HUMANITAS 72

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Acogimos y asumimos la llamada del Papa Benedicto XVI a vivir un ‘Año de la Fe’ con actitud providencialista, pues responde a la necesidad permanente de renovarnos en la fe y frente a la urgencia actual de revisar la profundidad y el ardor con Padre José Luis Correa P. Sch. con que la vivimos, para seguir transmitiéndola a Movimiento de Schoenstatt. las generaciones más jóvenes. En la transmisión de una fe viva juega un rol importante la familia, como primera ‘escuela de fe’. En ella los padres están llamados a ser transparentes de la paternidad de Dios y, a través de la experiencia de una “Iglesia doméstica” en el hogar, transmitir la vivencia de pertenencia a la Iglesia, Familia de Dios (‘preámbulos vivenciales de la fe’). Igualmente importante es la pertenencia y participación en pequeñas comunidades, en las que se experimenta y comparte, se profundiza y madura la fe. El año de la fe ha sido también ocasión para fortalecer el compromiso misionero permanente de todo creyente; en particular, a través de las experiencias en misiones familiares y juveniles. Ahí se redescubre la alegría de la fe y el entusiasmo de la «dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe» (PF 10). En especial, desde los movimientos eclesiales y nuevas comunidades se hace realidad lo que alentaba el Papa Juan Pablo II; la acción evangelizadora de los laicos que le cambia el rostro a la Iglesia y que hace surgir santos de la vida diaria en medio del mundo. La vida del ingeniero Mario Hiriart, uno de los fundadores de Schoenstatt en Chile, en proceso de beatificación, es un claro ejemplo de esto. Es el testimonio de vida de los creyentes, que debe hacerse cada vez más creíble (cf. PF 9), el que modifica el entorno. La dimensión mariana en este año de la fe, en el que el Papa Francisco consagrará el mundo a la Virgen María, la ‘feliz por haber creído’, es algo fundamental. Ella es la primera creyente y quien engendra nuevos cristianos y los educa en la madurez de su fe. Ella es quien nos conduce de manera segura y vital al encuentro de Cristo, hoy. Ella es también la Gran Misionera, quien desde la geografía de los santuarios marianos intercede, como en Pentecostés, el Espíritu Santo que nos confirma en la fe y nos da la fuerza para defenderla y difundirla (Cf Catecismo 1303). Con y como María, que guardaba y meditaba todas las cosas en su corazón, procuramos en la ‘meditación de la vida’, percibir creyentemente el paso de Dios por la historia personal, comunitaria y social. Buscamos así discernir el querer de Dios, que quiere que todos nos salvemos por la fe y el amor. Agradecemos la iniciativa pontificia de este año de la fe y esperamos confiadamente que dé muchos frutos de renovación en nuestra Iglesia.

Año de la Fe 2012-2013

El desafío de unir fe y vida

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