Una mayoría de los jóvenes en la actualidad salen al mercado después de largos ciclos de formación que supuestamente les debe haber preparado suficientemente para desempeñar su trabajo; esto hace que desarrollen unas expectativas ocupacionales y salariales que con pocas veces se ven correspondidas por el mercado. Se enfrentan a un mercado exigente con muchos jóvenes competidores de su mismo o parecido nivel de preparación que les requiere competencias instrumentales y de gestión para las que con frecuencia no han sido preparados. La universidad tiene todavía una insuficiente interpenetración con el mundo empresarial y el choque con el mercado laboral es para muchos jóvenes una experiencia difícil. Cuando el mercado laboral o el aparato productivo no pueden absorber estas entradas de nuevos jóvenes, aun siendo porcentualmente pequeños contingentes y con mejor formación y competencias que la media de los que ya están trabajando, sin duda nos encontramos ante un problema, no solo porque estos encuentran dificultades para la búsqueda de puestos de trabajo, lo que repercutirá en costes presentes y futuros para el desarrollo de sus vidas, sino también porque impide el esperado retorno de la inversión en capital humano que ha supuesto años de formación a cargo de sus padres y de la sociedad en su conjunto. En casi todas las actividades hay una saturación de demandantes de empleo que origina por un lado una caída progresiva de las remuneraciones y por otro una desmotivación creciente en los jóvenes que tiene que ir disminuyendo progresivamente sus aspiraciones laborales y salariales. Según los datos del informe infojob-ESADE, 2011, un 83% de los puestos de becarios son solicitados por titulados con cualificación superior a la necesaria. Sin embargo, en cuanto damos el salto a puestos de mendos intermedios ya encontramos una mayoría (58%) de candidatos con cualificaciones inferiores a las requeridas y en los de gerencia o dirección los candidatos con insuficientes cualificaciones son el 98%.
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