgia acude a mi alma, para martirizarla y es cuando el recuerdo de mi amada surge a mi mente con mayor insistencia, destrozándome el corazón y ver la distancia que nos separa. Esta monotonía solo es rota con el recibo de sus cartas tan llenas de amor. ¡Esas que cual el alegre trino de las aves vienen a dulcificar las horas amargas de mi desolación! Ah! si no fuera por ellas, mayor sería mi sufrimiento.

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Ayer visité a Esther.

Estuvimos en el parque, en aquel sitio saturado por el perfume embriagador de las flores. En aquel rinconcito de nuestro pueblo natal, todo respira amor y felicidad.

Estando allí junto a Ella me hace olvidar del resto del mundo. Ayer estaba encantadora, más bella que nunca con ese traje punzó que tanto le luce y que hace resaltar más su blancura. Parecía un clavel rojo abierto en la mañana primaveral Día a día me subyuga más su angelical presencia, y mayor es mi amor. ¡Los días sin verla se me hacen interminables! Una fuerza misteriosa me impulsa a ir. No puedo prescindir de ello. ¿Qué significará esa fuerza? ¡Ah! ¡pues amor y amor! Es eso precisamente lo que me impulsa.


Hace ya ocho días que nada escribo aquí, debido a que he estado enfermo. El martes pasado fue para mí un día como pocos. Pasar un día sin Esther constituye

para mí una verdadera calamidad.

Ese día vino acompañada de mi madre y una de mis hermanas. Llegaron en el tren de las once y después de pasar toda la tarde aquí, se regresaron (porque yo las fui a acompañar) a las cinco y media de la tarde. Me quedé en Guacarí hasta el otro día. En esta ocasión me parece que Esther estuvo más alegre que la última vez. Así quisiera verla siempre, porque la alegría es símbolo de juventud. Pero después de tanta alegría han venido días de tristeza, ya que ayer no pude irla a ver y solo le escribí. Ahora tengo que esperar hasta el próximo sábado para tener esa dicha. Solo faltan quince días para estar en vacaciones.


¡Qué día tan feliz pasé ayer! ¡Estar al lado de Esther constituye para mí una verdadera felicidad! Ayer estuvo en casa casi todo el día. ¡Estaba verdaderamente irresistible! Vestía un traje medio luto al estilo de la última moda, lo que hacía que resaltara más su belleza y elegancia. Nunca habla estado tan feliz como ayer al ver a Esther en mi casa.

Pero acontece que cuando se está feliz

las horas pasan con mayor rapidez, y así pasaron veloces cual ráfagas de viento.

Al morir del día, nos dirigimos al pueblo en compañía de mis hermanas. ¡Qué corto se me hizo el trayecto que hay de mi casa a la población! ¡Tenía que hacérseme corto! Así es, cuando estoy con ella, pierdo la noción del tiempo y me olvido de las penas. ¡Me encuentro transportado a un país lleno de ensueños! A mi mente acuden en tropel bellas perspectivas del futuro. Miro allá en lontananza una casita que brilla acariciada por los postreros rayos del Astro Rey que muere... y allí sentados los dos entrelazados solo pensando en nuestro amor, felices muy felices... su cabeza recostada a mi pecho oyendo las palpitaciones de mi corazón que salta lleno de gozo como si quisiera salirse de su sitio... Pero de repente la dura realidad me despierta y mi corazón se reprime al ver a un lejano aquel soñado idilio…. ¡Lejano digo! ¡Ah! No. en mi mente no está esa idea. Ha de ser pronto muy pronto, esa es mi obsesión. Llegada la noche y con una tristeza infinita me despedí de Esther, para dirigirme a esta lóbrega soledad. Después de unos momentos de dicha, muchos días de sufrimiento. ¡He ahí todo!

¡Ese es nuestro Destino!...

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Ayer Jueves de Corpus Christi, fue para mí un día de gratos recuerdos. Después de misa me fui a Guacarí. Encontré a Esther arreglando uno de los altares. ¡Qué bien quedaba en ese altar armado por sus delicadas manos! Verla allí en medio de las flores y demás adornos del altar resultaba verdaderamente encantador. Al anochecer ya me venía cuando Misiá Elena (su madre) me instó a que me quedara porque era el cumpleaños de don Agobardo (el padre) y tenía pensado celebrarlo de alguna manera. Ante invitación tan honrosa, no tuve más que acceder con todo gusto. ¡Qué rato tan agradable fue aquel! Todo allí respiraba alegría. Bastante fue lo que conversé con Esther. Casi puedo decir que

durante el tiempo que duró la reunión conversamos más que bailamos. Eso tenía que ser así, ya que teníamos esa oportunidad y no debíamos perder un solo momento.

No puedo menos de expresar aquí mi agradecimiento para Esther y toda su familia que con tanta bondad me reciben en su casa y me demuestran su cariño que lejos estoy de merecer. A las once y media de la noche terminó la reunión, y heme aquí hoy aguayabado escribiendo estas memorias y recordando con gratitud rato tan agradable.

El 21 y amanecer del 22 es otra fecha de muy gratos recuerdos. En ellas tuvo lugar otra reunión bailable en casa de don Francisco Hernández, con motivo del cumpleaños de su boda con Tránsito (hermana de Esther) La nota sobresaliente en ese baile, fue la cultura y la benevolencia de los dueños de casa, como también de todos los concurrentes. EI baile se inició a las once y media del 21 y duró hasta las cinco y media de la mañana del 22. Un rato verdaderamente agradable. Esther y yo siempre juntos charlamos bastante y bailamos lo mismo. Me agradan esta clase de reuniones porque me sirven para conocerla mejor y también para que me conozca bien, cosa que me parece esencial cuando se tiene intenciones de casarse. Los novios deben conocerse mutuamente para que después en la vida conyugal no encuentren obstáculos. Sucede a veces que dos enamorados se casan, a los pocos meses de conocerse y resulta que por la precipitación con que efectúan su enlace, no han tenido tiempo de conocerse a fondo. 59


Luego de casados comprenden que sus caracteres son bien distintos y he ahí labrada su desgracia, ¡un abismo insondable los separa pero ya es tarde! Eso precisamente es lo que yo quiero evitar. Que Esther, a quien idolatro, no vaya a ser desgraciada; que no vaya a sufrir una equivocación conmigo. De ahí mi insistencia en que me conozca, que estudie mi carácter y nada más propicio que esta clase de reuniones, donde cada individuo, por lo mismo que se ha tomado algunos tragos, deja ver bien claramente su cultura moral e intelectual. Yo por mi parte he sacado en conclusión que Ella posee un corazón demasiado bondadoso para merecerlo y que me ama verdaderamente. Por consiguiente después de esto la quiero a Esther con más ardor que antes y no es solo amor sino una gratitud sin límites. ¡Es tan bondadosa y tan buena!

Hace 15 días que estoy en vacaciones. Ahora puedo visitarla sino diariamente, al menos con mucha frecuencia. Bien quisiera estar junto a ella a cada momento pero para mí no hay felicidad más grande que oír su voz melodiosa y mirar esos ojos donde se retrata bien claramente la pureza de su alma. Si no la visito diariamente, lo hago para no acostumbrarla a ello, ya que en cualquier momento tengo que alejarme de nuevo y entonces sentirá con más furia la nostalgia causada por mi ausencia lo que también a mi acontece. Es verdad que bastante esfuerzo tengo que hacer para dejar de ir. Qué rato tan feliz pasamos anoche. Estuvimos juntos en función. Estos son momentos inolvidables y ahora que estoy en vacaciones estos acontecimientos o aquellos donde hallamos estado juntos en reuniones que por ser de inolvidables recuerdos, merezcan ser anotados.

Acabo de pasar una

grave enfermedad.

Cuánta gratitud para Esther y toda su familia que tan bien se manejó conmigo. En cuanto a Ella no hay palabras adecuadas para expresar mi gratitud hacia ella. Con cuánta solicitud me atendió durante los momentos en que estuvo aquí. También es verdad que ella sufrió mucho viéndome enfermo. Tal vez pensaba con horror en un desenlace fatal y esta sola idea la aterraba. Afortunadamente con sola su presencia vino a mi alma la tranquilidad y la calma y en mi cuerpo sentí disminuir el peso de la enfermedad. Al pasar aquellas manos suaves y finas por mi frente febril era como si una fresca brisa me acariciase y así sentía más frescura de la fiebre que me devoraba.


Dos acontecimientos bien distintos han ocurrido en estos últimos días. El primero, bien triste por cierto, es la

enfermedad de Esther.

Durante este tiempo en mi alma solo se ha posado la tristeza y se ha enseñoreado como una reina en su palacio. Los días se me han hecho monótonos, insoportables. Gracias a Dios ya está mejor y pronto podré mirar de nuevo su angelical rostro y ver retratada en él, aquella dulzura que expresa bien claramente la nobleza de su corazón y que la hace más bella. El otro acontecimiento es distinto, en cuanto que es motivo de alegría tanto para ella como para mí. El es el de haber salido exento de prestar servicio militar obligatorio. Este asunto tuvo a Esther durante mucho tiempo, bastante preocupada, y no sin razón, puesto que si me hubiera tocado el sorteo, habría significado en nuestro amor, una separación de muchos meses y por consiguiente un atroz sufrimiento. No solo para ella sino también para mí, porque aunque yo estaba resuelto a sacrificar nuestro amor en aras de la Patria, no por eso dejaba de pensar con verdadero dolor el inmenso sacrificio de que iba a hacer víctima a la mujer a quien amo. Más he aquí, que el Destino compadecido de nuestro amor ha querido que triunfe el deseo vehemente de Esther, viéndome libre del servicio militar y por lo tanto siempre junto a ella. Por mi parte no puedo estar más feliz al verla en estado de mejoría y yo completamente libre. Su salud y mi libertad era el mismo día, son una verdadera coincidencia digna de anotarse aquí y de tenerla siempre en cuenta en los anales de nuestro amor. De ahora en adelante, ya vencido uno de los mayores obstáculos lucharé por llevar a la realidad el sueño dorado de nuestros corazones.

De nuevo se halla Esther enferma. Estuvo algunos días bastante mejor; pero por no cuidarse ha vuelto a recaer. La tristeza ha vuelto a renacer en mi corazón. Mientras ella padece de fiebre, mi corazón padece de nostalgia. Pues ¿qué es para mí la vida sin ella? Un caos. De mi vista desaparece la alegría y solo se presenta ante mí la tristeza el tedio y todo para mi es negro, sin luz. Quisiera Dios que mis oraciones sean oídas y que pronto pueda verla, radiante de alegría y llena de salud.



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Casi un mes ha pasado sin que haya anotado nada. Lo anterior lo escribí en el Cerrito cuando volví allí en desempeño de mi deber, pero acontecimientos inesperados que nada tienen que ver con el objeto de estas anotaciones y que no las escribo aquí, me hicieron volver a mi casa en donde he pasado la mayor parte de este tiempo. En Buga también quedé algunos días, pero por ahora no pienso alejarme a ninguna parte. Durante este tiempo puedo decir nada de anormal ocurrió. Por eso, bien poco es lo que tengo que decir.

Sin embargo, el mar no está siempre bonancible pues de cuando en cuando sus olas se agitan mecidas por el viento y las unas con las otras se

chocan enfurecidas como si quisieran castigarse.

Es de allí de donde sale la tempestad que hace surgir el mar y temer a los navegantes. Así en el amor no siempre es todo paz y bonanza. Puede la tranquilidad reinar por un tiempo, pero de repente llegan como una agitación y

aquellos corazones son víctimas de la tempestad que en el mar de ese amor se ha desatado y los navegantes en él temen por su amor.

¿Qué nos impulsa a escribir esto? No lo sé. Pero algo así como un presentimiento me dice que pronto la tranquilidad de nuestro amor será destruida por una fuerte tempestad. Que podrá ser la causa de su destrucción. Si nuestro amor y nuestros corazones, con una fuerza de voluntad inaudita, no se oponen a ello, luchando en ese mar embravecido con denuedo y valor. ¿Y que es lo que va a ocurrir? Tampoco puedo decirlo. El tiempo se encargará de ello, pues es él, el mejor oráculo. Si bien es cierto que para leerlo es necesario esperar y tener paciencia, pero nada cuesta esperar un poco. Por mi parte, estoy dispuesto a luchar para salir triunfante, emplearé todo mi valor. 64


Ayer después de escribir lo anterior y ya por la tarde llegó Esther. En verdad que estos momentos fueron de verdadera felicidad. Es la única manera de conversar y expresar nuestras ideas, porque aunque tengo la entrada franca a su casa, allí nada podemos conversar debido a la estrecha vigilancia. Aunque la conversación sea sobre cosas sin importancia, no es agradable que otra persona, se entere de ello. De allí que haya tomado la resolución de no visitarla diariamente, aunque esto es para mí un verdadero sacrificio.

Nada hay de más feliz que poder admirar diariamente al ser amado y escuchar sus palabras que son siempre algo así como una música celestial. ¿Pero qué hacer? Ella no es la culpable y sin embargo, es quien se ve sujeta a sufrir el castigo (si tal puedo llamar mi ausencia). Por mi fatal destino, veo alegre la hora que con más vehemencia he deseado, cual es la de unir nuestros corazones en uno solo. El destino es inexorable y ninguna compasión tiene por sus víctimas; parece que se complaciera en su sufrimiento.

Ayer escribí a Esther. Escrita casi contra mi voluntad pero dictada por el deber, era una carta en verdad en términos duros para ella, mas, la verdad es amarga pero satisface y tenía que ser así. Ante la imposibilidad de unir su vida a la mía dentro de poco tiempo, tenía yo que hacerle ver esto para que ella resuelva estas dos situaciones. Desiste de mi amor o me espera hasta que esté en capacidad de hacer efectiva nuestra ilusión.

AI escribirle esa he querido ver hasta qué punto me ama.

