Más vale por viejo: Lecciones de longevidad de un estudio en el Cono Sur

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OLGA SOLAS ET AL.

hospitalarias (hogares y residencias). Estos aspectos ponen de manifiesto, por una parte, que la modalidad de atención dentro de las instituciones de salud no fomenta un enfoque integral del anciano por parte de un equipo multidisciplinario que actúe como unidad de evaluación geriátrica, lo cual a su vez refleja una característica de las instituciones de salud del país: que el diseño de sus estructuras no se ve determinado por la demanda de sus usuarios, sino que hay un “sistema” predefinido por los gestores de la oferta: el usuario ingresa y utiliza los diferentes subsistemas en función de su situación particular. Por otro lado, esto significa que hay una falta de continuidad en la atención del adulto mayor que ingresa a una residencia o a un hogar, si se descuentan las visitas médicas que se hacen desde la IAMC al paciente institucionalizado en estos centros. La ausencia de modalidades de hospitalización diurna o de unidades de hospitalización específicamente destinadas a adultos mayores cuya estancia en los servicios de salud, sean éstos públicos o privados, es de corta o mediana duración, también revela la ausencia de un modelo integral de atención geriátrica. En Montevideo hay apenas tres centros diurnos con una capacidad de alojamiento muy reducida: uno pertenece al Hospital de Clínicas para pacientes con la enfermedad de Alzheimer, dos son de la Intendencia de Montevideo (110 usuarios) y uno es del Pyñeiro del Campo (17 usuarios). Por último, los programas de internación domiciliaria para ancianos no existen en el sector público y son muy escasos en el sector privado (las únicas entidades con programas de internación domiciliaria son el CASMU, la Asociación Española de Socorros Mutuos y la Casa de Galicia). A todo lo anterior cabe sumar el punto de vista del usuario, que se encuentra adscrito a un subsistema de atención según su capacidad para pagar. Sin embargo, estos sistemas no le ofrecen una cobertura integral y el usuario, para satisfacer determinadas necesidades de salud, se ve obligado a recurrir a otros efectores en el sector privado a quienes hay que pagar directamente los servicios que prestan al usuario. Si se trata de usuarios del sistema de las IAMC, ello significa abonar un prepago por un paquete de prestaciones que no comprende la eventual institucionalización por razones médico–sociales y que debe ser financiado de su propio bolsillo, mientras mantiene el pago de la prima del seguro de la IAMC. Esto representa una barrera económica que dificulta el acceso a estos servicios, haciendo que los problemas del paciente geriátrico recaigan sobre la familia exclusivamente y a veces, sobre el sector público. La existencia de un único servicio de residencia permanente genera una demanda insatisfecha importante en perjuicio de las personas mayores más vulnerables. En la esfera asistencial, la mayor carencia puede observarse en los servicios dirigidos a los ancianos frágiles o a los pacientes geriátricos. Las 273 instituciones destinadas a brindar atención y residencia permanente al anciano (un hospital público de

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