Observadores del pasado la redención de cristobal colón

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10 LLEGADAS

¿Dijo el Señor que Cristóforo sería el primero en ver la nueva tierra? Si lo hizo, entonces la profecía debía cumplirse. Pero si no lo hizo, entonces Cristóforo podía permitir que Rodrigo de Triana reclamara el honor de haber sido el primero en avistar tierra. ¿Por qué no lograba recordar las palabras exactas que le había dicho el Señor? Era el momento más importante en su vida hasta entonces, y las palabras se le escapaban por completo. Pero no había ningún error. A la luz de la luna que se filtraba a través de las nubes, todo el mundo pudo ver la tierra; Rodrigo de Triana con su vista de lince la había vislumbrado por primera vez hacía una hora, a las dos de la madrugada, cuando no era más que una sombra de distinto color en el horizonte occidental. Los otros marineros se habían congregado a su alrededor, ofreciéndole sus felicitaciones y recordándole alegremente sus deudas, reales e imaginarias. No era de extrañar, pues se había prometido al primero en avistar tierra una renta vitalicia de diez mil maravedíes al año. Era suficiente para mantener una bella casa con criados; aquello haría de Triana un caballero. ¿Pero qué era, entonces, lo que Cristóforo había visto antes, a las diez de la noche? La tierra debía estar también cerca, apenas cuatro horas antes de que de Triana la viera. Cristóforo había visto una luz, moviéndose arriba y abajo, como haciéndole señales, como llamándole para que continuara. Dios le había mostrado tierra, y si quería que se cumpliera la palabra del Señor, debía reclamarla. —Lo siento, Rodrigo —dijo Cristóforo desde su puesto junto al timón—. Pero la tierra que ahora veis es sin duda la misma que yo vi a las diez. El silencio se apoderó del grupo. —Don Pedro Gutiérrez vino a mi vera cuando le llamé —dijo Cristóforo—. Don Pedro, ¿qué vimos ambos? —Una luz —contestó Don Pedro—. A poniente, donde ahora se extiende tierra. Era el mayordomo del rey... o, por decirlo claramente, el espía de Fernando. Todo el mundo sabía que no era amigo de Colón. Sin embargo, para los marineros, todos los caballeros eran conspiradores contra ellos, como ciertamente parecía en esta ocasión. —Fui yo quien gritó «tierra» antes que nadie —dijo De Triana—. Vos no disteis señal alguna, Don Cristóbal. —Admito que dudé —dijo Cristóforo—. El mar estaba encrespado y dudé que la tierra pudiera hallarse tan cerca. Me convencí de que no era posible y por eso no dije nada porque no quería levantar falsas esperanzas. Pero Don Pedro es mi testigo de que la vi y ahora todos comprobamos que es verdad. De Triana se enfureció ante lo que parecía un claro robo. —Todas estas horas me he quemado los ojos mirando hacia poniente. Una luz en el cielo no es tierra. ¡Nadie vio tierra antes que yo, nadie! Sánchez, el inspector real (el representante oficial del rey y el veedor del viaje) habló inmediatamente. Su voz recorrió la cubierta. —Ya basta. En el viaje del rey, ¿se atreve alguien a cuestionar la palabra de su almirante? Era una osadía por su parte, pues el título de Almirante de la Mar Océano sólo le pertenecería a Colón si llegaba a Cipango y regresaba a España. Y Cristóforo sabía bien que la noche anterior, cuando Don Pedro afirmó que veía la misma luz, Sánchez había insistido en que


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