Si su amor es verdadero no desistirá por ningún pretexto sino por el contrario sufrirá con paciencia todas las contrariedades que nos sobrevengan. Si por el contrario, su amor no ha sido más que una mera ilusión, (lo que jamás sucederá) entonces desistirá sin preámbulos. Tal es, en síntesis, lo que le decía mi carta. Desde que la fatalidad se cierne sobre mi cabeza como una negra sombra, mi cerebro ideó escribirle esa pero me había faltado el valor moral para ello y tras larga y sostenida lucha, la voluntad presta en acción, triunfó sobre todo lo demás. Mi decisión fue puesta en práctica; mas para hacer todo esto, mi corazón ha sufrido hasta lo indecible. El amor encerrado en él, pugnaba por no dejarse vencer. Mas su lucha fue inútil ante el deber, y por eso triste y abatido dejé que mi cerebro ideara la carta y mi trémula mano, que parecía oponerse, trazó sus caracteres. ¡Para mí fue un momento de los más angustiosos y desesperados que hasta ahora haya experimentado! Hoy, después de haber entregado a Esther la carta, (quizá fatal para ambos) mi corazón vive momentos de angustia y desesperación en espera de su contestación, que ha de decidir el asunto.

¿Cuál será su respuesta? No lo sé. Ni siquiera puedo imaginarme.

Espero y nada más. 65


Hoy recibí la anhelada contestación. La tranquilidad ha vuelto a renacer en mi corazón y ahora lleno de gozo y de amor descansaré tranquilo. La respuesta ha sido bien favorable en verdad. Nada otra cosa podría esperar, persuadido como estaba de su amor. Con esta me ha probado Esther, cuán grande y sublime es su amor. Ha demostrado amarme con un amor sin límites. Porque precisamente esa carta que le dirigí no era otra cosa que una exigencia, una prueba de amor. ¿Dudaba yo de su amor? No, pero necesitaba estar plenamente convencido de ello ¿y ahora podré dudar? Jamás, sería una iniquidad...En cuanto a mí, sé decir que si antes la amaba, ahora la amo mucho más y la amaré eternamente, a nada otra cosa me obliga su comportamiento. La suerte me ha sido adversa. Sabré luchar de hoy en adelante con verdadero valor y confiando a el Todopoderoso que sabrá recompensar mi paciencia y sostener además mi amor y tan grande y sublime de ella, hasta coronar nuestro ferviente deseo. Se me pasaba hacer una pequeña censura a su carta. En ella se nota algo de reproche, pero Esther no carece de razón al hacérmelos, porque al escribirme aún había duda en ella del motivo verdadero que me impulsó a enviarle la mía y su espíritu atribulado y angustiado dejó escapar esos reproches, quizá sin ella quererlo. Pero ya la tempestad ha pasado completamente, pues hoy he vuelto a escribir reafirmándole mi amor y jurándole amarla hasta morir. Después de todo esto, ¿qué es lo que en mí ha pasado? No sé explicarlo, pues algo así como una inmensa gratitud siento hacia Esther al ver su conducta tan leal y mi amor más

grande que antes. 66


Durante este mes nada he escrito porque nada de anormal ha acontecido. Todo ha sido tranquilidad. ¿Y qué ocurre hoy, que tomo la pluma para escribir? ¡Ah! ¡Es que hoy precisamente se cumple el primer aniversario de nuestro amor! ¡Un año hace que nuestros corazones palpitan al unísono! Parece un sueño fantástico que haga ya un año. ¡Qué rápido ha transcurrido el tiempo! Un año ya y sin que conozcamos la primera contrariedad ni el primer disgusto lo que es un caso excepcional si se toma en cuenta que en el amor siempre hay disgustos. ¿Y nosotros por qué no hemos disgustado? Es muy sencillo. Nuestro amor es un amor bien entendido y en él no se vislumbra ni la más leve parte del amor material, sino que es completamente moral. Nuestras almas son las que se aman y el amor emanado del alma no puede haber contrariedad, si las dos almas se parecen en su fondo moral. Mientras tanto que el amor material está lleno de ruindades. A cada paso encuentra rivalidades, y todos los actos ejecutados por cualquiera de los dos amantes se vuelven para ella un motivo de disgusto. Tal es a grandes rasgos las dos clases de amor que en la vida pueden hallarse. Es el hombre el que puede escoger entre ambos, puesto que conociendo la debilidad de la mujer puede conducirla por el camino escogido a su capricho o hacer de ese amor un amor lleno de ideales puros o un amor depravado por un capricho. Conociendo estos dos puntos, tan diferentes del amor, he seguido el primero y por eso de mi amor a Esther he hecho el ideal más grande de mi vida. He querido elevarlo a la cumbre más alta. Nada otra cosa podría hacer al encontrar un corazón que como el de Esther. Está inflamado de nobleza y lleno de la más pura inocencia. Sacarlo de esa inocencia y mostrarle las negruras de la maledicencia sería un crimen. Mis más ardientes deseos son porque ese dechado de inocencia y de pureza no sean manchadas jamás por los rayos deslumbradores del mundo profano. Tal es el secreto que los dos tenemos para no disgustar.

La comprensión de nuestras almas.


Muy felices pasaron aquellos breves momentos armonizados por los acordes de la música que aleja de nuestro ser, toda nube de pena y nos transporta a un mundo de ensueño y de felicidad.

Ayer fue un día de verdadera alegría para mí. Por la mañana recibí un regalo de Esther, de un valor inapreciable. Aunque ella creerá que eso nada vale, más, yo no lo aprecio por su valor material sino por el moral, que no tiene cifras numéricas para expresarlo. En su felicitación de Año Nuevo que me envía en una postal, se lee claramente la grandeza de su alma y la pureza de aquel corazón lleno del más puro amor. Nada más bello que aquella dedicatoria más bonita aún que el paisaje que la postal representa. ¿Cómo hago yo para no amar con toda mi alma a aquella criatura angelical, si día a día cautiva más mi corazón? Ni amándola con toda la fuerza de que sea capaz mi corazón, me bastará para recompensar aquel amor tan grande y tan sublime que ella me profesa. Decía al principio, que el día de ayer había sido de verdadera alegría. ¿Y no había de serio estando juntos casi todo el día? Toda la tarde de ayer la pasó Esther aquí en mi casa y esto es para mí el motivo más grande de felicidad. Por la noche también, estuvimos juntos en un baile donde Blanca Soto de Rendón. 68

Porque la música es algo que sublima el alma y nos hace comprender cuánto hay de bello y armonioso sobre la faz de la tierra. Aquellas notas melodiosas al desprender del instrumento que las produce, rompen el silencio del aire y llegan a lo más hondo de nuestro corazón despertando en él, los sentimientos del amor y la ternura. Por eso aquellas horas que se pasan al lado del ser querido, dejan en nuestro corazón tan gratos recuerdos y nunca se olvidan. Ha comenzado un nuevo año. ¿Qué sorpresas traerá a nuestro amor? Imposible penetrar los misteriosos velos del futuro. Quiera el cielo que para nuestro amor sea este año un torrente de felicidad y especialmente para mi bella e idolatrada Esther, quien es digna de vivir en un paraíso de felicidad en donde no sienta las crueles decepciones de la vida que tan amarga la hacen. Quiera Dios oír mis súplicas para que la dicha cuide siempre en aquel corazón noble y generoso y que la felicidad sea siempre su compañera.


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Muy bien Esther. Nada más bello has podido escribir.

Es esta la página de oro de este libro. Quienquiera que lo lea no podrá decir otra cosa. El estilo tan natural de esas frases hace de su laconismo todo un poema de belleza. ¡Esther! Al recibir esas cortas frases ha puesto en ellas toda la pureza de su amor. Se cree incapaz de escribir algo que merezca ser grabado aquí, pero ella no tiene en cuenta que a sus encantos físicos y morales une un gran talento escondido como la cándida violeta. Además, ella es tan humilde que no quiere reconocerse todos esos méritos. Pero yo que la estudio de lejos, me doy exacta cuenta de todo cuanto ella puede valer por sus virtudes y prendas personales y no dejo de reconocer que lo que escribió es digno no solo de estar en este mal escrito diario, sino en alguna otra parte en donde el mundo entero se diera cuenta de su belleza. Quizá con el correr de los tiempos esto se cumpla.

Desgraciadamente

no tengo palabras adecuadas

para expresar lo que en verdad vale la página escrita por Esther.

Más de quince días hacia que nada escribía, pero no ha sido por olvido sino debido al estado de ánimo en que durante todo este tiempo me he encontrado tantas amarguras que mi alma ha experimentado, no por causa del amor, sino por otras muy particulares, han hecho de mi vida en estos últimos días, un teatro de inquietudes y zozobras del cual he salido victorioso, gracias a aquella fuerza superior que se llama amor. Porque preciso es decirlo, si mi alma no tuviera aquel dulcísimo consuelo de mi ser amado, ha mucho tiempo que no existiría. Ha habido momentos en que mi alma se ha debatido presa de la más grande desesperación, dejándome anonado por su peso, con la más terrible desilusión dentro de mi ser, mas de pronto en mi mente agitada y dolorida surge como un destello de luz de entre las tinieblas, el recuerdo de aquel amor, de aquella alma caritativa que cifra sus más caras ilusiones en mi. Entonces, como si despertara de una pesadilla me he dicho: es preciso que viva, que no mate aquellas ilusiones, que no mate aquella alma noble y pura que me ama, con el más casto y puro de los amores. Es preciso que mi alma viva por ella y para ella. Es entonces cuando la alegría vuelve a mi corazón que palpita estremecido por la infinita alegría que le causa amar y ser amado. De ahí mi eterno agradecimiento para aquella noble y abnegada mujer que ha sabido robar la calma a mi corazón o porque ella es mi dicha en la prosperidad, mi consuelo en la adversidad. Jamás, por muy grande que sea mi amor,

alcanzaré a recompensarle todo cuanto le debo.

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Ayer estuvo Esther aquí en mi casa. A decir verdad cuando ella se pasa un día aquí, es para mí un día de verdadera felicidad, porque entonces tenemos tiempo de conversar y decimos cosas que durante mucho tiempo han estado en nuestra imaginación sin que hayamos podido comunicárnoslas. Si bien es cierto que la visito frecuentemente, pero a pesar de eso, durante esas visitas nos vemos obligados a permanecer en silencio, pues siempre debe haber alguien con nosotros. Las conversaciones amorosas no deben tener un tercer auditor... Las horas de ayer pasaron veloces, con la

rapidez del relámpago,

como acontece siempre que se es feliz. Después de tener estos ratos de expansión mi alma se siente feliz y mi corazón más lleno de amor. Me parece pequeño el corazón para amar a Esther y si más grande fuera mi corazón, más grande seria mi amor. Es tanto el amor que le profeso a Esther que hasta en la más íntima fibra de mi corazón arde ese amor. Nunca he amado una mujer como a esta. Es decir, es mi primer Es mi primer amor, porque a pesar de haber tenido muchos más, nunca he amado como ahora y esos amores no han dejado ninguna huella en mi corazón. Es mi último amor, porque si algún día nuestras relaciones se rompieran (lo que Dios mediante no ha de suceder sino con la muerte) difícil me sería volver a amar con amor verdadero como a Esther,

¡porque solo una vez se ama en la vida!

El primer amor nunca se borra y si se olvida y si se deja pero nunca dice adiós. Así es que nunca jamás podré olvidar a Esther, ocurra lo que ocurriere. Por mi parte desecho como mal pensamiento el tener que dejar de amarla, pues me parece enigmático encontrar otra mujer, que como Esther reúna todas las cualidades de una buena esposa. Lo único que puedo decir acerca de sus bellas cualidades es que mi humilde vocabulario es muy escaso, para describirlas, y todo cuanto de esas cualidades diga es pálido comparado con la realidad.

No puedo menos de anotar aquí la pena que hoy aflige mi corazón. ¿Por qué se aflige mi corazón? ¡Ah! es la ausencia del ser querido, la causa de ello. Pues hoy como de costumbre salí de aquí de mi casa para el pueblo, con el corazón lleno de esperanza y con ese dulce anhelo que se siente cuando se va a visitar a la mujer idolatrada, pero cuán grande no sería mi sorpresa y al mismo tiempo mi despecho al saber que Esther no estaba en su casa porque se había ido para el Cerrito. ¡Con una de sus tías! Jamás habla sentido tan hondo pesar como el que hoy he tenido. Quizá se deba esto a que yo no esperaba tal noticia. 72

y último.


Si un rayo hubiera caído cerca de mí, no me habría sorprendido tanto. Hasta ayer tarde paseamos juntos en el parque sin que ella ni yo tuviéramos idea, de que hoy no nos veríamos. Qué cosas tan raras pasan en esta vida! Me imagino con cuánto pesar se iría sin haber podido avisarme a tiempo y la preocupación que todavía a estas horas tendrá, pensando en que me haya disgustado por su viaje inesperado. Pero no, en lo que menos he pensado ha sido en esto, y menos aún habiéndome dejado una carta en la que me expone como ni ella tenía idea del viaje. Vida mía, me pide perdón por ello como si fuera culpable y me pide que no me disguste. Con esa carta aunque me hubiera causado disgusto su partida inesperada, me habría desarmado y mi disgusto habría cesado. Más, ¿cómo la voy a culpar si hay cosas en la vida, de las cuales no se tiene ni la más remota idea? ¿Y por qué me voy a disgustar porque ella pasea y va a distraerse? Bien sé que estas son cosas necesarias al espíritu, que al fin se siente fatigado de Ia diaria rutina y por lo tanto necesita de expansión. Yo mismo le he aconsejado muchas veces, que salga a pasear a distraerse que eso le asentará admirablemente. No se lo he aconsejado por que quiera estar separado de ella, sino porque veo que es en su beneficio. ¿He de decir verdad? ya no puedo acostumbrarme a que pase un solo día sin verla. ¡Tanto la amo! No pasarán muchos días sin que haya ido verla, pues quiero ser feliz aun cuando sea por breves momentos. Oh! Esther de mi alma, ¡tú no te das cuenta de la grandeza de mi amor!

Solo yo sé, ¡cuánto te amo!

Según me dice en su carta, permanecerá ocho días en el Cerrito, los que se me harán siglos... 73


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No pudiendo resistir mucho tiempo sin ver a Esther, fui al Cerrito a verla, al día siguiente de su partida. No podía ser de otra manera puesto que la amo y estoy acostumbrado a verla diariamente y la falta que me hace es mucha.

