REVISTA FERIA Y FIESTAS MONESTERIO 2009

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Castillo, donde con nuestras chaquetillas improüsábamos la muleta y brindábamos a un gentío imaginario y la primera tarde que besé las mejillas de Adelita y le dije que si quería ser mi noüa..."" Y cuando mi padre, me llevó al mar y me dijo que por estas tierras, hace muchos años üüeron unos hombres famosos y legendarios, Pedro y Rancisco Niño, Andrés Morales, Luis Torres, que comandados por un hombre genial, Colón, descubrieron las

Indias...

carro de plata, sus lujosos frontales dorados y su

yunta de bueyes.

Hermana -isubiremos esta mañana

Moguer...?

En la inmensa sala los viejos vegetan, mientras esperan la muerte que llegará, lenta, sigilosamente.

Las monjas cruzan los pasillos con agilidad, en un

incesante trajina4 como si quisieran ganar elcielo con sus rezos y su abnegación. A veces, de la sacristía llega un rumor monocorde y después elsilencio todo lo invade, como si eltiempo se hubiera detenido. EI abuelo Manuelsigue añorando elMoguer de

su juventud, las tardes del pueblo en fiesta, cuando todos los vecinos acudían Romería de Montemayor y üvían durante unos días en contacto directo con la Naturaleza. Y después, en las noches de Ia velada de Septiembre, cuando acudía con sus amigos alüejo cabezo y contemplaba a o lejos, las luces del pueblo, mientras percibía esa paz fragante que emitían los nardos de la alberca y también la emoción que sentía cuando acudía al recinto ferialy contemplaba la magia del avellanero, con su cesta engalanada de granate y oro y la gitanilla de los globos con su racimo multicolor y el barquillero con sus crujientes barquillos de canela. Y que hermosa la

a la

torre de Ia iglesia, iluminada por un limbo üoleta y pajizo y hasta el canto del grillo que llegaba a los oídos con su tono vacilante y agudo.

después, que maraülla,

el

recogimiento

pacífico y rendido de los crepúsculos del pueblo y el olor a grano limpio amontonado en Ios graneros y el canto de los campesinos que volvían de Ias eras y pasaban con su somnoliento cansancio, por los hermosos zaguanes, donde las viudas pensaban en

sus muertos, que dormían muy cerca en el üejo cementefo, detrás de los corrales del ganado.Muy cerca dé allí, en Primavera, pasaban Ias carretas del Rocío, con su rico y variopinto tropel y su carga de

hermosas muchachas, repicando panderetas y cantando sevillanas y la cabalgata de caballos enjae-

a

- Pero Manuel, es Ud. Imposible, no ve que el cielo amenaza tormenta. "Tormentas a mí... Yo que a lomos de Centella, he caminado

kilómetrosykilómetros, portando

de Lucena, de Almonte, de Palos, que

-iTomás, otra partidita...?

Y

zados que precedían al cortejo delSin Pecado, con su

Ia

wa

después descargaba en la bodega del Diezmo. Tormentas a mí,

que he soportado verdaderos diluüos, mientras

conducía el ganado a la dehesa..." EI sordo retumbar de la tormenta sacude los oídos, mientras una chispa ilumina el horizonte. Un humo espeso viene de las fábricas del Polo químico, creando una neblina artificial que daña las gargan-

tas... -

Hermana María -ihas üsto a Manuel.. .?

La hermana María tiene un oscuro presenümiento. Busca diligente por los pasillos, üsita la sacristía, sube a Ia azotea. La tormenta acechante brama su furor a lo lejos y sin pensarlo dos veces, monta en elüejo cuatro latas del convento y cruza la carretera de San Juan del Puerto. La lluüa cae con

furia, como queriendo borrar la porquería y la miseria de este mundo. La hermana María sabe que no es la primera vez que el abuelo Manuel se ha escapado del asilo y haciendo auto-stop ha llegado a Mogue4

donde ha vagado por sus calles, recordando los

Iugares donde pasó su juventud.

La hermana María ha seguido el camino del cementerio, por las colinas rojas, a las que ya los romanos llamaron Monsurium, elüejo Monturrio que cantara Juan Ramón Jiménez, en Platero y yo, su elegía universal. AIIá lejos, por el camino que conduce al molino de üento y cerca de Ia tumba de Centella, la hermana María cree adMnar una sombra. Es el abuelo Manuel

que se ha quedado dormido para siempre, con una dulce sonrisa en los labios, como si a lomos de su burrillo Centella, hubiera iniciado una larga singladura hacía las estrellas, al encuentro de ese amigo de su juventud, Juan Ramón Jiménez, que hace ya muchos años, a lomos de su burrillo Platero, había iniciado un largo caminar por los confines delUniverso...


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