Narrativa 2012

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hasta el local de ensayo recibí una llamada de la última empresa para la que había echado el currículum. Me decían que no había pasado las pruebas psicotécnicas pero que me tendrían en cuenta para futuras selecciones de personal. Me sonreí agotadamente de no haber pegado ojo en toda la noche, con una satisfacción de gamberra refrendada. Patri dijo yo es que estoy en un momento de mi vida en que no me gusta el teatro, que no me gusta, voy contra el teatro, y sí, bueno, aquí porque una no soy sólo una actriz, pero yo, pues que no me interesa. ¿Qué es lo que no te gusta del teatro?, preguntó Sara. Pues yo qué sé, pues que si tuviera que elegir me gustaría, yo qué sé, hacer las luces, el espacio lumínico, es la interpretación lo que no me interesa. Dogy subió a la silla y dijo que el primer libro que se había leído en su vida de un tirón fue Días felices, que nunca en su vida algo puesto por escrito le había interesado tanto como Días felices. Y mira que es difícil de leer Días felices, con la cantidad de acotaciones que tiene, replicó Ahmed desde abajo. ¿Qué son acotaciones?, preguntó Dogy desde arriba. En su turno de silla Ahmed dijo que Días felices se leía fluido porque no lo había traducido Ana María Moix. La edición de Cátedra, ¿verdad? Cátedra qué es, la editorial, preguntó Dogy. Sí, un libro blanco. Sí, que sale un dibujito de una mano que sujeta una sombrilla. No lo ha traducido Moix porque el original es en inglés, y la Moix no habla inglés. ¿A que Esperando a Godot no lo pudiste leer del tirón? Es porque Ana María chirría, por los catalanismos que cuela en todas partes. ¿Por qué te molestan los catalanismos?, le preguntó Sara. Porque… Ahmed tardó en contestar. Yo estaba sentada e inquieta. Tenía los músculos pesados y liberados a la vez, como cuando terminan de darte un masaje, y empezaba a aflorarme el llanto. Bajé al baño, sollocé en el espejo para distenderme, oriné, bebí agua, me soné los mocos, me lavé la cara y volví a subir. Quise atajar el conato de llanto nervioso, no quería llorar en la silla, tenía muchas cosas que decir y no quería llorar en la silla pero acto seguido quise llorar en la silla por todas las cosas que tenía que decir. Lloré con los dedos índice y corazón en las sienes y los codos elevados. Qué tal estáis el teatro y tú, me preguntó Sara. Lloro de significado, de revelación, respondí. Me encuentro con Juan y es conmigo con quien me encuentro porque él no es real, él no está en la realidad, en él no concurre la repetición ni la duración de la realidad pero no estoy segura. A la una de la mañana Juan está programando la alarma de su móvil para que suene a las nueve y dice faltan ocho horas, qué eternidad, y lo cierto es que a mí también me parece una

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