Introduccion a la filosofia Gustavo Casas

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Gustavo Casas

como hemos visto. Entonces, frente a todos los cambios que nos presenta la experiencia, ya sean naturales o artificiales, caben las preguntas: ¿Qué es la cosa que cambia? ¿De qué está hecha? ;,Por quién fue hecha? ¿Para qué ha sido hecha? Las causas de las que se ocupa la filosofía aristotélica, son las respuestas a esas cuatro preguntas: la "causa formal", determina lo que la cosa es; la "causa material", es aquello de lo cual la cosa está hecha; la "causa eficiente" es la fuente por quien fue hecha; y la "causa final", es el bien para el cual fue hecha. Aristóteles distingue realmente las cuatro causas, por ejemplo, en los cambios artificiales (la modelación de una estatua, la edilicación de una casa ... ), pero tiende a relacionarlas íntimamente cuando trata de explicar los cambios propios de los seres naturales vivientes. En efecto, le interesa más la finalidad "intrínseca" que la "extrínseca". Por ejemplo, si los manzanos sirven para fabricar sidra, éste sería un objetivo extrínseco; pero cuando es el mismo árbol-manzano el que alcanza todo el desarrollo de que es capaz, se trata de una finalidad intrínseca, que, en el l(>ndo, se identifica con la causa formal. Más aún, en todo el proceso de crecimiento, puede decirse que el árbol está tendiendo hacia la realización de su causa final, que es también su causa formal. Pero es la causa final la que mueve, atrayendo, tirando hasta el término del proceso evolutivo. (Ver: F. Copleston, o.c., p. 315). Para comprender mejor la importancia que Aristóteles confiere a la causa formal y final, conviene no olvidar que él observa la realidad preferentemente como "vida" en el proceso de llegar a ser (gc_neración), y de dejar de ser (corrupción). De aquí, avan/.a hacw el ser en general donde todas las cosas de este mundo s~¡]¡Jt¡n~tr,_ ~legan a ser, de algo, y para algo, y por algún agente. ht delmitlva, sus cuatro causas están íntimamente relacionadas. l'or último, ¿cómo llega Aristóteles a concebir a Dios? Aristólclcs roncibe a Dios como el Motor supremo que mueve todas las cosas sin ser movido por nada (Motor "inmóvil"). Es un

Introducción a la Filosofía

Dios que aparece como explicación metafísica al problema del cambio. En efecto, si todo cambio ha de explicarse por el paso de la potencia al acto, y si lo actual es siempre anterior a lo potencial, el hecho total del cambio ha de explicarse en último término por una Realidad puramente "actual", sin mezcla alguna de potencialidad. En otras palabras, el universo entero tiene que tener un Motor supremo, tal que sea la eterna fuente del movimiento eterno. Notemos bien que este Motor supremo no es un Dios Creador, pues para Aristóteles el mundo existe desde toda la eternidad, sin haber sido creado nunca. En esta concepción, Dios no crea el mundo de la nada, sino que lo "forma" al ejercer una atracción sobre todas las cosas, es decir, actuando corno soberana Causa Final, corno Fuente Suprema del movimiento, corno objeto último de todos los deseos del cosmos. En efecto, todos los seres, en sus tendencias a sus respectivos fines (a ser el árbol perfecto, el hombre perfecto ... ), constituyen un mundo en devenir. Este mundo de cosas en eterno proceso de cambio, es explicado (metafísicamente) por Aristóteles por la referencia a un Motor que mueve todo sin ser movido, así como el amado mueve al amante por el poder de la atracción y no de la fuerza ciega. Por esto, el Motor inmóvil aparece corno la fuente eterna del movimiento, porque es la Actualidad pura. Tal principio de movimiento es espiritual (lo material es potencialidad): es puro entendimiento ("nous"), el cual, debiendo pensar lo mejor, tiene que pensarse a sí mismo. Lo que Dios hace es pensar, Dios se piensa a sí mismo en un acto de eterna intuición. Dios es Pensamiento del Pensamiento ("nóesis noéseos"). En este sentido, puede decirse que el Dios aristotélico es un Dios personal. Pero Aristóteles no lo concibe corno término del culto religioso: a este Dios no se le dirigen confiadas oraciones o súplicas desde el fondo del alma. El Dios aristotélico era la conclusión especulativa de su Metafísica, la grandiosa culmina-

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