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De pequeña vidriería a fabricantes de aberturas
ra de Estudiantes de La Plata, Darío pasó a un club italiano para retornar a nuestro país meses después. Ya desvinculado del fútbol, junto a Fabián son hoy la dupla al frente de Casa Silenzi. “Mariano participó del negocio un tiempo, pero él es un espíritu libre. Se dedica a la construcción de techos y estructuras de vidrio, madera y aluminio. Hace cosas fabulosas”, comenta orgullosa su madre.
“Hasta hace unos diez años nosotros acompañamos a los chicos en el local, en la atención en el mostrador -comenta Ricardo-. Luego yo me aboqué más al taller. Ellos empezaron a vender e instalar aberturas en edificios y a mí me gusta mucho hacer los balcones”, explica.
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Casa Silenzi, dedicada a la venta de aberturas, cumplió 48 años de actividad el 7 de abril. Sus fundadores Nélida Pierini y Ricardo Silenzi, hoy de 78 años, comenzaron con una pequeña vidriería en avenida 66 entre 143 y 144. Poco a poco sus hijos Fabián, Darío y Mariano fueron incorporándose a la empresa y la llevan adelante en un gran salón de exposición y ventas, además de una importante estructura de talleres de corte, armado y ensamblado de aberturas de aluminio.
Los comienzos
En 1975 Ricardo trabajaba en Petroquímica y era fotógrafo social. Nelly era empleada en una tienda y confeccionaba vestidos. Nacido en Cruz Alta, Córdoba, donde solo había enseñanza secundaria, Ricardo llegó a La Plata para estudiar ingeniería y recaló en Olmos en casa de familiares, pero ese proyecto no pudo ser. “En los setenta viajar al centro era complicado, trabajaba 8 horas por día. Fracasé en el examen de ingreso a la facultad dos años consecutivos y ya no volví a intentar”, recuerda Ricardo.
“Nuestros comienzos fueron con la vidriería -cuenta Nelly-. No teníamos nada y la vidriería la pudimos abrir con muy poca inversión, una mesa y unos caballetes. Un tío mío nos contactó con la familia Moriconi, dueños de la Vidriería La Cumbre, y ellos nos asesoraron para poder empezar”. Ricardo admite que “nosotros somos de la época vieja y el ritmo de trabajo cambió. Hoy hay otra manera de trabajar”.
“Empezamos como una vidriería de barrio, nos movíamos con un Renault 4 y un Fiat 600. Después pasamos a ser también revendedores de aberturas de madera, de chapa y de aluminio, cuando solo había aluminio natural”, recuerda Ricardo. Nelly acota que “íbamos a Buenos Aires a ver las aberturas para una obra determinada. Mientras él miraba, yo copiaba las direcciones de las fábricas que estaban en las etiquetas pegadas en las aberturas que había en exposición, y así fuimos conociendo a los fabricantes para que fueran nuestros proveedores”. Ricardo explica que “entonces las fábricas venían poco a La Plata. Nosotros éramos un negocio chico. Lo que más nos ayudó fue el aluminio, porque fue mutando. Dejó de haber madera buena, la chapa tenía los problemas de siempre porque se pica, se oxida y hay que pintarla. El aluminio creció de natural a color y al anodizado. Así también nuestro negocio fue adaptándose a las necesidades. Ya no eran aberturas standard sino a medida. Tuvimos que arrancar con el taller y fuimos tomando empleados. Hubo una época de mucho crecimiento antes del 2000”.
La participación de los hijos
Según Nelly, la notoria remodelación integral actual del local es producto de observaciones de Darío durante su paso por Europa. Tras debutar en la prime-
Desarrollo con producción
Casa Silenzi fue creciendo a la par que los miembros de la familia iban desarrollando estudios y deporte. “Nosotros somos del cuaderno y el lápiz. Hoy la tecnología permite planificar y trabajar de otra forma -dice Ricardo-, los pedidos y la comunicación con el cliente se hacen por Internet. Hoy se cargan los datos y características de las aberturas que necesita el cliente y el sistema te dice cómo tenés que cortar el perfil para tener el menor desperdicio y optimiza todo. Después esa planilla llega al taller donde se cortan las piezas que luego pasan a la mesa de armado. Es decir que un negocio que comenzó como vidriería, hoy coloca los vidrios en las ventanas que se fabrican acá, que antes se armaban con remaches pero hoy se utilizan esquineros y tornillos autoperforantes”, sintetiza.
“Hace unos años hubo un cambio en el hábito de consumo. La gente se volcó al aluminio por sus ventajas comparativas. Las aberturas de chapa quedaron para algunos casos especiales o puertas de frente inyectadas, porque el aluminio en esos casos es más frágil frente a una barreta, por ejemplo”, describe Fabián. La informática les simplificó mucho el trabajo. Una vez establecidos los cortes que deben realizar en cada barra de perfil, también se determina el sobrante, que se stockea para otros trabajos o para enviar a reciclado. “Se reutiliza todo, sea natural, pintado o anodizado. Los pedacitos muy chiquitos se reciclan, hasta la viruta se recicla. Es la gran ventaja que tiene el aluminio por sobre otros materiales”, detalla Fabián.
Fabricantes y proveedores
El aluminio fue mejorando la calidad y también lo hay recuperado. En Argentina hay una sola fábrica de aluminio, Aluar, y una sola fábrica de vidrio para la construcción, Vasa (Vidriería Argentina SA) que fabrica todo tipo de vidrios. Aluar produce el tocho, que es el cilindro gigante de aluminio. Lo compran las empresas que con sus extrusoras producen sus propios perfiles con un método similar al utilizado para lograr un churro. Hay también un tipo de perfil denominado “puente de ruptura térmica”, que separa con poliamida -material similar al caucho- la parte externa de la interna de las aberturas. Y lo que se está imponiendo de a poco son los vidrios dobles (DVH, doble vidrio hermético), que mediante una cámara de aire central aíslan la vivienda del frío y del calor, lo que economiza mucha energía.
Ricardo Silenzi se refirió a las diferencias entre las aberturas de PVC y las de aluminio. “Si bien compiten, el PVC tiene grandes problemas. Muchos países no lo quieren porque es tóxico. En un incendio el aluminio no arde mientras el PVC se derrite y genera humo tóxico. Además los rayos UV (que emite sigue en pág. 9