Así es que el citado día (3 de marzo) como a eso de las doce, salí en mi inseparable compañera

la bicicleta

que tantos servicios me ha prestado y que siempre está llena de voluntad para servirme. El camino se me hizo corto y suave, a pesar del sol tan ardiente, mas yo no hacía caso a nada porque solo

Inútil es decir lo feliz que aquel día estuve y lo rápidas que pasaron las horas. Hasta las nueve de la noche estuve conversando con Esther. Pero, ¿qué ideas cruzaban por el cerebro de Esther? ¿Qué dolor había en el pecho? Yo no sé. Lo cierto es que a veces se quedaba absorta y pensativa y en su rostro se notaba claramente que en su corazón había algo que la entristecía. Al preguntarle la causa de esa tristeza, me respondía que nada le pasaba, mas para mí, su respuesta no me era satisfactoria. Es verdad que no es la primera vez que ella está así. Muchas veces o mejor dicho casi siempre, su rostro tiene la misma expresión. A decir verdad, esto me hace sufrir mucho. ¿Es acaso mi presencia sea la causa de su melancolía? ¡Claro que no! Entonces ¿qué es? Para mí es un enigma. Tal vez en su pecho se oculta un secreto pesar y el cual no quiere revelarme. Aquella noche en el Cerrito, yo atribuí su tristeza a que quizá la idea de mi partida la entristecía. Con este pensamiento me tranquilicé un poco. Pues a mí me entristece también verla así porque yo solo deseo que ella sea feliz. La noche la pasé bastante mal. De mi cerebro no se apartaba aquel interrogante que siempre se abre ante mí, cuando la miro asa entristecida, sin saber cuál es la causa verdadera. Amaneció y llegó lo irremediable, mi regreso. Esta hora fue para mí más fatal que cuando supe que se había ido. Sentía el corazón oprimido y experimentaba una amargura infinita en todo mí ser. Más, era preciso partir y salí con el alma llena de nostalgia. La miré a los ojos y vi más acentuada aún su tristeza, pero ahora tenía razón. Desde entonces, mi vivir no ha sido más que un continuo sufrir y lo será hasta que tenga la inmensa dicha de volverla a ver.


Hoy he regresado del Cerrito de ver a Esther. Desde ayer por la tarde estaba allá. Con cuánto anhelo salí de aquí. Qué dulce sensación sentía, y mi pecho al recordar que dentro de breves momentos habría de verla. ¡Y cuán encantadora estaba! Y también, cuánto habla cambiado esa tristeza que siempre la ha acompañado. ¡Había vuelto a ser alegre y sonriente y qué encantadora es así! Las horas como siempre pasaron vertiginosas. Por la noche estuvimos en el parque, en donde conversamos agradablemente escuchando los alegres acordes de la banda. El ambiente saturado por el perfume de las flores y alegrado por la música sólo convidaba a ser feliz. En verdad que lo éramos. Mas, sin embargo, a veces acudía a nuestra mente el recuerdo de que horas más tarde, estaríamos de nuevo separados, y entonces una nube de tristeza ensombrecía nuestros semblantes. Pero cuando yo advertía esto, recordaba a Esther que no pensara en el futuro sino en el presente y así pronto volvía a animarnos la alegría. Más, todo llega y todo pasa. Aquella felicidad no fue más que un sueño, fue la rapidez con que transcurrió el tiempo, quedando sólo el recuerdo de aquellas horas de tanta felicidad y que en estos momentos no hacen más que ahondar mi pesar. Hoy más que nunca con Esther y si a mi corazón le fuera posible amar más, más la amarla.

grande mi amor

también mi sufrimiento,

Así como es , lo es por que han de pasar muchos días sin que pueda ver a Esther.

Cuán largas y penosas se me harán los días y en mi alma solo anidará el sufrimiento. Pero todo este martirio será compensado por un sólo instante que esté junto a Esther. Mis oídos sean deleitados con el dulce acento de una voz y mis ojos se extasíen en la contemplación de su rostro angelical y embellecido por la aureola de su encantadora sonrisa. Serán momentos en que me vea transportado a un mundo de sin igual belleza, en que se borrarán de mi mente tantos días de dolor. Ante este solo pensamiento, mi corazón late acelerado y mi alma se llena de inefable alegría. Esta idea es y será durante todo el tiempo que esté lejos de Esther el sostén de mi vida y la fuente donde mi alma mitigue la sed causada por tanto sufrir. 76


¡Oh! Esther, alma de mi alma: quizá mientras yo trazo sobre este libro estas mal redactadas frases (son las diez y media de la noche), tú duermes con aquel sueño que da la inocencia y que se asemeja al de los niños soñando quizá con el ser amado. Que se encuentra lejos o quizá sueños con un coro de ángeles que al son de sones angelicales,

y se entretienen jugando con los rizos de tu blonda cabellera. Que luego cansados de jugar se sientan a tu lado para acariciar, con sus ebúrneas manecitas,

en donde reposa tu inocencia


Tres semanas habían pasado sin ver a Esther. ¡Qué días tan tristes han sido éstos! Jamás había experimentado dolor igual. Mas, todo eso ha pasado y hoy he olvidado todo ese sufrimiento, para ser inmensamente feliz, al volver a ver de nuevo al ser que sobre la tierra encierra lo más preciado para mí. Nunca la he visto tan bella y jamás su rostro encantador ha despedido destellos de alegría iguales a los que hoy he observado en su divina faz. Sus expresivos ojos al mirarme quieren interrogarme. Qué he hecho durante el tiempo que no nos hemos visto, y me dicen además, ¡cuán grande es el placer que sienten al verme! Por mi parte, no tengo frases adecuadas para expresar mi felicidad. ¿Y habrá algo que pueda igualar aquella dicha que se experimenta al ver de nuevo al ser amado después de largos días de ausencia?

¡Ah! ¡Es imposible! En esos momentos, se olvida el pasado, lleno de sufrimientos causados por la ausencia, para vivir únicamente, el presente lleno de encantos y de alegría, olvidándose el futuro que se abre a nuestros ojos, un inmenso interrogante.

Ese es el amor, una zozobra constante, hoy se es feliz y mañana se tiene que sufrir amargamente, pero en un momento de felicidad vale tanto, o repone muchos años de cruel sufrimiento. Cuando en el amor se acaricia la dulce esperanza del matrimonio, entonces, por grandes que sean los sufrimientos nos parecen pequeños comparados con la infinita felicidad de unir nuestra alma, a la del ser que es nuestro ensueño, y entonces todo se llena con la resignación que solo sabe dar el verdadero amor. Aquel amor noble y puro que desconoce al destructor del amor, cual es el interés. En el amor que entra el interés como factor principal, los sufrimientos por pequeños que sean, parecen insoportables, y a ese amor, cualquier vientecillo por insignificante que sea, lo destruye, porque es como un edificio fabricado sobre arenas, mientras que un amor en que no entra para nada el interés, no lo destruye ni el más terrible de los huracanes, pues ese es edificio fabricado y cimentado sobre roca...


Casi un mes ha pasado, sin hacer ninguna anotación. ¿Y eso porqué? Ah! pues durante este tiempo he estado ausente. Hoy he vuelto a ver a Esther, pero he aquí, que toda esa ilusión que experimentaba mi corazón por ver a ese ser tan preciado, se ha trocado en tristeza y dolor. Pensaba encontrar a Esther como siempre, radiante y llena de alegría. Mas, la fatalidad que desde hace algún tiempo me acompaña, ha hecho que los días de sufrimiento, se me prolonguen y ha querido que llegue a su casa, no para verla feliz por mi regreso sino en cama padeciendo una terrible gripe. ¡Qué pesar tan grande he sentido con esto! Pobrecita, mi negra idolatrada. Quiera Dios que pronto la vea yo llena de salud, pues sus penas y dolores son míos. Hoy ella padece una enfermedad corporal y yo padezco una enfermedad espiritual. Mi corazón se siente abatido ante cualquier quebranto de salud que ella padezca, Con

pues mi único anhelo es su felicidad.

Está mejor. Bendito sea Dios. Con su mejoría ha vuelto a renacer la calma y la tranquilidad en mi pecho. Ya sé que puedo ir a su casa y pasar horas de verdadera felicidad a su lado conversando con ella al menos durante esta semana que permaneceré aquí. No sé qué me sucede, pero lo cierto es que a medida que pasa el tiempo, mayor es el amor que le profeso. Es que ella ha sabido captarse de manera irresistible mi amor. Me hallo completamente prisionero en sus redes. Su corazón ha robado el mío.

¡Pero con este amor soy inmensamente feliz y cuanto más grande sea mi amor por ella, mayor mi felicidad!


Con la celeridad del relámpago han pasado estos días que he permanecido aquí en casa de mis padres y hoy tendré que alejarme de nuevo. Hoy más que nunca, me voy con el alma llena de dolor, pues he tenido la dicha de ver a Esther antes de partir, porque a causa del invierno no he podido salir ni ayer ni hoy. La amargura será la compañera inseparable de mi vida durante el tiempo que permanezca lejos de Esther. Mi vida es un continuo sufrir. De ella sólo se ahuyenta el sufrimiento cuando me hallo junto a ese ser que todo es bondad y dulzura. A su lado me siento protegido contra todos los embates de la vida y junto a ella nada temo, porque me siento transportado a un mundo en donde todo es paz y tranquilidad. Sólo diré que he llegado al pináculo de la felicidad cuando su alma, pura y sin mácula, sea una misma con la mía.


Mucho tiempo hacía que no pasaba un día tan feliz como el de ayer. Estuve, junto a ese ángel, que ocupa todos los instantes de mi vida y un momento junto a ella equivale a un siglo de felicidad. Durante las primeras horas de la noche estuvimos en una reunión bailable en casa de don Manuel Rendón. Horas son estas que en el alma dejan una impresión y más, si se tiene en cuenta la hidalguía y caballerosidad de los dueños de casa que llegan hasta abrumarlo a uno con sus atenciones.

Cuando en el corazón está encendida la llama del amor, tiene la música notas que llegan hasta su fondo y se siente,

un no sé que de felicidad, el cual mi escasa inteligencia es incapaz de descubrir. Tales fueron las horas fugaces vividas anoche. Horas muy cortas en verdad, pero las cuales fueron de inmensa dicha. Quisiera aprisionar aquellos momentos y que nunca se escapasen. ¡Ah! Pero no, ellos no escaparan nunca porque en mi corazón y en mi mente quedarán impresos eternamente A veces, me asusta tanta felicidad, porque pienso con horror que ella huya para nunca más volver, pero no, no huirá mientras Esther me ame, porque su amor constituye toda mi dicha, y mientras ella me quiera, nada me arredrará en la vida.

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Casi un mes se ha pasado sin hacer ninguna anotación pero es que acontece que nada de extraordinario ha acontecido en el cielo azul de nuestros amores. La vida a veces se vuelve o la volvemos rutinaria. De ahí, que todos los acontecimientos diarios sean iguales. Esto, refiriéndose a lo material, porque en el espíritu sí se notan variaciones o impresiones diferentes. Tal es, lo que a mi espíritu le ha acontecido en estos últimos días, después de haber leído el bello y sentimental poema de Jorge Isaac: «María». ¿Cuál es la causa de ello? ¡Es sin duda ninguna, el extraordinario parecido entre la protagonista del citado poema y mi encantadora Esther! Si Jorge Isaac existiera en la actualidad y no ha muchos días hubiera escrito obra sublime, dijera yo que ha copiado de Esther esa alma purísima, esa belleza, ese encanto y esa sencillez y naturalidad con que él supo adornar a su María! Para otra persona que no sea yo, puede parecer incierta esta comparación, pero para mí que he apreciado y que conoce a fondo a Esther, no pasará desapercibida la semejanza, ni me parece incierta. Al leer María me parece haber estado leyendo en el alma de Esther y una muda veneración he profesado a aquella noble y abnegada criatura que murió de amor esperando con santa resignación, ver llegar al ser amado para darle el último adiós y en un profundo suspiro darle su alma entera. Mi vida, con el amor de Esther, es un poema, pero que no tendrá el desenlace que Jorge Isaac quiso darle al suyo, sino que el mío, real y verdadero, me conducirá a la

gloria, a la felicidad.

Hacia unas tres semanas que no tenía el inmenso placer de leer carta de Esther. Anteayer la recibí. Como todas las que me ha escrito, ésta tiene la misma naturalidad y sencillez con que siempre sabe adornarlas y por lo tanto bellas como su alma y puras como su corazón. Para mí, Esther es un ser de una infinita dulzura, de una ternura inconcebible, que a veces creo mi amor insuficiente, porque ella es grande en el amor, grande de alma y pensamiento y como todas las cosas grandes, necesita un amor grande, un amor capaz de recompensar todas sus grandezas. Mi amor por ella es inmenso, lo reconozco y sin embargo, me pregunto si aún será poco para ella. De ahí que día a día me esfuerce por amarla más, hasta llegar a lo imposible.

He hecho de ella, un ídolo, un dios y como a Dios se le venera en el altar, le tengo un altar:

mi corazón.

Es mi reina, la reina de mi amor. La reina gobierna sentada sobre un trono de oro. Su trono es mi corazón, en el cual reina desde que la conocí y reinará hasta que exhale el último suspiro.


Una semana había pasado, en la que tuviera la dicha de ver, hasta que hoy ha llegado ese momento de eterna felicidad. Al contemplarla de nuevo, mi corazón se ha inundado de una felicidad indecible. Hoy, la he encontrado más bella, más encantadora que nunca, aunque para mi, siempre la hallo bella, pues a veces, su belleza, se acentúa y es cuando su rostro se anima y sus labios dejan entrever una sonrisa inefable sus ojos despiden mayores destellos y en fin, cuando está alegre es cuando es más bella. Por eso, quisiera verla siempre así, alegre y sonriente. Pero esto no es posible. Pues a veces se muestra triste y taciturna sin que hasta ahora haya yo podido saber la causa de ello. Es un enigma indescifrable, pues nunca ha querido decirme la causa. Pero en fin, éstas son trivialidades que en nada disminuyen el amor que le profeso. Lo único que hacen es preocuparse, porque creo ser la causa de sus tristezas y a todo convengo, menos a que ella sufra por mi causa. Siempre he deseado su felicidad y éste es mi más grande anhelo y cumpliéndolo, cumplo con un mandato de mi corazón que la ama con todas sus fuerzas y que solo desea su dicha que imperativamente me manda a que por ningún motivo la haga sufrir.

Esto lo cumpliré... en cuanto esté a mi alcance.


