Vida Abundante marzo/abril 2014

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conmemoración Cristales Rotos qué lado estamos cuando bregamos por derechos sexuales y reproductivos, inclusión real para personas gays y lesbianas, mujeres con derecho a decidir sobre su cuerpo, y la lista sigue... pensamientos cerrados nos están enfermando y nos conducen también a cierta intolerancia. Sin embargo, debemos redoblar nuestro compromiso por el diálogo, los acuerdos y el encuentro, para que todas las víctimas -de todos los tiempos- sean respetadas y tenidas en cuenta, y vivamos en un mundo donde haya lugar y espacio para todos los seres humanos. Ante el nazismo, muchos cristianos no se callaron, no fueron cómplices. Ante las nuevas situaciones de nuestro mundo está en nosotros defender al más frágil y débil o quedarnos mirando sin hacer nada. Por eso escribo mi testimonio y lo que pienso sobre este acontecimiento que viví en la Catedral Metropolitana. Para terminar este artículo, comparto lo que escribí a quien se hiciera responsable y apoyara estos hechos, y que goza en nuestro país de las libertades que él y su grupo le niegan a otros. “Sr. Christian Bouchacourt: Lamento mucho sus expresiones, sin embargo esta vez no me pienso quedar callado. Existen muchas maneras de expresar el disenso en una sociedad y en una institución, en este caso me refiero a una denominación cristiana. Me parece que la manera que eligieron para hacerlo es absolutamente repudiable, pues descarta todo tipo de diálogo, y cultivar el diálogo y las buenas relaciones es lo propio del Dios en quien creemos, tres personas y un solo Dios verdadero, en diálogo y en relación, así afirma la doctrina trinitaria. Eso es precisamente lo que en el día de ayer expresamos algunos de los que estábamos allí -obviamente no las personas circunscriptas a su grupo. Quiero decirle que no se trataba de ninguna Celebración Eucarística, sino de un acto de memoria y reconocimiento de lo que los seres humanos somos capaces de hacer cuando “el fundamentalismo” nos invade y nos ciega. El lugar físico fue la Catedral Metropolitana pero lamento que no pueda usted diferenciar estos actos de aquellos que hacen a la liturgia, que cada iglesia celebra a su modo y en sus respectivos templos. Por tal motivo, su desinformación lleva a que el dolor que ayer recordábamos se hiciera nuevamente

presente en medio nuestro, con la misma fuerza. Sólo que los tiempos han cambiado y no hay que tenerle miedo a los cambios. Con gran pesar viví este hecho y ruego para que nuestro mundo se encamine por la “cultura del diálogo” como dice su Papa Francisco y no por el atropello y el desenfreno de jóvenes que, elevando sus voces, ni rezaban ni permitían rezar. Si usted hubiera estado ayer seguramente se hubiera conmovido igual que todos los que estábamos allí al ver a sobrevivientes del horror y de los actos que somos capaces de llevar a cabo y permitir los seres humanos cuando nos dejamos llevar por ideas que terminan siendo diabólicas, pues atentan contra hombres y mujeres hechos a imagen y semejanza de Dios, hermanos y hermanas. Pero también estábamos presentes quienes no queremos que vuelva a pasar esto otra vez, y testimoniábamos el martirio de sacerdotes, monjas, pastores y laicos que, por el Evangelio de Jesucristo, dejaron su vida en pos de salvar la vida de otro que compartía la misma suerte. Verdaderamente lamentable y doloroso que los jóvenes que allí gritaban exaltados el Ave María no pudieran siquiera escuchar y aprender algo de todo ese horror, y también de las luces que, en medio de tanta oscuridad, estábamos testimoniando. Es por eso que no quiero callar ante este hecho y por eso le respondo a usted, reiterando que existen muchas maneras de disentir, pero salvando siempre la unidad que con esfuerzo estamos deseando y construyendo. Usted como grupo minoritario en una Iglesia Católico-Romana seguramente desea el mismo trato para con su grupo y su forma de pensar... por lo tanto sostengo que lo que se pide para sí, se debe dar a manos llenas también.” 3

 El autor es

pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata al servicio de la Iglesia Dinamarquesa en Buenos Aires.

Debemos redoblar nuestro compromiso por el diálogo, los acuerdos y el encuentro, para construir un mundo donde haya lugar y espacio para todos los seres humanos.

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