COMENTARIO

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COMENTARIO El tema de la tercera máxima versa sobre la reforma de uno mismo mediante el control de las pensiones que debe ejercer la razón. El propósito esta vez es saber controlar y dirigir los propios deseos, renunciando a ellos si comprobamos que su satisfacción no es posible; todo ellos con el fin de evitar el tormento y la frustración que conllevaría su no cumplimiento. Este planteamiento es una clara influencia del determinismo cósmico contemplado en la doctrina ética del estoicismo según el cual todo lo que sucede en la naturaleza(incluyendo la vida humana como parte de esa naturaleza) está perfectamente condicionado y regulado por el orden racional que universalmente ha establecido la inteligencia o logos divino. Resulta totalmente absurdo cualquier intento de modificación o superación, por nuestra parte, de este determinismo, por lo que para el sabio no cabe otra conducta que la de la aceptación del destino y la providencia. Sólo así, aceptando lo que nos ocurre de modo necesario y no deseando sino lo que aparezca ante nosotros como posible, alcanzaremos la serenidad y felicidad necesarias para no vivir permanentemente atormentados. Pero, ¿cómo podemos conseguir que nuestra voluntad controle nuestros deseos y aspire sólo a los posible y necesario conduciéndose así, por el camino recto de la virtud? Epicteto afirmaba que mediante el orden y control que la razón, conocedora del designio cósmico, impone a nuestros deseos, podemos llegar a la tranquilidad de ánimo necesaria para conseguir la felicidad, entendida ésta como la aceptación de lo posible y necesario y el rechazo de lo imposible y superfluo. En este sentido, Descartes afirma también que la voluntad puede modificarse (conseguir que no se deje llevar por las pasiones y deseos imposibles), si se reforma y perfecciona previamente el pensamiento, la razón (como es el objetivo) a través de la adopción y cumplimiento permanente del criterio de certeza (claridad y distinción) que las reglas del método establece. En efecto, la razón, bien orientada con la aplicación del método, será capaz de intuir verdades claras y distintas proporcionando, así, los conocimientos necesarios para que la voluntad pueda controlar los deseos y conducir de modo adecuado las acciones de la vida. Así, en palabras del propio Descartes: “y haciendo, como se dice, de la necesidad virtud, no desearemos estar sanos, cuando estamos enfermos, o ser libres, cuando estamos en prisión, más de lo que ahora deseamos tener los cuerpos de una materia tan poco corruptible como la de los diamantes o alas para volar como los pájaros”. Aunque para ello sea preciso “un largo ejercicio y una meditación poco usual para acostumbrarse a contemplar de esta guisa todas las cosas”. Finalmente, Descartes alude directamente a los estoicos en los siguientes términos: “y creo que esto reside principalmente el secreto de aquellos filósofos que pudieron en otros tiempos apartarse del designio de la fortuna y, a pesar de los dolores y la pobreza han podido disputarse la felicidad con los dioses”. Señala el filósofo francés a los estoicos como los antecedentes directos del precepto recogido en esta tercera máxima, a la vez que nos recuerda el modo como aquellos filósofos equiparaban su nivel de felicidad con la de los dioses, llegándose incluso a considerar ellos superiores a los dioses debido a que éstos poseen la sabiduría y la felicidad por naturaleza, mientras que el filósofo posee lo mismo, aunque sea en menor grado, por el esfuerzo personal.


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