Cuando detenidamente, pienso en las bellas cualidades que adornan a Esther, me quedo estupefacto ante tanta grandeza y mi alma, en un paroxismo de amor, quisiera con frases inmortales grabar aquellas cualidades y buscar en la musa, el estilo apropiado para describir tanta hermosura. Pero, si mi alma esto anhela, mi escasa inteligencia no es capaz de reproducir con acierto, cuánto mi alma desea. Sin embargo, aunque escasamente mi cerebro, impulsado por una fuerza superior de mi corazón, rudas pero en sinceros versos, sintetiza aquel anhelo. He aquí, los últimos versos que para ese Ángel he hecho:

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Al Infundirte Dios vida. Tomó del cielo la pureza Y con esta a la brisa unida Formo tu alma llena de grandeza. Robó al lirio su blancura A la violeta la humildad A la rosa su frescura Y a la azucena su beldad. De estas flores Ia esencia Para crearte tomó; Y para perfumar tu existencia ¡El perfuma a ellas les quitó! Su más bella obra eres, Que con las flores rivalizas. De los humanos eres Una beldad que hechizas.

No serán ellos, un dechado de perfección poética, pero si son la más fiel expresión, de la idea que tengo acerca de Esther. Creo que formó Dios, en su infinita sabiduría, a ese ser a quien tengo la dicha de poder amar con todas las fuerzas de mi corazón.


Debido a la larga enfermedad, que en estos últimos meses me ha agobiado, no había vuelto a escribir ni una sola letra. Apenas estoy mejor Ya tengo fuerzas para escribir, porque mi cerebro se habla debilitado mucho. Debo agradecer a Esther, lo bien que se portó durante el tiempo que permanecí en cama. Ella se toma un gran interés por mí y yo siempre le estoy agradecido por eso. Ella es muy noble y como tal, sólo puede brindar nobleza. Posee un corazón magnánimo y generoso y su acción benefactora se extiende a todos cuantos tienen la dicha de ser sus amigos.

Va por el mundo majestuosa y bella, dejando tras de sí un reguero de beneficios; así como los astros dejan tras de sí un reguero de luz.

Hoy es el cumpleaños de Esther. Para festejar este fausto acontecimiento no he hecho otra cosa que enviarle una carta de felicitación, pequeña sincera manifestación de mi humilde corazón, que la ama con frenesí. Por supuesto, que en esa carta apenas le enviaba una somera idea de lo que en mi pecho sentía, dada la escasez de mis facultades, porque para expresarle fielmente todos los sentimientos que hoy se agolpan en mi pecho, sería necesario poseer un talento privilegiado. Yo he visto hoy regocijarse la naturaleza entera, como si con ello el mismo Dios quisiera demostrar su complacencia, por haber causado un ser de tan perfectas cualidades como Esther, y por haber conservado su preciosa existencia para que sea la alegría de sus familiares y el encanto de sus amistades y finalmente, Dios en su Infinita Misericordia, se ha apropiado de mi, haciendo que Criatura tan angelical, me ame y que sea para mi, rayo de luz que guie mis pasos en la noche tenebrosa de mi existencia.

Para ti, pródigo de ternura, hoy que llegas, llena de frescura y lozanía, cuan blanco lirio en primavera, a la edad en que todo en la vida es alegre y bello, a la plena juventud, van mis votos por tu felicidad y por que el Creador te conceda

largos pero felices años de vida, para dicha del ser que te adora.

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Ayer me contestó Esther la carta de felicitación, que con motivo de su cumpleaños, le escribí hace ocho días. En ella me demuestra su gratitud por esa manifestación que le hice. Pero al mismo tiempo se cree inmerecedora de mis humildes elogios. Claro está que ella no puede creerlo de otro modo, si su modestia no se lo permite. Precisamente es esa una de las cualidades que más admiro en ella. Su modestia es como una flor que lleva dentro del alma y cuyo perfume se filtra a través de sus acciones y llega hasta mi corazón que se posterna a sus plantas, para aspirar ese aroma, hasta embriagarse en él. Al mismo tiempo, en su carta elogia, mis cualidades intelectuales, pero es que ella ignora que sí escribo algo digno de ella, es por ese amor grande y sublime que le profeso y que cual una fuerza dinámica, hace que mi cerebro se despeja un poco y produzca elogios sonoros sobre sus relevantes y bellas cualidades .Más, para descubrir con toda perfección esa alma celestial, sería necesario el auxilio de fuerzas ultraterrenas, pues mi numen es escaso y pobre, para hacer una obra digna de ella.

El tiempo pasa veloz, pero nuestra vida conserva siempre su calma habitual. Nada nuevo ha ocurrido durante estos últimos días. Pero no así en mi alma, que día a día se siente más ligada a Esther por medio del amor; a veces siente deseos de penetrar hasta la de ella y unirse allí con esa alma virtuosa, para así poder aspirar con mayor plenitud las fragancias que ese tesoro exhala y luego allí adormilarse como en un nicho de oro, a donde llegan los bullicios mundanales. He hecho unos versos inspirados en esa seriedad de Esther que tanto contribuye a su hermosura. Hélos aquí: 86

Con tu modo solemne Pareces escultora modelo. En su agrega y perenne Posición, como si mirara el Cielo. Sobre tus arqueadas cejas, Como un arco triunfal Muchas veces entrever dejas Una leve arruga sin igual. Mas sin embargo esa Tu estatuarla seriedad Unida a tu belleza Aumenta mi ansiedad. Mas, si una sonrisa Dejas a tus labios asomar Mi espíritu se eclipsa Como ante constelación solar. Más bella me pareces Siempre sonriente. Y mi amor acreces Y se hace más ferviente. Como una suave brisa Venida del mar en calma, Es para mí tu sonrisa Que llaga hasta mi alma


Ayer estuvo Esther en mi casa. Fue un día muy feliz para nosotros. ¡Se pasan tan agradables las horas junto al ser amado! Y por lo mismo que la felicidad nos embriaga, nos parece que las horas volaran. Bien quisiera uno aprisionar aquellas horas y hacerlas interminables, mas el reloj del tiempo no se detiene. El sigue su marcha imperturbable y no tenemos más que resignarnos a verlo pasar incoherente a nuestros goces o a nuestros sufrimientos. Estos momentos de felicidad dejan en mi alma recuerdos que nunca se borrarán.

Soy tan feliz al lado de ese ser, a quien idolatro, que no puede pasar un solo día sin que me resigne a no verla. Cuando, por algún motivo me ausento por varios días, me parece que hace años que no la veo y entonces llevo dentro de mi alma como un vacio, como si algo me faltara.

¡Oh! si, me faltan sus miradas llenas de dulzura, me faltan sus sonrisas llenas de ternura y en fin me hace falta el acento melodioso de su voz, porque todo esto es el alimento de mi alma

y sin ellos no podría vivir.

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En estos últimos días, mi corazón ha vivido bajo la presión del más acerbo dolor. Se ha encontrado como oprimido por fuertes cadenas de acero. ¿Y cuál es el motivo de esto? Ah! es que no puedo resignarme a contemplar a Esther con tanta seriedad. Mas, en esta ocasión no ha sido esa seriedad habitual, pues al llegar, como de costumbre, a su casa, noté desde el primer momento que estaba, no seria, sino enojada. Para mí ese enojo no tenia explicación o era un enigma.

La interrogué y cuando no me contestaba que nada le sucedía, ni le había dicho nada se limitaba a permanecer en silencio. Esto, para mí era un dardo atravesado en la mitad de mi corazón. Solo tenía la impresión de que su disgusto era muy grande. Me despedí, llevando dentro de mi pecho ese dolor que me laceraba toda mi alma, y aquella noche no me acosté como siempre lleno de alegría sino lleno de amargura. Mi sueño estuvo lleno de pesadillas. Por mi cerebro desfilaron multitud de ideas. ¿Cuál era la verdad? No la encontraba. Acudía a mi mente una idea. Le buscaba el principio o el fundamento, y tenía que desecharla por absurda, y así con todas. Lo único más aceptable era que le hubieran dicho algo de mí, pero mi conciencia se encontraba libre y nada tenía que temer. Así en medio de esta duda que atenazaba mi alma, permanecí dos días, hasta anoche en que me ha escrito un papelito, en el cual me da a entender que no es de mi que se hable y que nada le han dicho. Tal vez sea de ella de quien han comentado algo, aunque hasta la fecha no lo sé pues ha permanecido en silencio al respecto. Pero, para hablar mal de Esther es necesario emplear la calumnia; pues su vida no es más que un sendero perfumado por la virtud. Sus actos no muestran más que bellos modales y una exquisita cultura. Hoy le he escrito suplicándole me cuente detalladamente todo lo que ha motivado su comportamiento para conmigo. Espero impaciente esa contestación. 88


ANHELOS Aunque no he recibido contestación a mi última carta, sé todo lo que aconteció y motivó el disgusto. Pero, como se trata de un asunto desligado, si se quiere, de nuestro amor, no lo anoto aquí. Mas, ocurrirá preguntar, y no siendo algo relacionado con nuestro amor, entonces, ¿porqué el disgusto de Esther? Ahí es muy fácil de explicarme, para quienes como yo conocen a fondo aquella alma tan noble y delicada. Ella es como una flor delicadísima que al sólo contacto de manos ásperas se aja. Su alma sensible y noble no permite ni la más leve indiferencia de sus amistades. He ahí lo que le aconteció en aquellos días. Una indiscreción de un amigo suyo, indigno por mil títulos de considerarse como tal. Su alma pues, se sintió lesionada y de ahí que dejara traslucir su estado de ánimo y que no pudiera dominarse y mostrarse ante mí, como siempre alegre y consiente. Yo he olvidado todo esto, porque mi corazón sólo sabe amarla y mi alma no es otra cosa que un libro indefinido de poesía, ante aquel amor. Por eso a veces mi alma siente la necesidad de exteriorizar aquella poesía, mas mi cerebro rudo no la sintetiza en toda su realidad, ni con las verdaderas ensoñaciones ron que germinan en mi alma. He aquí mi última creación para Esther, y que yo he titulado:

Ser rayo de sol quisiera Para llegar hasta tu frente, Como llega él, hasta la pradera, Besándola dulcemente. Ser como la suave brisa Que Juguetea con las nubecillas; Para llegar a tus mejillas Darles ese encanto que hechiza. Quisiera ser el viento Que juega con la palmera, Para juguetear con ese portento Cuál es tu hermosa cabellera. Ser la dulce fuente Cuyas aguas en alegre murmullo Acarician las peñas coquetamente, Para acariciarte con suave arrullo.

Dos años se cumplieron en este mes, desde que nuestros corazones se aman. Han transcurrido tan veloces, que apenas paréceme que hace pocos días que mi corazón palpita sólo por Esther. Nuestro amor ha tenido la semejanza de un cielo claro, en el cual no ha asomado la más leve nube. Esta armonía, ha sido como un galardón que podemos ostentar llenos de orgullo; ella ha sido y será nuestro lema. Mañana principiará el Nuevo Año, que como un grande interrogante se abre ante nuestra vista. ¿Qué acontecimientos buenos o malos traerá nuestro amor? Difícil es predecirlo y solo a medida que el tiempo vaya avanzando podemos darnos cuenta de lo que acontecerá. Los votos que eleve el Todopoderoso, serán para pedirle que conserve siempre vivo nuestro amor y que cada día que pase en ese Nuevo Año, sea de felicidad.

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UNA LÁGRIMA

En los días que van transcurridos de este Nuevo Año, nada de anormal ha acontecido. Nuestro amor, siempre creciente, desfila dentro de un ambiente lleno de la más bella tranquilidad. Convencido estoy, de que así continuará hasta que el destino marque con su mano inexorable, nuestro rumbo.

Dios Omnipotente, que vela por sus criaturas, ha de permitir que ese rumbo sea el de la eterna felicidad; y que algún día nuestros corazones palpiten al unísono y nuestras almas unidas en una sola, marchen por el sendero de la eterna ventura, bendecidas por El, desde su Trono. Mi alma, de una sensibilidad indescriptible, se sintió conmovida en cierta ocasión, en que mis ojos vieron rodar por las suaves mejillas del ser, a quien tengo la dicha de amar, una lágrima, que como perla salida de lo más profundo del mar, corrió por ellas hasta caer al suelo, en donde, en ese pedazo de tierra que la recibió, fuera indigno de ella, se desvaneció. Mas, mi mirada que la había seguido ávida de recogerla, la recogió y penetrando por mis pupilas, fue a albergarse dentro de mi corazón. Y como si aquel recinto fuera aún poco para su grandeza, se eterizó y ahí extendida en todo mi ser lo perfuma y lo trasmonta a las regiones donde reside la poesía. He aquí como pues, he sintetizado, en estrofas lo dicho antes: 90

Una lágrima, en una ocasión He visto brotar de tus ojos. Más tal vez ella brotara de tu corazón Como brotan de la tierra flores y abrojos. Y yo ante ella de hinojos Me he posternado A recogerla consternado Para llevarla a mis labios rojos. La bebí sediento Con esa sed del caminante, Más ella a mi pensamiento Dio luz y saber al instante Desde entonces todo mi ser Lleva de ti la dulzura Y de esa lagrima el poder De dicha amargura. Nada hay tan conmovedor como las lagrimas de la amada. Ellas llenan nuestra alma algo indescifrable que la hacen abatir y conmover hasta lo indecible


A medida que avanza el tiempo, nuestro amor es más grande. Sin darnos cuenta, quizá, ese amor se apodera de todo nuestro ser, hasta hacerse imborrable. Si las miradas son el reflejo de los sentimientos del alma, las cartas (amorosas) retratan bien claramente los sentimientos del corazón, y ellas tienen algo nuestro, algo que denota nuestro modo de ser.

Por eso, para mí, las cartas de Esther tienen un valor inapreciable. Ellas derraman efluvios de armonía, de belleza y de mil cualidades más que mi escasa inteligencia no alcanza a describir. Así comparo sus cartas:

TUS CARTAS Son como suaves vibraciones De músicas lejanas, armoniosas. Tus cartas, cual canciones Son encantadores, primorosas. Sencillez, laconismo, elegancia Son de tus cartas el lema, Que cual flores la fragancia. Son de tu amor emblema. Llenas de amor y de pureza Llegan a mi alma cual Incienso, Inundándola de alegría y terneza Haciendo mi amor más Intenso. Ostentan de tu alma la realeza, Como ella, puras, divinas. Tienen de tus manos, la belleza, Como ellas, suaves, finas. Y es que hay cartas que nos impresionan más que otras; como que penetran hasta lo más recóndito de nuestra alma. 91


Es una necesidad, a veces de escribir. Trazar sobre el papel lo que sentimos, es una necesidad del alma cuando a esta la presiona algún sentimiento. El papel es un confidente, pero casi siempre un confidente indiscreto, que tarde o temprano delata nuestros sentimientos o todo lo que a él le hemos confiado. Mas, él es de gran utilidad y el oficio que desempeña en el amor, es incomparable e Insustituible.

