Innovación & Mercado Nº 1

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golpeando la mesa

No dejemos que la etiqueta de “emprendedor” nos pase la cuenta y terminemos dejando de lado a quienes han construido la sociedad en la que vivimos, los verdaderos emprendedores anónimos”. como si esto fuera el título universitario o el puesto de trabajo más deseable. —¿Cuál sería el problema de definirse como emprendedor? El principal efecto que tiene esta “adjetivización” es la ficticia creación de una elite. Porque ser empresario es mal visto, pero ser emprendedor es algo aspiracional. Incluso, hasta los organismos de fomento segmentan a los emprendedores como si fueran una casta especial. Y creo que es un craso error, porque estamos dando pie a una segregación injusta. ¿Por qué le es tan difícil obtener un subsidio al empresario pyme dueño de una panadería, pero no lo es para un emprendedor tecnológico que está inventando una aplicación móvil? ¿Es menos cool tener clientes y crear trabajo que apostar por tecnología? Sin duda, necesitamos gente visionaria, pero no podemos hacerlo a costa de menospreciar a quienes han movido al país por años y que no tienen el esnobismo de llamarse a sí mismos “emprendedores”.

Es hora de que aterricemos el concepto y dejemos la ambigüedad. Es hora de reconocer el mérito del dueño de almacén, la señora que hace tortas, el contratista en construcción y cualquier otra persona que crea valor y genera empleo. Tenemos miles de virtudes como sociedad, pero también tenemos este defecto: amamos las etiquetas. No dejemos que la etiqueta de “emprendedor” nos pase la cuenta y terminemos dejando de lado a quienes han construido la sociedad en la que vivimos, los verdaderos emprendedores anónimos. —¿Qué opina del fuerte sesgo que existe en Chile contra los empresarios? En otros países no hay problema en que un candidato a un cargo público sea empresario. En Chile se considera casi como un sacrilegio (aunque lo común es que los políticos tengan negocios mediante sociedades o por sus esposas, sin que los votantes lo sepan). Tenemos una casi nula tolerancia al fracaso, lo cual lo refleja la existencia del Dicom,

que castiga públicamente a quien ha emprendido arriesgando su patrimonio, imposibilitándole la opción de levantarse nuevamente. O el mismo hecho de que las universidades no tienen conexión con el emprendimiento real: son sencillamente fábricas de empleados para las grandes corporaciones, sin que ninguna de ellas tenga foco en aportar a las Pymes, quienes difícilmente tendrán presupuesto para contratar académicos o profesionales universitarios. —¿Qué pasa con las Pymes? Nos encontramos que cuando los políticos fomentan “leyes empresariales”, lo único que buscan es atender los intereses de grandes grupos económicos que son los que financian sus campañas. Qué le va a interesar a un político el almacenero, el pescador artesanal o el pequeño agricultor si lo que les conviene es apoyar leyes que facilitan a que grandes pesqueras aumenten su producción, que los hipermercados y las cadenas de farmacias sigan creciendo indiscriminadamente o facilitar que transnacionales agrícolas produzcan transgénicos en nuestras tierras. En ese escenario tan complejo, quien opta por desarrollar su propia empresa en lugar de seguir empleado, es un verdadero héroe.

innovación & mercado noviembre 2013

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