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para Bolivia a propósito del litigio marítimo entre Chile y Perú. Por otra parte su casa-taller en una parcela en el condominio Valle Los Naranjos de Curacaví se ha convertido en su lugar de vida y trabajo y un punto de encuentro con arquitectos, artistas plásticos y músicos. Ahí, en compañía de su fiel esposa Ana Peyrelongue, crea un remanso de paz y armonía en medio de los cerros de la cordillera de la costa. Ella lo acompañó en esta aventura suburbana hasta su fallecimiento el año 2011. Repuesto del golpe que significó su muerte, ha seguido manteniendo la casa, el jardín, el taller y ha seguido realizando trabajos –como pérgolas, un pequeño teatro de piedra para presentaciones musicales- con el notable maestro Pedro Alvarez quien lo acompaña desde que construyó esta casa. Arquitectura y paisaje El historiador chileno Rodrigo Booth ha llegado a demostrar que la noción de paisaje forma parte de la identidad nacional como un hecho cultural que tiene su origen hacia fines del siglo XIX. Lo que él llama “nacionalismo paisajístico” se aleja de la nomenclatura tradicional de los símbolos patrios asociados a la veneración de la historia republicana y bélica de Chile, en los que tradicionalmente se ha apoyado el nacionalismo chileno. Señala que “la admiración de las bellezas de la naturaleza, por el contrario, constituye una forma particular de nacionalismo de la vida cotidiana al que adscriben personas de todas las sensibilidades ideológicas” (3). Esta valoración paisajística impregna buena parte de la cultura chilena (aunque para algunos se trate de una cultura de poca densidad como Nicanor Parra cuando dice provocadoramente “creemos ser país y somos apenas paisaje”) atravesando desde la literatura a las artes visuales. Graciela Illanes (4) ha estudiado largamente la presencia del paisaje en la literatura chilena. Ella

destaca el trabajo desde la colonia Alonso de Ercilla, Pedro de Oña, Padre Alonso de Ovalle y el Padre Diego de Rosales. En el siglo XIX subraya la obra literaria de Luis Orrego Luco, Federico Gana y Rafael Maluenda. En el siglo XX obviamente nos encontramos con la obra de ambos premiados con el Nobel, Gabriela Mistral y Pablo Neruda cuya poesía no se entiende sin la fuerte presencia de la naturaleza y el paisaje. En pintura sobresale la obra de Rugendas, Valenzuela Puelma, Onofre Jarpa, Orrego Luco, Helsby, Burchard, Lira etc. toda la cual da cuenta de una fuerte inspiración geográfica. La arquitectura no ha sido ajena a esta atracción por el paisaje. El reconocido arquitecto argentino Miguel Baudizzone ha dicho que la arquitectura chilena tiene una aproximación más fuerte hacia la naturaleza en tanto que la argentina la tiene hacia la cultura (5) Martner es un continuador de una tradición de artistas chilenos que basan su obra en la relación de la geografía y el paisaje. Su trabajo ha pasado por diferentes etapas desde la modernidad más ortodoxa, pasando por guiños hacia el postmodernismo en los años 80, hasta las obras más contemporáneas. El hilo conductor de todas ellas es su relación estrecha con el paisaje al punto que en el primer libro llegamos a afirmar que Martner lo que hace en cada obra es “naturalizar la arquitectura y arquitecturizar el paisaje” (1). La conexión con Neruda no es solo de amistad y de arquitecto autor de algunos de sus encargos (Bibliotecaestudio y casa de artistas en Cantalao) sino también de sintonía con la inspiración geográfica de su obra tanto en la temática abordada como en las metáforas utilizadas. Pasión por la arquitectura y por el paisaje se funden dialécticamente en el trabajo de Martner y ambos se


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