Cuando escribimos algo para el ser amado, el papel lleva algo de nuestra personalidad. Se lleva para ese ser un jirón de nuestra alma. Cuando por el contrario, llega a nosotros del ser querido, trae gratos

aromas de manos suaves delicadas y finas.

Tiene, entonces, la deliciosa sensación de besos de un alma pura y el apasionamiento de un corazón enamorado. Hoy escribo pues, por una necesidad. Dentro de mi alma hay una sensación de soledad, de vacío. Esther se ha ido a pasear y por lo tanto, no nos hemos visto. Es que sólo las miradas de Esther infiltran luz a mi alma. Sin ellas mi existencia es noche, tengo la percepción de la felicidad. ¡Venturosamente esta ausencia será breve y mi corazón volverá a palpitar con el ritmo que le la dicha!

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El amor inmenso que le profeso, ha hecho nacer en mi alma emociones para mí desconocidas. Ello se debe sin duda, a que este, es un amor verdadero, un amor puro, un amor de exclusivismo de la materia, en que impera la mente superior o sea el alma. Un amor así, es un dechado de felicidad. En él, no tienen cabida disgustos y contrariedades. Está en un plano superior, está por sobre todas la cosas terrenas y solo tiende al perfeccionamiento moral del corazón. Siendo el amor entre dos almas, tiene algo de sublime, algo de divino, puesto que el alma fue hecha a imagen y semejanza de Dios. Mientras se tiene la certeza del amor correspondido, éste se agranda cada, día que pasa. Tal lo que a mí me acontece. Tengo la íntima convicción de que Esther me ama inmensamente y esto hace que mi amor hacia ella, aumente diariamente, hasta el punto de que mi corazón es demasiado pequeño para encerrarlo.

La amo pues, con delirio, con locura y mi única felicidad es estar junto a ella,

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Ayer Domingo de Pascua, fue un día de imperecederos recuerdos. Junto a ese ángel todo el día, mi alma no conoció un solo momento de tedio. Además, de la natural alegría que esta festividad infunde en el alma, se aunaba a la mía, la dicha de estar al lado de Esther. Oír su armonioso acento, mirar en el apacible cielo de sus pupilas, que tienen el rutilar de estrellas, la inmensidad de un amor puro y sincero, y he ahí todo lo que me hace feliz. Hoy, sólo me queda el recuerdo de esas horas felices, pero este recuerdo tiene para mi alma, la impresión de un finísimo perfume. Es como el suave aroma de una flor y es como el besar de la brisa suave y tibia de la mañana. Todo esto, ahora que estoy lejos de Esther, hace que mi alma no se entristezca sino que conserve un hálito de felicidad y que mi corazón lata aceleradamente y que sienta una leve emoción que deja translucir a través de sutiles suspiros.

Y añado yo, que cuando estas voces salen de un corazón rebosante de amor y que se haya ausente del ser amado, se transforman en un suave arrullo, que llegará a los oídos de ese ser querido, cual el murmullo de un leve viento. 94


Casi dos meses han transcurrido sin que escriba nada aquí. No se debe ello al olvido o falta de voluntad, sino al poco tiempo que me queda, pues debido a mi ocupación, son pocos los momentos que tengo libres. Ahora soy un viajero, casi sin descanso y mi vida se desliza a través de viajes y andanzas. En estos, sólo me acompaña el ser amado. Mientras el tren o el auto, atraviesa campos, veredas o poblaciones, mis ojos miran vagamente el paisaje, mientras mi alma y mi pensamiento están fijos en un solo punto, en el punto donde habita la dueña de mi corazón. Allí en ese sitio, están concentradas las miradas espirituales de mi alma y allí está mi pensamiento. De todos los lugares a donde viajo, en ese es el único en donde encuentro la felicidad y el reposo de mi alma. Junto a su ser idolatrado me siento al abrigo de todas las contrariedades de la vida y solo entonces me olvido de todos los pesares que me ocasiona mi actual ocupación. ¡Oh! mujer encantadora, cuánto bien haces a mi alma al brindarle tu casto amor y cuán feliz soy amándote. Tu eres para mí esta sola cosa...

¡Eres mi propia vida! 95


Ahora escribo con menos frecuencia que antes porque casi nada ocurre de particular. La vida es siempre rutinaria o por lo menos tal la volvemos; si no nos proponemos mirar hacia un fin determinado, un ideal sublime y elevado, al cual hayamos de ponerle los sentimientos de nuestra alma. La rutina cabe solo en las cosas materiales; por lo tanto en el amor no puede haberla puesto que cada día se encuentra en las nuevas emociones y se hallan en el ser amado nuevas cualidades morales, haciéndolo a nuestros ojos, más encantador y más digno de ser amado. De aquí proviene la intensidad del amor y su fortaleza.

Yo cada día que pasa, encuentro en Esther

mayores cualidades.

La veo con un alma cincelada por el Supremo Artífice. Con las más bellas virtudes. Un alma hecha solo para merecer la gloria, y un alma donde sólo impera la bondad. No siendo mi cerebro, lo suficiente despejado para rendirle, por medio del elogio, el tributo que se merece, le brinda mi corazón todo lo que en él pueda haber de noble y más que todo le brinda, el más delicado y puro de los amores.

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A veces, dejando a un lado este continúo batallar de la vida, me detengo, internándome en lo último de mi corazón, a contemplar la fuerza creciente de mi amor hacia Esther. No digo que me asombra tanto amor porque sólo de ser amada así es digna y porque reconozco, que también soy amado de la misma manera y no puedo esperar otra cosa de corazón tan noble. El solo pensar que me ama, me hace feliz y si alguna pena atormenta mi alma, con esa sola idea, se disipa. Y es que en ella hay algo más que humano. Hay algo de divino, algo angelical.

Por eso, ante ella mi alma se inclina irreverente para rendirla el más ferviente

homenaje.


Hace dos días que no la veo y me figuro que hace dos siglos. Es que estoy tan acostumbrado a verla diariamente que ya es imposible dejarla de ver un solo día. ¡Pero es que junto a ella la vida tiene para mí los mayores encantos! Sólo cerca a ella se disipan de mi alma los pesares, encontrándome en un mundo de infinita felicidad. Ella esparce en mi alma esa dulzura inefable caracteriza. En sus miradas hay tal ternura, que mi alma se siente inundada de ella. Cuando me privo de esa dicha, mi espíritu se siente desolado y triste. Llega la tarde. El sol declina hacia el ocaso.

A medida que avanzan las tinieblas de la noche, envolviendo la comarca con su negro manto, mi alma se entristece aún más, porque para ella también llega la noche de la ausencia,

cubriéndola con su manto de tristeza. Sólo alumbra esta noche en mi mente, el recuerdo de su imagen luminosa y la esperanza de un nuevo día, en que el sol de sus pupilas iluminen mi existencia.

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¿Qué fuera la vida, si ella, no endulzara por la miel del amor? ¿Qué sería si nuestra alma no tuviera un rayo de esperanza en el horizonte y sí en ella, no germinara alguna ilusión? Sin estas cosas, la vida sería un desierto, en el cual apenas el ser humano nacería y al darse cuenta de tanta desolación y tristeza moriría de pesar. Mas Dios, grande en sí mismo, es grande en sus obras y compadecido de sus criaturas envió a aquel desierto una fuente luminosa, lo adornó de las más bellas y fragantes flores y lo iluminó con una de las luces más esplendorosas el amor. Con este don divino, la vida es un Edén. Por el amor las almas débiles se hacen fuertes y por él hay héroes y heroínas. Y en una palabra, es el amor la palanca que mueve al mundo. Nadie ha podido describir con perfección qué es el amor y difícil será que se diga la última palabra a cerca de él. La paz que inunda el alma, cuando se ama de veras y los goces infinitos que se experimentan al lado del ser amado no se puede trazar con la pluma. Cuando se ama de veras y con un amor puro, se quisiera que aquél ser amado estuviera colocado en un trono de gloría, a donde no llegaran ni remotamente los más leves sufrimientos de la vida, sino que hasta él, sólo llegara el incienso de nuestra adoración, y que allí en aquel trono solo recibiera el tributo de nuestras caricias.

Para ti Esther para quien escribo este libro como una ofrenda del inmenso amor que te profeso. Para ti por quien mi alma se ha hecho buena, comprenderás porqué he hecho esa disertación sobre el amor, basado en lo que mi alma siente y en lo que sería mi existencia sin tu amor. 98


Acabo de comprobar el infinito beneficio que aquel amor puro y desinteresado aporta a mi alma. Ahora que acabo de recibir un golpe adverso del destino, aquél ser angelical, aquel corazón magnánimo, ha venido a consolarme, a sacarme de la tristeza en que me encontraba y a hacerme comprender que ella me amará y será la compañera de mis alegrías y de mis pesares. ¡Cuánta nobleza hay en aquella promesa! Mi alma triste y abatida hasta el momento en que leí aquella carta, despertó de una pesadilla y se vio animada de luz y alegría. Desde entonces siento fuerzas para soportar todas las adversidades y contratiempos. En su carta, me exige solamente amor y fidelidad y constancia. De esto nada tienes que temer, querida Esther, puesto que mi amor es más grande que mi corazón y ni con la muerte se extinguirá. Jamás he sentido mayor gratitud para con este ser adorado, que en esta ocasión, en que como ángel del cielo, vino a ser mi único consuelo. Con esto no ha hecho otra cosa que cautivar mi corazón y poner de relieve cuán altos y nobles son sus sentimientos.

Nunca mi pluma

será capaz de describir con toda perfección las virtudes que la adornan y que son el talismán con que ha aprisionado mi alma. ¿Cómo no he de amar con todas mis fuerzas a un ser que como Ella tiene más de espiritual que de humano? Quisiera poder exteriorizar todo cúmulo de sentimientos que se agolpan en mi corazón cada vez que recibo de Esther pruebas de su puro amor, mas, me limito a dejarlas mal expresadas este libro. 99


No puedo dejar pasar desapercibido este día, porque en él se han cumplido dos acontecimientos que están en abierta contraposición y que forman en mi alma un contraste bien marcado. Hoy, 9 de octubre, cumple Esther 20 años. Este hecho es para mí motivo de la más intensa alegría. Fecha memorable en el camino de mi vida, puesto que en ella se rememora aquel día, en que ese ser angelical vino al mundo; en que aquellos ojos claros como la misma luz, vieron brillar el sol. Día fue aquel en que un designio del Altísimo, aquella criatura estaba predestinada a ser dueña de mi corazón y aquellos raros ojos predestinados a ser

la luz que ilumina mi alma y a ser el faro que guía mi frágil barco en medio de este mar embravecido de la vida hacia el puerto de la felicidad. Por esto, este día es para mí de tanta transcendencia. Por eso en él siente mi alma, tanta alegría y por eso mi corazón eleva hasta Dios sus oraciones de gracias, por el infinito beneficio que de este ser ha hecho dándole el amor de tan encantadora criatura. Más, si este día me es inolvidable y de grato recuerdo, en él, y por una rara coincidencia se ha efectuado otro hecho que ha llenado mi alma de la más profunda tristeza. Hoy se ha ausentado Esther y mi alma, por tal motivo, se siente desolada y triste. Mientras dure su ausencia, mi vivir será una noche en la que no habrá ni luna ni estrellas, sino negros nubarrones. No podré describir el pesar que embarga todo mi ser. El acerbo dolor, que traspasa mi corazón no tiene límites, pero cuando más lo he sentido ha sido anoche al despedirnos. No sé cómo pudo mi garganta articular aquel adiós doloroso. Sentía en aquellos momentos oprimido el corazón y destrozada el alma, las sienes me ardían y sentía en toda la cabeza martillazos como si se me fuera a partir.

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Este sufrimiento aumentó al ver llorar a Esther y oír sus sollozos. Cada uno de ellos, era un nuevo golpe en mi cabeza que repercutían en todo mí ser. No tuve más que separarme de ella casi violentamente y haciendo un esfuerzo sobrehumano. A mi adiós, no respondió sino con el silencio seguido de un profundo sollozo y un torrente de lágrimas. Más ella ha tenido el consuelo de poder llorar, porque el hacerlo y dejar escapar las lágrimas alivia el corazón, pero llorar sin lágrimas materiales es un nuevo martirio. Así se agranda más el dolor, porque entonces es el corazón, el que llora y son lágrimas de sangre. Este ha sido mi llanto. Llanto que nadie ha visto y que nadie podrá consolar que es el llanto del alma. La noche ha sido pésima. No he dormido, no podría hacerlo con un dolor semejante. En el silencio de la noche, alumbrada por una luna cuyos rayos amarillentos, parecían como si se asociaran a mi pena, solo oía el fuerte palpitar de mi corazón y a veces el crepitar de un largo y profundo suspiro, que en etéreas ondulaciones, iría hasta ella a susurrarle al oído, lo inmenso de mi dolor. Hoy ha venido a consolarme un poco, la carta que me dejó escrita y la que dice claramente cuanto ha sufrido ella también. Al leerla he sentido deseos de llorar pero me es imposible, las lágrimas no se asomaron a mis ojos sino que se internaron en mi corazón, para lacerarlo más. Si esto me ocurre con solo su ausencia de un mes o más, ¿qué sería de mí, si muriera aquél amor? No quiero ni pensarlo. Solo, los que aman de veras podrían apreciar cuán dura es la ausencia. Ella tiene la amargura del ajenjo.

La ausencia es una copa envenenada que a veces mata,

pero a nosotros no nos causará tal efecto, porque es demasiado grande nuestro amor y el permanecerá firme en nuestros corazones toda la vida.

