La palabra como arma - Emma Goldman

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El anarquismo no es sólo un proceso que marche por “caminos sombríos”, sino que vivifica todo lo que es positivo y constructivo en el desarrollo orgánico. Es la manifiesta protesta del tipo más militante. Absolutamente inflexible, insistiendo e impregnando las fuerzas que hacen frente al más terco ataque y que resiste a las críticas de aquellos que en verdad constituyen las últimas voces de una época decadente. Los anarquistas no son simples espectadores en el teatro del avance social; al contrario, tienen unos conceptos muy positivos con respecto a los objetivos y los métodos. Como debo expresarme lo más claro posible en el menor espacio, permítaseme que adopte el típico esquema para desarrollar en qué creo. I.

RESPECTO DE LA PROPIEDAD

La “propiedad” significa el dominio sobre los objetos y la negación a los demás de usar tales objetos. En tanto la producción no sea igual a la demanda, la propiedad institucional pudo tener alguna raison d’être. 38 Pero sólo hace falta consultar a los economistas para saber que la productividad del trabajo en las últimas décadas se ha incrementado extraordinariamente, excediendo a la normal demanda cientos de veces, convirtiendo a la propiedad no sólo en una traba para el bienestar de los seres humanos, sino en un obstáculo, una barrera mortal, para todo progreso. Es el dominio privado de los bienes lo que condena a millones de personas a ser nada, muertos vivientes sin originalidad o capacidad de iniciativa, maquinarias vivientes, que acumulan montañas de riquezas para otros, recibiendo a cambio una vida gris, aburrida y miserable. Creo que no puede existir una legítima riqueza, una riqueza social, en tanto se base en las vidas humanas, la vida de jóvenes y viejos, en la vida de los que están por venir. Se afirma, por parte de los pensadores radicales, que la causa fundamental de este terrible estado de la cuestión es: 1º) que la mayoría de los hombres deben vender su labor, 2º) que su predisposición y opinión está subordinada a la voluntad de su amo. 38

En francés en el original. (N. de E.)

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El anarquismo es la única filosofía que puede, y debe, acabar con esta situación humillante y degradante. Se diferencia de las otras teorías en que se centra en el desarrollo del ser humano, su bienestar físico, sus cualidades latentes e innata disposición que deben determinar el tipo y condiciones de su trabajo. De igual modo, deben ser sus condiciones físicas y mentales, y las necesidades de su alma, lo que determine lo que cada uno deba recibir. Para hacer esto realidad, sólo es posible, creo, en una sociedad basada en la voluntaria cooperación de los grupos productivos, comunidades y sociedades que libremente se federarán juntas, que finalmente desarrollarán el comunismo libertario, actuando por la solidaridad de intereses. No puede existir libertad, en el amplio sentido de la palabra, ni desarrollo armonioso, en tanto las consideraciones mercenarias y comerciales jueguen un papel fundamental en la determinación de la conducta personal. II.

RESPECTO DEL GOBIERNO

Creo que el gobierno, la autoridad organizada o el Estado, sólo son necesarios para mantener o proteger la propiedad y los monopolios. Está suficientemente demostrado esta única función. Por no potenciar la libertad individual, el bienestar humano y la armonía social, lo que debería constituir el verdadero orden, los gobiernos han sido condenados por todos los grandes pensadores del mundo. Por lo tanto, creo, con mis compañeros anarquistas, que las regulaciones estatutarias, las promulgaciones legales, las disposiciones constitucionales, son invasoras. Nunca han inducido a un hombre a hacer algo que él no quisiera hacer por la capacidad de su intelecto o temperamento, ni evitó nada que el hombre no haya sido capaz de hacer por las mismas causas. La pictórica descripción de Mollet, The man with the hoe 39, la obra maestra sobre la minería de Meunier que ha ayudado a valorizar este trabajo frente a su anterior degradante consideración; las descripciones de Gorki del submundo, los análisis psicológicos de Ibsen de la vida humana, nunca podrían haber sido inducidas por el gobierno como no potencia el espíritu que impele al hombre a salvar a un niño que se ahoga o a una mujer 39

El hombre con el azadón. (N. de E.)

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