Cuento "El Flecha"

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dome el contento. Iba a pelear con el Johnny González, “la mano de piedra más fuerte de todo Córdoba”. Erda: y ahí pasó lo que pasó: Me agarró el Johnny en el primero y taaas, un manducaso a la cara y yo, chás, a la lona; como quien dice: a besarle los pies a Coltejer. Ñerda, y en el momento en que el referee empezó a contar, uno, dos, tres, cuatro, chás, se fue la luz en el estadio, marica. Erda, y se hizo un silencio duro, hondo, crudo, mano. Pero él referee siguió contando en el oscuro: cinco, seis, siete y cuando iba por ocho, chás, llegó la luz de nuevo. Noojooda, me imagino la cara del referee y la del público, y la del Johnny, marica, cuando encontraron la lona vacía. Porque, nojoda, yo, cuando llegó la luz, estaba como a cuatro cuadras del estadio, caminando pa' mi casa, marica. Salí volando, como una flecha. Siiií: yo a ese man no me le paraba más. Así es, cuadro: yo soy un caso único en el boxeo de este país: un boxeador al que la gente bautiza el día que se retira. Desde ese día soy el veloz, “el super-rápido”, “el ultrasónico”, “el rompecandao”, “el vuela-más-quel-viento”,” the arrow”: “El Flecha”. De ahí pa'lante, jodido, mano: chofer de plaza. Un dueño de taxi me dio un jeep para que lo manejara, un W.V.M. -porque como ahora hay B.M.W. -, el mío era W.V.M: o sea, un Willys Vuelto Mierda. Nojoda, pero al mes me lo quitó porque yo me la pasaba era jugando al boxeo y dándome pataditas en las pelotas con los otros choferes

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