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Las horas y los días pasan, más, mi corazón al desfile de ellos ve acrecentarse más su dolor. Este es mayor al declinar el día, porque esas horas me traen el doloroso recuerdo de cuando diariamente iba a ver a Esther. Las tardes, entonces, me eran alegres y el sol crepuscular nunca me parecía tan bello. Pero, ahora, si no dejo de admirar las tardes bañadas por los rayos del astro rey, no encuentro en ellas alegría, sino motivos de profunda tristeza. El sol se oculta tras la montaña y las sombras de la noche extienden su manto. Esto me representa mi vivir. Esther que es en mi existencia su sol, se ha ocultado tras la montaña de la ausencia y por lo tanto, mi vida se ve cobijada por las sombras de la noche. Noche de soledad y de tristeza. Más, esta noche sombría se ve iluminada por estrellas fulgurantes, sus cartas. He ahí en mis actuales circunstancias, mi único consuelo. Porque si sus cartas siempre han tenido para mí un valor inestimable, en estos momentos no puedo con palabras expresar su valor y su beneficio. Hay sentimientos que solo el alma sabe apreciar y que por ser patrimonio del espíritu, no se pueden sintetizar ni con frases, ni con palabras. Con los siguiente versos, que he enviado a Esther he querido patentizar mi dolor y el sufrimiento que me causa su AUSENCIA

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Desde el día de tu partida No encuentra sosiego mi alma; Un continuo sufrir es mi vida, En ella no existe la calma. Tú que eres emblema de gloria Do se esconde mi dicha futura, Hoy nublas la querida historia Con tu ausencia funesta, suicida. Mi alma a bordo del dolor se anida Por no tener tu asilo bendecido, Es tu presencia que da la vida Y sin ella me encuentro entristecido. Es verdad que tu ya me has Jurado Amarme con tu alma candorosa. Ese juramento de tu querer sagrado Hace revivir mi vida pesarosa. Es para mí una expiación terrible La ausencia que actualmente nos separa, Que siendo la muerte tan terrible Junto a ti, yo bien la amara. Sin embargo, amémonos con fe ciega Que Dios bendecirá nuestros amores. Suframos resignados en la tierra


Hoy ha regresado. Mi alma vuelve al fin a experimentar los dulces encantos de la alegría. No sin razón, el día ha sido espléndido, desde que se inician las primeras luces del alba, el cielo estaba sin una nube. Este era el símbolo de este día de mi vida, en que el sol de la felicidad viene a despegar las nubes de tristeza que oscurecían mi alma. Junto a éste ser encantador, las penas no tendrán para mí ninguna importancia y la vida me es encantadora. Al escribir estas frases, siento aún la emoción profunda que me causó volverla a ver. ¡Contemplar ese dechado de hermosura! Mirar aquellos divinos ojos, oír su voz melodiosa. En una palabra, admirar nuevamente el cúmulo de perfecciones que la adornan. No habla menos de causarme tanta emoción y tanta alegría. Estos sentimientos son tan hondos que me veo precisado a dejar la pluma, por no tener pensamientos adecuados para expresarlos con toda exactitud. .

y debo dejar que mi alma dentro de ese mutismo santo se entregue con deleite a adorar a Esther.

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Para mí, este día tiene gratas reminiscencias, porque en el principio, para mi vida de una nueva era.

Mi alma, hasta entonces, se debatía en el torbellino de agitadas pasiones. No tenía el estímulo de un amor noble que la arrancara de aquel caos, no tenía un ideal que la sublimara. Surgió, en aquel día, el ser noble y bueno que debía dar la liberación. Mi alma y ésta, dúctil, gracias al amor que en ella nacían, se modeló, hasta igualarse a aquella otra que la atraía. Llegó hasta inspirarse en nobles sentimientos y a amar todo aquello que tiene un fin digno o elevado. Es así, como hoy nuestros corazones laten al unísono, animados por los mismos sentimientos y llevando por aureola, el más puro de los amores. Beneficios del amor verdadero y puro, que de un ser apocado modela un alma noble, capaz de conocer los bellos sentimientos. Por eso, mi corazón celebra alborozado esta fecha, en que por Divino designio, conoció la ternura del amor verdadero y sus infinitos goces, en que sacado del marasmo en que yacía fueron elevados al más alto nivel de lo digno y de lo bello.

Porque para ser digno de amar a Esther, era necesario que

mi corazón y mi alma estuvieran puros,

para ser semejantes a ella, y esto sólo lo ha podido conseguir el amor, fuente inagotable de todo bien, cuando lo animan nobles sentimientos.

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Un Nuevo Año que se presenta a nuestra vida en la forma de un interrogante. Es también un año más en los anales de nuestro amor, que durante él será aún más grande, porque en mi ser se ha arraigado, de tal modo, que él imperará, pese a todas las contrariedades que se sobrevengan. He llegado a amar a Esther de tal forma, que no puedo concebir mi existencia sin ese amor y es que ella ejerce, tal influencia de dicha, que sólo con ella y por ella, tiene mi vida los atractivos de un edén. Tiene su ser, tales emanaciones de ternura y de bondad, que me siento impregnado de esas virtudes y de ellas vive mi alma. Siento bullir dentro de mí, su espíritu de tal modo que su alma es parte de la mía. Por eso si ella sufre, sufro en ella o se goza, gozo también.

Quiera Dios, en su infinita bondad, derramar sobre ella, en este Nuevo Año que hoy se inicia, toda clase de bendiciones y bienandanzas y conservar tan preciosa existencia, llevándola por el sendero de la eterna ventura.

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Ha transcurrido un mes sin que haya escrito nada, pero es que nada digno de anotar ha sucedido. Mas, hoy por extrañas circunstancias he pensado insistentemente en lo profundo de mi dolor si por desgracia para mi, este amor tan grande que profeso por Esther, hubiera de morir, de marchitarse, cual temprana flor al soplo del viento huracanado, tronchando de un solo golpe todas mis más caras ilusiones y sumiéndome para siempre en la noche del dolor.

Terror,

me causa este pensamiento y sin embargo no he podido sustraerme a él, ante la certeza que hay alguien interesado en nuestro amor muera. Pero no es ciertamente el hecho de la terminación de lo nuestro, lo que entristece mi alma, sino pensar, que la adoro, que la amo como a mi propia vida y que pueda ser aborrecido o despreciado por ella. ¡Oh! antes que ser despreciado por Esther, ¡prefiero estar sepultado bajo siete capas de tierra! Esta idea es la que más me aterra. Esta sola idea hace que mi corazón se estremezca de dolor y que en el surja, como enfurecido volcán, el más profundo de los pesares. Este día, ha sido para mí, un día muy triste y solo ahora, cuando estas líneas escribo (las diez de la noche) mi corazón se ha sosegado, porque hemos estado juntos y he encontrado en ella su habitual dulzura y su innata afabilidad y al cerciorarme de que hoy es la misma de siempre. Me he convencido de que ninguna malévola influencia destruirá, aquel noble corazón. El amor que me profesa y por mi parte, juro que mientras me ame, ninguna fuerza humana hará ni quiera empequeñecer mi amor. Esther, ¡símbolo de mi felicidad! El día que leas estas líneas acabarás de comprender cuán grande y sincero es mi amor por ti y entonces tus dudas se desvanecerán, como se desvanece la neblina con los rayos del sol.


No hay nada que me causa tanto pesar como saber que Esther dude de mi amor. No puedo creer que cuando ella me lo ha dicho o dado a entender, sea porque así lo sienta, sino que eso de la duda del amor del hombre es congénito en la mujer. Lo hacen, simplemente, porque tienen la errónea creencia que si nos dejan translucir su credibilidad o confianza en nuestro amor, nosotros dejaremos de amarlas o nos volveremos indiferentes convencidos de que nuestra amada no desconfía. Al respecto dice un célebre escritor:

“Los hombres amamos y somos sinceros en nuestros afectos. La admiración por las nobles cualidades de la belleza, sea esta física o moral, se toma en culto obligado de las almas. Amamos, ciertamente a las mujeres, porque ella completa nuestra vida: si somos duros, ásperos, nos ofrecen suavidad, dulzura; si somos tristes, apáticos, aportan alegría; si nos encontramos agobiados y solos, ella recogerá las flores del ensueño para matizar el sendero y perfumarlo. Llegamos a sus plantas a afrentar con Ingenuidad todo el tesoro de nuestros cariños y si en veces no encontramos lo que el miraje alucinador nos prometía

Es evidente, que sabemos amar y ser sinceros y que pese a la duda de nuestra bien amada, nuestro amor es verdadero. Por eso a mí me causa tanto pesar o algo así como desilusión que Esther dude de la veracidad y sinceridad de mi amor; de este amor, que cada día tiene en mi corazón mayor fuerza y como que cada día tiene mayores proyecciones.

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Verdaderamente, Esther posee un corazón muy noble, un corazón purísimo,

comparable sólo a un vaso de oro ornado de perlas. Esto lo reconozco a diario porque así lo demuestran sus acciones. Ayer conmemoración de mi natalicio, me ha escrito una carta, cuyas armoniosas frases matizadas por la bondad y la dulzura han dejado huellas imborrables en mi mente y por ende dentro de mi corazón. Frases de felicitación, bellas y puras, como su alma, suaves y perfumados como sus manos. Para mí, esta fecha pasada indiferente, como un día cualquiera. Pero he aquí que al recibo de aquella, acompañada de una linda postal, surge en mi mente el recuerdo de mi cumpleaños. Al recibo de aquella ofrenda al parecer humilde, mi alma siente los embelesos del amor y la infinita dicha de ser amado por un ser de excepcionales virtudes. Mi ser todo arrobado por el amor y mi corazón pleno de gratitud, no puede menos de enmudecer y como en una oración dejar que mi pensamiento vuele hacia ella y deposite a sus plantas un ramo formado con las flores que da la gratitud. He cumplido 24 años. No poseo, para el diario batallar de la vida, más que mi corazón desbordante de amor y es por lo tanto la única ofrenda que puedo presentar, a la que es dueña de él y mi inquebrantable propósito de unir algún día mi vida. ¡La de ese ser que es toda mi dicha, y que en la edad florida de mi existencia ha hecho saborear los dulces encantos de un puro amor! 109


Ha pasado todo el mes de mayo sin hacer ninguna anotación: porque nada extraordinario ha ocurrido. Pero he aquí que hoy, dando el curso normal de mi vida un vuelco, me siento a escribir estas líneas con el corazón desgarrado de dolor. No puedo menos de sentirme triste hasta lo indecible al verme separado. Ella que es la luz de mis pupilas, el alma de mi alma. Se ha ido desde ayer para el Cerrito, y se ha ido sin decírmelo y sin siquiera dejarme una esquela. Esto es lo que más aumenta mi dolor pues me parece que ha obrado así por capricho o porque no le importo. Oh! cómo taladra mi corazón esta idea. Pero no, ¡no puede ser así! Yo le perdono todo esto, porque sé que su corazón magnánimo no es capaz de tanta crueldad. Se debe sin duda a que su viaje fue impensado, inesperado y por lo tanto no tuvo tiempo de avisarme.

Por doquier, sólo se ve ese hueco irreemplazable y a la memoria sólo acuden en tropel, recuerdos queridos y animados que no hacen otra cosa que aumentar el martirio. Pero si la ausencia es cruel, también ella tiene sus recompensas. La dulce esperanza del retorno y la dicha de recibir una carta. En estos momentos, en que mi corazón se halla oprimido y mi alma inmensamente triste, sólo ansío tener ante mis ojos, aquellas frases tan llenas de dulzura, aquel bálsamo que ha de aliviar un tanto mi dolor, una carta y después la felicidad de mirar aquellos ojazos, todo luz, amor, pureza y en ellos todo lo más bello de la creación. 110


Hoy he recibido la tan anhelada carta. Como tenía qué suceder, esta ha disminuido en mucho el dolor que me ha acompañado desde que se fue. Pero, es que la sola presencia de sus esquelas es suficiente para inundar mi alma de alegría y con más, al leerlas y encontrar a través de ellas, esa dulzura, esa sencillez y esa sinceridad que reflejan un dechado de encanto. Si bien es cierto, que he tenido este consuelo tan grande, no por eso dejo de sentir, un pesar muy hondo y tristeza infinita. Pero es que lejos de Esther todo me falta y ese vacío que ella deja en mi alma, cuando se aumenta, no hay jamás con qué llenarlo. ¡Cuán solo me siento entonces! La alegría huye de mí dejando en mí ser una amargura indecible. ¿Y todo esto porqué? Ahí es porque mi amor es tan grande, es tan puro, como que al fin es un amor; que nace en mi alma y allí tiene su morada. Es que Esther, no es solo la mujer amada, sino que es, por la gracia del amor, la depositaría de mis penas y alegrías. ¿Cómo no he de sentirme solo? ¿Cómo no he de estar triste si no tengo a quien confiar mis pesares, y no tengo quién me consuele? Por todo esto, estas ausencias tienen en mí ser ese sabor tan amargo de lo triste, de lo aflictivo. Sin embargo, en medio de esta desolación, me pregunto: ¿es posible, que mi amor sea egoísta? No, no puede ser. Esther se lo merece todo, ella es sólo digna de la gloria y por eso, es necesario que venciendo el sufrimiento que me causa su separación, deje que ella pasee, se distraigan que con el cambio de ambiente de espíritu, goce de alguna expansión;

Debido a estas reflexiones, mi alma se tranquiliza y se resigna a soportar, el cruel frío de la ausencia. 111


Hoy he tenido momentos de verdadera felicidad. No pensaba verla tan pronto, cuando he aquí que estando yo en su casa, llega en compañía de una tía suya. Iba paso a Buga e inmediatamente fuí invitado a acompañarlas. Obvio es decir que mi aceptación no se hizo esperar. Fue así, como en esos cortos momentos, mi alma antes abatida por la tristeza vino a encontrarse inundada por una dicha indecible. Verla de nuevo estar junto a ella, aunque cortos momentos. ¡Qué felicidad tan grande!

Momentos dichosos que no olvidaré jamás: ¡cómo hubiera deseado aprisionarlos y hacerlos interminables! ¿Por qué huisteis tan pronto? ¡Ah! No, no han huido totalmente, aún me queda en la mente impresos con caracteres indelebles las huellas de la felicidad sin medida, que ellos, siempre fugaces, me proporcionaron. Su recuerdo será el paliativo de mi tristeza. Por eso, en este libro, mi amigo íntimo y el confidente y depositario de mis penas y alegrías, dejo la constancia de lo feliz que este día he sido, aunque solo dos horas, y también lo triste que estoy entregado a tan dulces recuerdos. Pensar que ya pasaron esos momentos tan deliciosos y estaré por muchos días, lejos del ser que embarga por entero mi pensamiento.

