Poesía Mística del Interiorismo

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una experiencia del tiempo humano usual, transcurrir solitario, sucesión mensurable ordenada en la distancia. Extraña eternidad, la mística, que se vive como forma esencial del tiempo, como inconmensurable devenir bajo claridades in-mensurables. La poesía proviene de la contemplación de la vivencia; la mística, de la vivencia de la contemplación. La poesía es expresión; la mística, denso silencio. Agotadora distancia las separa. Basta comprobar que la mística, siempre, hace a los hombres santos; la poesía, a veces los torna monstruosos, y si no los hace, los deja ser. Como contemplación de la vivencia, la poesía es fundamentalmente nostálgica. La mística, como vivencia contemplativa, es conciliación absoluta y presencia, trascendencia de los profundos planos humanos de la evocación y ámbito único que eleva al agraciado hasta el grado cero del espíritu, que entonces no se vincula ni se desvincula de la angustiante simbiosis existencia y vida. La contemplación poética, no obstante, se encuentra circunstancialmente con la mística cuando el iluminado, transfigurado de los estados de dicha vividos, o sumido en su evocación, hace poesía, poetiza con su particular memoria. San Juan de la Cruz nos donará los más luminosos ejemplos de sus anhelos de retorno: "En una noche oscura/con ansias en amor inflamada/¡Oh dichosa ventura!/salí sin ser notada,/estando ya mi casa sosegada" (San Juan de la Cruz, "La Noche Oscura"). Y en la canción entre el alma y el esposo, la nostalgia por el estado de gracia vivenciado se transfiguró en urgencia amorosa y apremio: "Pastores los que fuerdes/allá por las majadas al otero/si por ventura vierdes/aquel que yo más quiero/decidle que adolezco, peno y muero" (...)/(...) "Descubre tu presencia/y máteme tu vista y hermosura:/mira


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