Fuerza Latina junio14

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JUNIO 2014 |

“Cuando acudimos a Cristo, Dios no solamente nos perdona, también nos adopta. A través de una serie de hechos dramáticos, pasamos de ser huérfanos condenados sin esperanza, a ser hijos adoptados que no tienen temor. ” Es difícil que comprendamos cuán revolucionario era para Jesús llamar a Dios Padre. Lo que ahora es una práctica común, era algo inaudito en los días de Jesús. Joachim Jeremías, especialista en Nuevo Testamento, describe con qué rareza se usaba la expresión: Auxiliado por mis ayudantes he examinado las oraciones escritas del antiguo judaísmo… El resultado de este examen es que no se encuentra en lugar alguno en toda esta enorme cantidad de literatura la invocación de Dios como Padre. Abba es una palabra de uso corriente. Era una palabra de uso hogareño, familiar. Ningún judío jamás se atrevería a dirigirse a Dios de esta manera, sin embargo Jesús lo hizo en todas las oraciones que nos entregó, con una sola excepción, el clamor desde la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? En el Padre nuestro, Jesús autoriza a sus discípulos a repetir la palabra Abba como Él lo hizo. Les da participación de su condición de hijo. Autoriza a sus discípulos para que le hablen a su Padre celestial en esa forma familiar y confiada. Las primeras dos palabras de padre nuestro son ricas en significación: nos recuerda que somos bien recibidos en la casa de Dios porque el Dueño nos ha adoptado.

LA MISIÓN DE DIOS: LA ADOPCIÓN

Cuando acudimos a Cristo, Dios no solamente nos perdona, también nos adopta. A través de una serie de hechos dramáticos, pasamos de ser huérfanos condenados sin esperanza, a ser hijos adoptados que no tienen temor. He aquí como ocurre: Llegas ante el tribunal de Dios lleno de rebelión y de errores. Debido a su justicia, Él no puede desdeñar tus pecados, pero por su amor,

no te puede despreciar. Así, en un acto que asombró a los mismos cielos, llevó él mismo en la cruz el castigo que merecías por tus pecados. La Justicia y el amor de Dios quedan satisfechos. Y tú, creación de Dios, eres perdonado. Sin embargo, la historia no termina con el perdón divino. Romanos 8:1516, Gálatas 4:4-5 Ya sería bastante que Dios te hubiera limpiado el nombre, pero ha hecho más. Él te da su nombre. Ya sería bastante que Dios te hubiera dado la libertad, pero hace más. Te lleva a su casa. Te lleva a la gran casa de Dios para que sea tu hogar. Los padres adoptivos entienden de esto más que cualquier otra persona. No pretendo ofender a algún padre biológico; yo también lo soy. Los padres biológicos sabemos bien el anhelo sincero de tener un hijo. Pero en muchos casos nuestras cunas se llenan con facilidad. Decidimos tener un hijo y nace un hijo. En realidad, a veces los hijos llegan sin haber tomado una decisión. He sabido de embarazos no programados, pero nunca he oído de una adopción no programada. Por eso es que los padres adoptivos comprenden la pasión de Dios al adoptarnos. Saben lo que es sentir interiormente un espacio vació. Saben lo que es buscar, salir con una misión y asumir la responsabilidad de un niño con un pasado manchado y un futuro dudoso. Si alguien entiende la pasión de Dios por sus hijos, es alguien que ha rescatado a un huérfano de la desesperación porque eso es lo que Dios ha hecho por nosotros. Dios te adoptó. Dios te buscó, te encontró, firmó los papeles y te llevó a casa.

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