La divina comedia

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LA DIVINA COMEDIA «Puerta ninguna cierra nuestro amor a un justo anhelo, como el de quien quiere que se parezca a sí toda su corte. Fui virgen religiosa en vuestro mundo; y si hace algún esfuerzo tu memoria, no ha de ocultarme a ti el ser aún más bella, mas reconocerás que soy Piccarda, que, puesta aquí con estos otros santos santa soy en la esfera que es más lenta. Nuestros afectos, que sólo se inflaman. con el placer del Espíritu Santo, gozan del orden que él nos ha dispuesto. Y nos ha sido dado este destino que tan bajo parece, pues quebramos nuestros votos, que en parte fueron vanos. » Y dije: «En vuestros rostros admirables un no sé qué divino resplandece que vuestra imagen primera transmuta: por ello en recordar no estuve pronto; pero ahora me ayuda lo que has dicho, y ya te reconozco fácilmente. Mas dime: los que estáis aquí gozosos ¿deseáis un lugar que esté más alto y ver más y ser más de Dios amigos?» Sonrió un poco con las otras sombras; y luego me repuso tan alegre, cual si de amor ardiera al primer fuego: «Aquieta, hermano, nuestra voluntad la caridad, haciendo que queramos sin más ansiar, aquello que tenemos. Si estar más elevadas deseásemos, este deseo sería contrario a lo que quiere quien aquí nos puso; lo cual, como verás, es imposible, si estar en caridad aquí es necesse y consideras su naturaleza. Esencial es al bienaventurado con el querer divino conformarse, para que se hagan unos los quereres; y así el estar en uno u otro grado en este reino, a todo el reino place como al Rey que nos forma en sus deseos. Y en su querer se encuentra nuestra paz: y es el mar al que todo se dirige lo que él crea o lo que hace la natura. » Vi claramente entonces cómo el cielo es todo paraíso, etsi la gracia del sumo bien no llueva de igual modo. Mas como cuando sacia un alimento y aún tenemos más

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