El ABC del comunismo libertario - Alexander Berkman

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“El ABC del comunismo libertario” de Alexander Berkman

Pero esa es precisamente la ambición de nuestra vida entera, de nuestra civilización entera. Mientras que nuestra existencia esté basada en un espíritu de esa calaña, ¿será posible erradicar el crimen? Mientras que la sociedad esté edificada en el principio de apropiarse de todo lo que se pueda, tenemos que seguir viviendo de esa forma. Algunos intentarán hacer eso «dentro de la ley»; otros, más atrevidos, temerarios o desesperados, harán esto fuera de la ley. Pero unos y otros estarán haciendo realmente lo mismo, y es eso mismo lo que es el crimen, no la manera como lo haga. Los que lo pueden hacer dentro de la ley denominan a los otros criminales. Para los criminales «ilegales», y para los que se pueden convertir en eso, se hace la mayoría de las leyes. Con frecuencia se coge a los criminales «ilegales». Su condena y castigo depende principalmente del éxito que han tenido en su carrera criminal. Cuanto más éxito hayan tenido, menos probabilidades de condena, más ligero será su castigo. Lo que en último término decidirá su suerte no es el crimen que ellos han cometido, sino su habilidad para emplear abogados caros, sus conexiones políticas y sociales, su dinero e influjo. Por lo general serán el pobre y el individuo sin amigos el que sentirá todo el peso de la ley; él conseguirá una «justicia» rápida y el castigo más duro. El no es capaz de aprovecharse de las diversas dilataciones que concede la ley a sus compañeros criminales más ricos, pues las apelaciones a los tribunales superiores son lujos caros que no se puede permitir el criminal sin dinero. Por esta razón casi nunca ves a un rico detrás de los barrotes de una prisión; gente así en alguna ocasión «son declarados culpables», pero muy raramente castigados. Tampoco encontrarás a muchos criminales profesionales en la cárcel. Estos conocen «las cuerdas»; tienen amigos y conexiones; de ordinario tienen también «dinero perdido», precisamente para tales ocasiones, con el que «untan» su salida de las redes legales. A los que encuentras en nuestras prisiones y penitenciarias son a los más pobres de la sociedad, criminales accidentales, la mayoría de ellos hijos de obreros y campesinos a los que ha puesto tras los barrotes la pobreza y la desgracia, la huelga y el actuar en los piquetes de huelga, el paro y el desamparo general. ¿Son éstos al menos reformados por la ley y los castigos que sufren? Con dificultad. Salen de la cárcel debilitados en cuerpo y mente, endurecidos por los malos tratos y la crueldad que sufrieron o de la que fueron testigos allí, amargados por su suerte. Tienen que volver a las mismas condiciones que los convirtieron en unos infractores de la ley en primer lugar, pero ahora se encuentran etiquetados como «criminales», son despreciados, se burlan de ellos incluso sus antiguos amigos, y son perseguidos y acosados por la policía como hombres «con un pasado criminal». No pasa mucho tiempo antes de que la mayoría de ellos se encuentren de nuevo encarcelados. De este modo da vueltas nuestro tiovivo social. Y durante todo el tiempo las condiciones que han convertido a esos desgraciados en criminales continúan produciendo nuevas cosechas de ellos, y «la ley y el orden» sigue como antes, y el reformador y el político siguen ocupados confeccionando más leyes. Es un negocio ventajoso ese de hacer leyes. ¿Te has detenido alguna vez a considerar si nuestros tribunales, policía y toda la maquinaria de la denominada justicia desean realmente la abolición del crimen? ¿Le interesa al policía, al detective, al sheriff, al juez, al abogado, a los contratistas de prisiones, a los guardias, tenientes, vigilantes y a los otros miles que viven de la «administración de justicia» que se suprima el crimen? Suponiendo que no hubiera criminales, ¿podrían esos «administradores» mantener sus puestos? ¿Te gustaría poner impuestos para sostenerlos? ¿No tendrían que hacer algún trabajo honesto? Piensa sobre eso y mira si el criminal no es una fuente de impuestos más lucrativa para los «administradores de justicia» que para los mismos criminales. ¿Puedes creer razonablemente que ellos desean realmente abolir el crimen? 56


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