Porque no pasa un solo instante de mi vida, sin que no esté pensando en Esther.

¿Qué hará? ¿Está feliz?

He aquí, los interrogantes que a mi mente acceden sin cesar. Y como no puedo sustraerme a estos pensamientos, porque para ello serla preciso olvidarme de mí mismo, puesto que ella es parte de mí ser. Me dedico a rendirle culto en medio de mi soledad y para no olvidar aquellos momentos que retirado de todo lo que me rodea, me quedo embebecido en su recuerdo. Entonces, mi corazón como impulsado por fuerza misteriosa, me impulsa a escribir algo que eternice esos instantes y como en mí es innata la inspiración poética, sin cultivo alguno, desgraciadamente, improviso algunas estrofas que no pueden llamarse versos. Porque no pueden llamarse versos porque carecen de las características de tales.


Es así como he hecho el siguiente ACROSTICO

n esta tarde de invierno

erena, melancólica y triste

u recuerdo siempre eterno

n mí afligido corazón persiste

asgándolo, desde que te fuiste

ólo ansia mí desolado corazón

tra vez, de tus lindos ojos

ener esa rara iluminación

bscureciente, y ante ellos caer de hinojos!

Si yo supiera, que Esther no valorizaba mis rudas composiciones, pero como sé que lo aprecia y las toma en el valor que les doy. Que es una ofrenda de mi alma enamorada, es la dueña de mi corazón, como un cántico de amor que le brinda este, cual incienso que se quema ante la imagen venerada. Es por esto que mi pobre mente se atreve a escribir estas rudas frases. 113


El domingo pasado estuve en el Cerrito. ¡Fue un día muy feliz! Las horas pasaron con rapidez asombrosa debido a nuestra felicidad, sin límites, que no nos permitía darnos cuenta del mundo exterior, embebidos como estábamos con el arrullo de nuestro puro amor. Estas horas pasadas juntos, tienen un no sé qué de indefinible que llevan al alma los dulces espejos de la música del amor.

Esa música misteriosa

que solo dos almas enamoradas saben apreciar y que sólo ellas saben escuchar con deleite y hastío.

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¡Qué impresiones tan diversas deja en el alma! Felices los que sentimos esa dulce entonación del alma y sabemos avalorarla como un don divino y estimarla como don inherente del alma sin dejarla bajar nunca al fango del materialismo. Porque sólo el amor puro el amor espiritual, el amor que radica en el alma el que nos eleva a la categoría de imágenes y semejanza de Dios. Este amor es el que no conoce las contrariedades ni los cambios de la vida, porque radica en las regiones del espíritu a donde no llega el oleaje arruinador de las pasiones.

Este es el amor que yo siento por Esther y al que ella corresponde de igual manera. Por eso, este amor ha resistido los embates de la vida y ha resistido el oleaje del tiempo sin hacerle el menor daño. Porque él es roca de granito que siempre firme, lo resiste todo sin mengua y antes al contrario, en aumento siempre. Ayer regresó y mi alma por esto se siente inmensamente feliz, pues ahora la veré todos los días y así la alegría será la compañera inseparable de mi vida, mientras tenga tanta dicha.

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Esta fecha, tiene para mí el sentimiento de lo grandioso, de lo divino. Nunca pasará indiferente a mi vida, porque en ella mi corazón siente vibrar y todas sus fibras al ritmo acompasado de la alegría. Y no puede ser de otra manera, es la fecha conmemorativa del natalicio de Esther. De ella, a cuyo sólo nombre mi corazón se estremece de amor y siente algo como parecido al temor, pero que es la sensación que sentimos ante lo grande o lo santo. Sí, porque Esther tiene para mí, algo de santo, de esa santidad que sólo el amor puro supo infundir. Para congratularla a Esther en este día de su cumpleaños, le he enviado una carta y unos versos, que aunque no son míos, sintetizan a la perfección, lo que hubiera deseado decirle, pero que mi mente opaca, no pudo expresar. Por eso, ya que el autor de esos versos parece que hubiera adivinado mi sentir, resolví enviárselos hoy. Se titulan EL ELOGIO y son estos:

Con el temblor de todo lo que siento y que vibra; genuflexo, ferviente y en actitud de ofrenda, vengo a ti con mi verso, que es arteria y es fibra que palpito al impulso de nervios contienda. Y va: el cóndor grave que te lleva una rosa, Y el cisne, (un lis - mi elogio - va engastado en su pico) Va a aplaudir tu belleza magnifica diosa, Va la garza, tendiendo su impoluto abanico. Va - Vértigo con alas - el colibrí esmeralda, portando diligente, un ritmo hecho guirnalda, que el ruiseñor envía ante tus encantos tersos. ¡Y mientras que a tus plantas yo me quedo de hinojos, Lanzada al precipicio mareante de tus ojos, Va mi alma a coronarte con mis catorce versos! Al felicitarla, no puedo menos de hacer votos porque el Dios Omnipotente conserve tan preciosa existencia por muchos años.


Ayer fue un día muy feliz para nosotros. Estuvimos juntos todo el día, en el paseo que hicimos a Santa Elena.

Es natural que hubiéramos estado felices si la dicha de estar juntos, se unía el placer de viajar y más siendo a caballo. De esta ida tengo, pues, las más gratas impresiones, en todo sentido. Hay algo que debo anotar con alegría, y es el hecho de haber vuelto a conseguir empleo, después de tres años de desocupación o mejor dicho de penalidades. El hecho de tener empleo es en sí, lo suficiente para mantener mi espíritu en estado de alegría, pero lo que más dichoso me hace, es pensar que en tiempo, podré conseguir el anhelo supremo de toda mi vida, cual es el de hacer a Esther; mi esposa. Esta sola idea llena mi alma de una felicidad indecible. Y no es para menos, dado el amor inmenso que le profeso y que poseerla es poseer un tesoro de incalculable valor. Tengo la firme convicción, de que el Destino me tiende su mano bondadosa y que por lo tanto, mis planes se cumplirán y más que todo. Dios protegerá siempre nuestro puro amor y Él nos ayudará en todo momento.


¡CUATRO AÑOS! ¡Me parece que sólo hace pocos días, que mi corazón se hallaba cautivo en jaula de rosas! Cuánta felicidad ha experimentado mi alma, en todo este corto tiempo. Cuán suave me ha parecido el áspero camino de mi vida. ¿Y como no ser feliz, con el amor de tan celestial criatura? ¿Dónde, que no sea en ella, se puede encontrar más dulzura, más terneza y más nobleza? Por eso, cada día que pasa, la amo más y me convenzo que jamás en ser alguno se hallarán reunidas tantas y tan excelentes cualidades. Pocos seres como yo, podrán en esta fecha experimentar felicidad igual. Mas, sí hay otro ser, para quien esta fecha no le es indiferente. ¡Ella! Si, ella que me ama con el más sublime de los amores, quizá en estos momentos en que escribo estas

¡Como si hubiera leído en el futuro! Tal como lo pensé, así sucedió. Pero, ¡Oh! ¡Cuán arrepentido estoy de haber obrado así! Acabo de recibir su esquela. Jamás pensé que pudiera dirigirme frases tan satíricas. ¡Su escrito ha tenido en mi corazón, la impresión de un hierro candente! ¡Qué sentimiento más extraño he sentido! ¿Es dolor lo que siente mi corazón o es infinita amargura? No lo sé!. Pero lo cierto, es que mi alma toda se siente abatida y una nube de pesar empaña su horizonte, hasta hace poco esplendoroso y limpio. Las frases de Esther no pueden ser más hirientes. A través de ellas, no se ve más que la duda, los celos. 118

líneas, su pensamiento vuela hacia aquellos tiempos ya idos, pero cuyo recuerdo ha quedado impreso indeleblemente en nuestros corazones, y quizá piense como yo: cuán cortos han sido estos cuatro años! ¡Y cuán felices se han deslizado! Sólo un pesar me acompaña en este día. No poder escribirle la que siempre le enviara en esta fecha. Pero, ¿por qué? ¿Me falta voluntad o no tengo tiempo? No, nada de eso, voluntad me sobra y tiempo puedo robarlo a mis horas de sueño, como lo hago para escribir estas líneas. Es que he prometido no volverle a escribir, hasta tanto me haya contestado una de las dos últimas que le he escrito. Eso es todo. Ella extrañará mi conducta y quizá la juzgará mal, y como no le diré nada, ella se verá obligada a escribirme aunque sea para reprocharme. Esperaré, y si no lo hace, entonces quebrantaré mi promesa.


Pero a pesar de todo y a pesar de sentirme ofendido, la perdono con toda mi alma, porque si no lo hiciera sería mentira mi amor. Porque en parte, tiene razón de quejarse de mi olvido (voluntario por supuesto) ¡Oh! mi único amor: cuán lejos estás de imaginarte,

que tus frases me han herido tan hondamente

¡Esther de mi alma! Cuando leas estas frases y lo que escribí en nuestra fecha clásica, te arrepentirás de juzgarme tan mal. Tú sabes que no sólo te amo, sino que te adoro. Que en el mundo no tengo más ideal que tu amor. Que tú eres para mí el único motivo de mí vivir. Que eres la encarnación de todo lo bello y sublime que hay para mí en la tierra. Porque tú eres música que deleita mi oído y perfume que embriaga mi alma. Poesía que deleita mi espíritu y en una palabra: lo eres todo.

No dudes de la sinceridad y grandeza de mi amor, si quieres que sea feliz.

Llegué a mi casa y antes de acostarme, de lo contrario, no me hubiera sido posible conciliar el sueño, dado mi estado de ánimo. Digo, que la carta de Esther produjo el efecto que ella deseaba, porque hace algún tiempo que observo que ella duda de mi amor, que siente celos, que aunque quiera ocultar, no puede y como no había encontrado la oportunidad de demostrármelo, se halló con esta ocasión, la tan apropiada. Es demostración palmaria de lo dicho antes, esta frase suya, pero en este vez (se refiere a la fecha en que nuestro amor principió) todo se ha olvidado, tal vez tiene otras cosas de mejor Importancia en qué pensar para no acordarse de este pobre ser. Son frases pues, de doble sentido. Es que a veces las apariencias nos condenan o nos hacen aparecer culpables de hechos que ni siquiera los hemos pensado. Mas, yo me olvido de todo esto como si nada hubiera pasado, porque algún día se convencerá de que no la he traicionado ni con el pensamiento.

No me creas capaz de traicionarte, porque para ello me sería necesario aborrecerme a mí mismo puesto que eres el alma de mi alma. Se me olvidaba anotar que anoche mismo, di contestación a su carta, haciendo para ello uso de frases y expresiones que ella me dirigió y empleando el trato de Usted, porque es regla de cortesía, que debemos tratar como nos traten. Aunque si he de decir verdad, bastante trabajo me costó emplear tal trato acostumbrado como estoy a tutearla y mucho más en las cartas. También, es verdad que mucho medité antes de contestarle, pero lo hice en la forma, en que más correcto me pareció, es decir, demostrándole que su carta había producido el efecto que ella quiso que produjera.

Y le contesté inmediatamente. 119


Todo ha pasado como pasa la tormenta. La nube que empañaba el horizonte de mi felicidad, se ha disipado al conjuro milagroso de tus confidencias, ¡amada mía! Otra vez mi corazón palpita lleno de alegría y solo arde en deseos de tenerte junto a él, para que así escuches sus latidos que son cada uno una promesa de amor, de constancia y de felicidad. Tú no comprenderás nunca la inmensidad de este amor, porque no sé expresarlo y que a mí mismo me confunde. No puedo definir exactamente lo que mi corazón siente. Solo sé que mi ser todo, siente una dulzura inefable y tiene una esperanza de algo sublime, de algo jamás soñado por mente alguna.

¡Ah! ¡Es la esperanza! Que algún día tú corazón y el mío, marcarán al unísono, el compás de nuestra suprema felicidad, para no separarse jamás, ni aún con la muerte, puesto que después de ella, nos amaremos como ahora y nuestra separación no será más que transitoria.

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Otro año que principia. Ha pasado un mes, dejando tras sí la polvareda de los recuerdos. El futuro es para el hombre, impenetrable. Mas sin embargo, siempre nuestro corazón, está pletórico de esperanzas, si somos optimistas, o mejor dicho, si sabemos tomar la vida en su verdadero sentido. Esto lo explica, muy acertadamente, Ricardo León cuando dice: “El entusiasmo es la mejor espada para el combate de la vida. Porque la vida no es una ciencia, sino un arte, hay que sentirla en vez de razonarla.” Para vivir es preciso, ante todo, sensibilidad.

Estamos llenos de fórmulas y de abstracciones. Nuestra filosofía es una escuela de falacias y de orgullos. Ahogamos las sencillas verdades bajo un turbión de palabras engañadoras, y abandonamos las fuentes eternas de la alegría, los bienes fundamentales. La vida es buena o mala, triste o alegre, según el cristal con que se mira. ¿Por qué mirarla con ojos turbios? Ni aún el dolor merece desdén o rebeldía, ya que es la fuente del amor eterno. Cuando llegamos al fin de la jornada, de la breve jornada de la vida, nuestro mejor tesoro será el recuerdo de las lágrimas de las divinas emociones que han sacudido nuestras mejillas y arrancado del alma una chispa de luz. Cuando se ama de veras, nuestra sensibilidad es mayor, y eso se explica, porque para amar no parece sino que pusiéramos el alma y el cuerpo en tan delicada pasión. En la mujer esa sensibilidad es mayor, porque es sensitiva por excelencia y el amor despierta en ella sus naturales instintos de ternura. Por eso, el más insignificante desdén del hombre, a quien ama, la afecta tan hondamente y cree ver en actos triviales, y que son deberes para el hombre ineludible, desacato y menosprecio a sus mandatos.

