las consecuencias económicas de la violencia del narcotráfico en méxico

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trafiquen estupefacientes, todo ello sin utilizar estrategias de coerción en contra de la población y sin extorsionar a las empresas. Podríamos entonces concebir situaciones en las que el tráfico de drogas se realice con niveles moderados de violencia y que esta tenga poco impacto sobre la actividad económica. Sin embargo, a medida que la guerra contra las drogas ha escalado en México, los carteles y sus células criminales han diversificado su portafolio de actividades al secuestro, la extorsión, el tráfico de personas, el robo de petróleo, entre otros crímenes (Guerrero, 2010). Es de esperar que estas actividades criminales tengan un impacto mucho más directo en la sociedad y por ende en la actividad económica. Para explorar la manera en que la violencia relacionada con el narcotráfico afecta a la economía, utilizamos la famosa analogía de Mancur Olson (2000) concibiendo a los carteles de la droga ya sea como “bandidos estacionarios” o en “movimiento” en virtud de la forma en que deciden insertarse en la sociedad. Los “bandidos estacionarios” son aquellos que tienen capacidad de mantener a largo plazo su control de cierto territorio, mientras que los “bandidos en movimiento” tienen un dominio temporal. Olson argumenta que los primeros tienen incentivos racionales para restringir su capacidad de extraer recursos y ejercer violencia en contra de la sociedad con el fin de que exista una mayor inversión, lo que a largo plazo les permitirá obtener más ganancias. En cambio, los “bandidos en movimiento” extorsionan, secuestran, roban y asesinan sin importarles que estas actividades destruyan la economía local. Existe evidencia de que los narcotraficantes mexicanos se comportan en ocasiones como bandidos “estacionarios” o en “movimiento” y es de esperar que esta diferencia tenga un impacto significativo sobre la actividad económica. Por ejemplo, el Cartel de Tijuana experimentó una escisión interna entre dos facciones, la que estaba liderada por Teodoro García Simental (alias El Teo) que aparentemente favorecía secuestros en Tijuana, 3 y la otra facción con fuertes conexiones políticas y económicas en la ciudad, liderada por Luis Fernando Sánchez Arellano (alias El Ingeniero), que quería enfocarse primordialmente en el tráfico de drogas y exigía la reducción de los secuestros, cuyas principales víctimas eran empresarios. El Ingeniero temía que los secuestros estuvieran atrayendo mucha atención del gobierno y contribuyendo a destruir las

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El Teo fue arrestado en enero de 2010 y su facción fue eliminada.

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