artistas (como Leonardo da Vinci), profesores e ingenieros a crear nuevos productos, artefactos y armas. Como aliciente y premio por estos logros, crearon los “privilegios de invención” (Sáiz, 1999) que les otorgaban diversos beneficios, como un puesto en la administración del Estado, una renta vitalicia (o temporal) o un premio en dinero. Las monarquías de Inglaterra y Francia, y luego España, utilizarían este mismo mecanismo de los “privilegios” para incentivar una mayor actividad de sus propios artistas e inventores. Italia fue el país que empezó con las primeras manifestaciones de protección y regulación de sus inventores e inventos, expresado en el Estatuto de Venecia del año 1474. De hecho, un tiempo antes, en 1421 en Florencia ya se había otorgado el primer privilegio del cual se tenga registro a nivel mundial, muy similar a una patente. Dicho privilegio fue concedido al arquitecto e ingeniero Filippo Brunelleschi, lo que le dio el monopolio por tres años en la manufactura de una barca de transporte con un engranaje de elevación, usado para levantar mármol. Posteriormente, Inglaterra desarrolló un sistema de incentivos y protección de los inventos, con el denominado Estatuto de los Monopolios (Statute of Monopolies), promulgado en enero de 1624. Este estatuto otorgaba “cartas de patente” que garantizaban la condición de monopolio exclusivo sobre el uso del invento por el plazo de 14 años al inventor. Uno de los aportes más significativos de esta ley es que no crea una frondosa burocracia para “evaluar” las patentes sino que asume una postura más flexible y deja la determinación de su utilidad y éxito al mercado; en la práctica se concedían tantas patentes como eran solicitadas. Siguió el ejemplo Francia, con la “Declaración del Rey concerniente a los privilegios del comercio” de diciembre de 1762, que otorgaba 15 años de “privilegios” a los inventores. La revolución francesa de 1789 mantuvo el apoyo a los inventores, a los que considera parte del pueblo trabajador, pero le da un carácter completamente diferente: deroga los “privilegios” y habla por primera vez de “derechos” sobre la propiedad del invento. Sin embargo, es en enero de 1791 en que se emite en Francia la considerada primera ley de patentes moderna del mundo, reconociendo como idea central los derechos de propiedad intelectual del inventor. Esta ley tuvo una gran influencia en toda Europa, especialmente en Alemania (que ya desde el siglo XVI venía protegiendo a sus inventores), en España y posteriormente en América Latina. En el caso de España, la primera Real Cédula de privilegio de invención fue concedida en agosto de 1522, época que coincide con la introducción de la imprenta en las ciudades de Barcelona y Valencia. Debido a que las imprentas ahora estaban en capacidad de reproducir documentos y conocimientos, se percibían como un “peligro” para los inventos nacionales; de allí la necesidad de proteger las creaciones con mayor celo que
18