Narrativa 2012

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Cuando dejo de hablar le miro. Él también me mira. Espero con cara de resignación a que una sonrisa insulsa aparezca en su rostro, pero no lo hace. Me mira en silencio un largo rato, pero no sonríe. Finalmente dice: ––¿Español? Asiento con la cabeza. Y entonces ocurre algo inesperado. Algo tan absurdo como mágico. El dependiente se agacha y coge algo del suelo. Es un radiocasete viejo y cubierto de polvo. La tapa que sujeta las pilas se ha debido perder y en su lugar hay un trozo de cinta adhesiva marrón. Pulsa el play con el dedo índice y los dos nos quedamos callados esperando que ocurra algo. Suena una guitarra. Después se escucha una voz. Es Junco; el cantante. <<Hola mi amor, tengo que hablar contigo>> dice.

Y mientras él dice eso a mí se me queda una cara de idiota digna de ser retratada en una fotografía. De repente aquel lugar, todas sus calles, todos sus puestos, todos sus dependientes, todas sus palabras incomprensibles y todas sus libras, me parecen mucho más familiares que un par de minutos antes. ––Gracias por la música ––le digo antes de marcharme. Y creo que esta vez sí que no me entiende, ya que simplemente sonríe.

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