SUMIDEROS DE CARBONO DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DEL PAÍS VASCO

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Anexos Además de técnicas para favorecer la acumulación de carbono orgánico en los suelos agrícolas,

también existen técnicas para disminuir la velocidad de degradación de la materia orgánica, como:

• Biomasa de los cultivos en relación a cierto grado de desintensificación de los sistemas de cultivo intensivos: un aumento de la biomasa de los cultivos puede incrementar las entradas de materia orgánica al suelo. Esto se puede conseguir mediante (i) la introducción de nuevas va-

riedades, (ii) una correcta gestión de los nutrientes, especialmente nitrógeno13, (iii) la rotación de

cultivos, y (iv) una correcta gestión del agua. Por otro lado, un aumento en el contenido de CO2 en la atmósfera, debido al cambio climático, puede tener un efecto fertilizante similar (Bazzaz and

Sombroek, 1996). La magnitud con la que el aumento de la productividad influye sobre el retorno del residuo del cultivo depende de (i) las prácticas de gestión de los residuos vegetales, y (ii) el pa-

trón de distribución del carbono de dicho cultivo. La utilización de especies con sistemas radiculares profundos favorecerá la acumulación de carbono orgánico en profundidad.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la fertilización y el riego, además de aumentar la bio-

masa de las cosechas, influyen sobre la velocidad de degradación de los residuos (Andrén et al., 1993), por lo que la relación entre la gestión agronómica para un aumento de la biomasa de los cul-

tivos y el contenido de materia orgánica del suelo es compleja (Paustian et al., 1997). En general, la fertilización nitrogenada conlleva un incremento de los stocks de carbono orgánico del suelo, y este

incremento es mayor que el carbono consumido en la fabricación, transporte y aplicación del fertilizante nitrogenado14 aunque por otro lado la adición de nitrógeno al suelo favorece un incremento

de las emisiones de óxido nitroso15.

El informe del INRA (2002) no incluye, como prácticas aconsejables para incrementar las existencias de carbono orgánico del suelo, a aquellas prácticas que dan lugar a un aumento de la producción primaria por intensificación (aumento de la fertilización o riego), dadas las débiles ganancias

que pueden darse en sistemas que ya son de por sí muy intensivos y por los efectos secundarios

de tal estrategia tendría sobre el balance de gases de efecto invernadero (p.e., emisiones de N2O)

y sobre el medio ambiente (lixiviación de nitratos). Tampoco se ha tenido en cuenta la mejora genética, ya que ésta tiene como objetivo principal aumentar la producción cosechada pero no la parte restituida al suelo. Por el contrario, en el informe del INRA (2002) se propone una cierta desintensificación de los sistemas de cultivo intensivos, con una reducción de los aportes de fertilización

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Se estima que son necesarios entre 70 y 100 kg de nitrógeno para fijar 1 t de carbono (FAO, 2001).

1 kg de N utilizado como fertilizante requiere 0.86 kg de C en energía equivalente necesaria para fabricar, transportar y aplicar el fertilizante (IPCC, 1996a).

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El valor del factor de emisión “EF1” ha cambiado de 1.25% a 1%, con relación a las Directrices del IPCC de 1996, debido al análisis de nuevos datos experimentales (Bouwman et al., 2002a,b; Stehfest and Bowman, 2006; Novoa and Tejeda, 2006). El nuevo valor medio para emisiones inducidas por fertilizantes y estiércol se aproxima al 0,9%; aunque dadas las incertidumbres relacionadas con este valor y la inclusión en el cálculo del inventario de otros aportes al agregado de nitrógeno (p.e. de residuos agrícolas y de la mineralización de materia orgánica del suelo), el valor redondeado del 1% resulta apropiado.

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