De allí que se diga que la mujer es un ser enigmático que el hombre no llega a comprender jamás; pero yo creo más bien que es la mujer la que no nos comprende, porque cuando ama, ¡piensa más con el corazón que con el celebro! 121


No puede esta fecha pasar inadvertida en los anales de mi vida. Ella va a decidir de mi futuro, porque hoy le he escrito haciéndole saber mi determinación de que nos casemos dentro de seis meses, si Dios no dispone otra cosa, preguntándole si está decidida a ser mi esposa y si cree que al serlo, puedo yo hacerla feliz. Naturalmente que su contestación no podrá ser negativa, yo lo sé bien, pero quiero ver escrita su respuesta. Al escribir todo esto y al pensar en tanta dicha, siento cómo mi corazón palpita aceleradamente y cómo mi ser todo se siente acariciado por una felicidad indescriptible. Y es que he llegado a amarla de tal manera que solo junto a ella la vida me es agradable y mi alma es como si recibiera nueva espiritualidad. Encuentro en Esther, algo que no sé explicar, algo que me subyuga, que me fascina, que me hace feliz. Es tal vez el conocimiento de que en su alma hay una virtud que no tiene igual. Que ese corazón todo sensibilidad, todo bondad, es un dechado de virtudes. Este convencimiento y la certeza de un amor inmenso, capaz de todo sacrificio y de la más grande abnegación, no pueden hacer en mi otra cosa que cautivarme y sentir vehemente anhelo de que tesoros tan grandes, me pertenezcan por entero.

proteger

Quiera Dios mis intenciones y se realice el más grande ideal de mí vida, para lo cual me animan un amor sin límites y un inquebrantable propósito de realizarlo.

Hoy he recibido la contestación y ¡Oh! ¡Dicha! tal como yo la esperaba. Su carta aunque lacónica, encierra todo un poema y demuestra cuán feliz se siente ante tal idea. Claro, porque su amor es inmenso y el amor solo se satisface junto al ser a quien se ama. Al unirme a Esther solo me anima el anhelo de ser para ella, el compañero que mitigue sus penas y que le proporcione felicidad. Yo, por mi parte, no hago más que cumplir una necesidad de mi alma, que busca confundirse con aquella que es toda bondad y nobleza, para así transitar por el sendero del bien y de la perfección.


A medida que el tiempo avanza me siento más feliz, porque cada día que pasa, es un paso más hacia la realización de mi ideal. Y también cada día, estoy más enamorado. Como si este tuviera la virtud de acrecentarse cada día más. Para mí, la vida está llena de halagos, de ilusiones y no me parece que el diario luchar sea tan duro. Esto es claro, si terminadas las diarias faenas, me encuentro en presencia de Esther, o mejor diré, ante dos ojos, dos abismos de belleza en donde arde la llama de un puro amor y a donde se asoma un alma llena de pureza. Dos lagos tranquilos y majestuosas en donde se retrata el cielo purísimo de la virtud. Dos luceros rutilantes que con su luz iluminan la noche de mi existencia. Ante esos divinos ojos mi alma se extasía y mi ser todo se queda hipnotizado, deslumbrado, por tanta belleza y por tanta dulzura. Cuántos esfuerzos he de hacer para separarme de Esther para volver a la realidad que a veces es cruel.

Pero en verdad, no me separo de Ella porque mi espíritu se queda a su lado y mientras sueño, con aquellos ojazos que tanto miré y que aún me parece que no fue lo bastante para que su luz se

quede encendida dentro de mi alma.

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Emoción inmensa he sentido al recibir de Esther el regalo de cumpleaños que me ha enviado.

Comprendiendo mi admiración por las flores, me ha enviado un ramo primoroso, pues sin advertir tal vez, que si por algo me gustan las flores es por la similitud que encuentro con ellas. Al recibirlo y aspirar ese delicioso perfume, me ha parecido ver entre esas flores su alma juguetear allí y percibir el perfume de su alma misma. He llevado varias veces ese ramo a mis labios, para aspirar mejor ese aroma y besar esas flores, que para mí, no son otra cosa que su espíritu que escondido allí, ha venido en este día a mostrar su alegría por mi natalicio y a llenar mi alma de infinitas emociones, que perdurarán por siempre en mi corazón. La carta que acompaña el regalo no es menos bella, y sus frases no dejan más que traslucir otra cosa que un amor inmenso. Ellas han complementado mi felicidad en esta fecha. ¡Cuánta gratitud bulle en mi corazón, por tanta generosidad de Esther! El cielo ha de permitir que algún día pueda yo retribuir con creces tanta bondad y tanto amor, permitiendo que el supremo anhelo de mi vida se realice pronto. 124


Son los ojos el espejo del alma, ha dicho un célebre pensador, y nada hay más cierto, porque es en ellos, en donde con más claridad, se ven reflejados los más Íntimos sentimientos. Es en ellos, en donde el amor se refleja y brilla con mayor esplendor. ¡Su mudo lenguaje es más elocuente que las palabras! Bien quisiera poseer los datos del verdadero poeta para cantar en sentidos versos, la rara belleza de los ojos de Esther. Más, no obstante la pobreza de mi mente, no he podido sustraerme al deseo de hacer algo parecido a versos y cantar a sus lindos ojazos así:

TUS OJOS Dos puntos luminosos, Abismos Insondables Son tus ojos primorosos Del creador, obras admirables. A los pálidos luceros Han Infundido recelos Tus ojos hechiceros. Porque de su luz, ¡tienen celos! Con la aureola de tus ojeras Son dos ascuas luminosas De extinguidas hogueras Que antes ardieran fragorosas De sus límpidos destellos Mi alma vive pendiente; Y morirá de tedio si ellos ¡No me mirarán tan dulcemente!

Esther, bien comprendes que sólo mi amor es capaz de animarse a escribir esos semi-versos y porque ellos quedarán sepultados en tu corazón como elocuente testimonio de mi admiración por tus encantos y allá en la intimidad, de tu alma generosa serán apreciados en el valor que ellos tienen. 125


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SUGERENCIAS Oye amada mía Le triste sugerencia De mi alma en agonía Por tu fatal ausencia En el florero unas rosas Ya marchitas gemebundas. Parecen quejumbrosas ¡De nostalgias profundas! Mi alma al contemplarlas Ha visto en ellas su historia escrita. Pues solo acierta a compararlos Con su tristeza Infinita. Ellos han sentido tu ausencia Porque no tienen tus caricias Para alertar su existencia Y dar su perfume, las delicias. Las he mirado con ternura Porque el retrato son De la Intima amargura ¡De mi adolorido corazón!

Los anteriores versos me fueron sugeridos por las flores que ella coloca siempre sobre la mesa junto a la cual nos sentamos. Esther está en Buga, y al día siguiente de su partida, fui a su casa, por la tarde o mejor diré a la hora en que siempre la visito. Allí estaban aquellas flores que días antes sus manos puras y suaves acariciaran las mismas rosas, habían colocado en el florero. Estaban sí, pero no con la lozanía y fragancia de siempre sino marchitas y sus pétalos diseminados por la mesa, parecían gemir y quejarse de abandono. Al contemplarlos, mi alma sintió agudizarse su melancolía y como un sentimiento de fraternidad, la indujo a decirles en lenguaje que solo ellos pudieron comprender, os compadezco, vosotros sufrís como sufro yo. Demostráis vuestro pesar cuando vuestras corolas van ocultando vuestra fragancia. Yo en cambio, sufro mucho más que vosotros, pero oculto mi pesar dentro de mí mismo, porque a mí me anima la esperanza que es fuente inagotable de todo bien y por eso soy Eterna y no me marchitaré jamás. Mas, sin embargo os compadezco porque como a mí os faltan las caricias y cuidados de quien es toda Bondad. ¡Vosotras y yo somos en el dolor hermanas!

Tales fueron las sugerencias, que aquellas flores marchitas me trajeron y tal la íntima conversación que mi alma sostuvo con ellas, hermanadas en el

dolor y la soledad.

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Dos meses han pasado sin escribir nada. Pero es que no siempre se hace lo que se quiere y además, si escribiera a diario, este libro perdería el interés. Porque habría de repetir casi siempre lo mismo y como quiera que mi intención ha sido la de grabar aquí, los sucesos más salientes de este amor inmenso, así he de hacerlo. Hoy escribo, porque en el presente mes debió verse realizado mi único anhelo, mas no ha sido la voluntad de Dios, que ella se cumpla. No quiero decir que haya desistido de mi propósito, no antes por el contrario cada día deseo vivamente que tan dichoso momento llegue. He alcanzado a amar a Esther con un amor sin límites y de una manera por mí nunca presentida. Ya no puedo vivir sin verla, sin estar a su lado, aunque sean breves instantes; y es que ella da a mi ser no sé qué de encantador. Ella es el único motivo de alegría que tengo en la vida y por ella, las luchas contrariedades se me hacen como si fueran nuevos sueños, pues solo una mirada suya hace estremecer de alegría todo mi ser.

Esta fecha tiene para mí, una gran trascendencia porque hoy he pedido a los padres de Esther su consentimiento para nuestro matrimonio. Desde luego ellos con todo gusto accedieron a mis peticiones, por lo cual les estaré eternamente agradecido. Nuestra unión ha de efectuarse el 22 de diciembre próximo, si Dios quiere. ¡Cuánta felicidad siente mi alma al pensar en tan venturoso día! Es verdad sí, que no puedo ofrecer a Esther ni siquiera comodidades, pero sí mi corazón pletórico de amor y la inquebrantable firmeza de estimarla y considerarla hasta donde me sea posible, porque sé que su amor por mí, no tiene límites y que ella es un tesoro de virtudes que sólo con actos nobles se puede conservar sin que sufra menoscabo.


Hoy para cumplimentar a Esther por su cumpleaños, le he enviado un pequeño regalo y la siguiente carta: La María. Octubre 9 de 1934 Señorita Esther Soto C. Guacarí Adorada Esther: No alcanza mi escaso intelecto a reproducir con precisión tas Intimas emociones que esta fecha trae a mi alma. Mi complacencia sería que estas pobres frases, se convirtieran en rosas, cuyos perfumes llegaran hasta tu alma, para inundarla con el efluvio de sus perfumes. Más, me contentaré que estas rudas frases sean el elocuente testimonio de mi amor y de la inmensa dicha que experimento en este día. Para ensalzar las virtudes que adornan tu alma, todos los elogios son pocos y escasas las palabras de mi léxico. Tu alma es solo comparable con las flores, creadas por Dios para complementar las bellezas de la creación porque ella tiene la blancura de los lirios y jazmines con su significado simbólico de la pureza; es como la violeta que huye de la ostentación, y que no por eso es menos bella por ser humilde; es tu alma maceta de rojos claveles, que simbolizan el amor puro y constante, y eres en fin, el símil de las rosas con toda la hermosura de sus matices.

Fuera de las flores no hay nada en la naturaleza con que se te pueda comparar, porque para ello sería necesario transitar los caminos de la filosofía y por ende, remontarse a los campos de las constelaciones estelares, en donde eres para la noche de mi vida, lucero que en el sendero de mi existencia, me muestras con regueros de nívea luz el camino de !

mi eterna felicidad

Con toda la efusión de mi alma, te felicito en esta venturosa fecha y formulo vehementes ratos por tu imperecedera dicha, que esta Diosa sea siempre mi fiel compañera.

Tuyo con toda mi alma.

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He aquí la fecha tan anhelada y en la cual se han cumplido nuestros anhelos. Escasas son las palabras para expresar las inmensas emociones que mi alma ha experimentado en esta fecha, al ver coronadas mis ilusiones y alcanzado el ideal por tantos años deseados. No otro, podría ser el epílogo de un amor tan grande y tan puro, y con ello están bien recompensadas todas las luchas y contrariedades que en el lapso de nuestro amor hubimos de experimentar, sin que ellos fueran óbice para aminorar tan grande pasión. Ya que Dios en su infinita bondad, así lo ha dispuesto, quiera que la nueva vida, que de esta fecha en adelante emprendemos sea toda felicidad y ventura; que el sendero de nuestra vida sólo tenga un faro: el amor y una sola guía la fidelidad. En estas dos cosas se resumen los goces del matrimonio, porque con ellos las luchas y trabajos se hacen llevaderos y son escollos insignificantes que se vencen con facilidad. Dejo aquí terminado este libro, testigo mudo y fiel de mi amor y se lo dedico a Esther como prueba elocuente de amor, para que ella lo conserve como algo muy intimo y que sólo su corazón sabrá interpretar en su verdadero sentido.

Terminado hoy:

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HIJOS

Ricardo Arturo 1936 - 1996.

+ Hijos:

Rodrigo Alejandro David

Luz Elena Leonardo Sebastián Juan Sebastián

Elizabeth

El diario fue utilizado, después de casados, en sus últimas páginas para llevar un registro de los nacimientos de los hijos y nietos:

Olga Martínez.

Julio Cesar

Pedro Ricardo María Sabina

Sandra

+Adriana Lucia

José Miguel Juan Manuel Julio Mario

Julio Cesar Laura Lucia

Mariluz Maria Paula

Hugo Andrés Ricardo III

Hugo Alfonso 1938. Fernando

Fanny 1940.

Regina Paola

+Luis Carlos García.

Hijos:

Liliana Santiago Laura

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Juan Carlos Carlos Andrés Johanna Juan Felipe

Jorge Alberto Cristian Nicolás Valeria Camila

María Victoria Juan Camilo

Gladys Pombo. Hijos:

Cristina

Pamela Santiago


Ramiro 1941.

María Helena Soto.

Hijos:

Viviana

Diana María

Nicolás

Alba Mery 1943. Stella 1947.

+José Ovel Campo.

Hijos:

Maria Fernanda

Audrey

Juan David

Camila

Constanza 1952. Estefanía

Orlando José 1956.

Diego Quintero. Hijos:

Isabella

Clara Inés Martínez.

Hijos:

Carolina

Lorena

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Isabella Quintero Torres. 2012

Ricardo A. Torres. 1934

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Ilustradora

Isabella Quintero Torres Nació en 1986 en Cali, Colombia. Después de varios años de análisis gráfico y aplicación del diseño gráfico presenta este libro ilustrado escrito por su abuelo para su trabajo de grado como Diseñadora Gráfica del Instituto Departamental de Bellas Artes en Cali, Colombia. Isabella creció entre Cali, Colombia y Atlanta, EE. UU. Ahora reside en Bogotá, Colombia.

Ricardo A. Torres escribió un diario donde expresaba sus amores con Esther Soto durante 1929 y 1934. Se introduce en el mundo de las metáforas y transmite mayores sentimientos a través de la poesía, creando para su satisfacción sonetos, acrósticos y versos libres. Isabella Quintero Torres, su última nieta en el árbol genealógico decide ilustrar su obra 74 años después.

Con Apoyo de:

BELLAS ARTES

INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA DEL VALLE

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30/09/2012 09:57:27 p.m.


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