Revista humanitas 61 tapa

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OTRO COMBATE POR LA HISTORIA

No puedo imaginar una situación más angustiosa a nivel individual que la pérdida de la memoria: no saber quiénes somos, de dónde venimos, quiénes son nuestros cercanos, cuáles han sido nuestras experiencias anteriores. Esta amnesia devastadora es igualmente amenazante al nivel colectivo de los pueblos. La historia es la memoria de las sociedades y sólo a través de su estudio se puede desarrollar una identidad sólida y comprender los procesos de cambio y de continuidad y la complejidad del mundo que nos rodea. Por otra parte, el estudio de la historia no significa la memorización de datos objetivos del pasado. Es pensamiento, permite una sólida formación intelectual y desarrolla una serie de destrezas particularmente aptas para enfrentar el mundo del siglo XXI en los más diversos campos. Nos permite, entre muchas otras cosas, entender cómo evolucionan las sociedades, las culturas, las creencias y las mentalidades; amplía el ámbito de la experiencia individual y el horizonte de lo posible, y explica por qué suceden ciertos fenómenos económicos, sociales o políticos y cuáles pueden ser sus consecuencias posibles. Ante la proliferación de información, la historia entrega competencias para organizarla en forma rigurosa, al tiempo que permite distinguir lo relevante de lo intrascendente; enseña a priorizar, a asociar, a analizar textos y a plantear preguntas pertinentes. En este sentido, parece absurdo plantear el estudio de la historia en los colegios como antinómica al estudio del lenguaje. Por el contrario, para los efectos de un mejor desarrollo, creo más importante que los alumnos aprendan a leer un texto o un documento histórico a que aprendan de memoria que el “lenguaje tiene una función referencial, emotiva, conativa, fática, poética y metalingüística” o que existen distintos modos del discurso público, “elocutivo, interrogativo, alocutivo, delocutivo, imperativo y exclamativo”, como enseñan los textos escolares, no en Castellano -que no se estudia como tal- sino en “Lenguaje y Comunicación”, que es lo que se enseña. La lógica de la historia enseña conceptos tan significativos como el tiempo, el cambio y la continuidad, las causas y consecuencias de los actos individuales y colectivos, nos conecta con la diversidad religiosa, étnica y cultural y nos pone frente a la más diversa gama de acontecimientos, experiencias y personas que no nos sería de otro modo posible conocer. Tengo el convencimiento de que si bien la historia no se repite, sí entrega elementos útiles para adoptar mejores decisiones en el presente al ponernos en contacto con la manera en que las naciones, los pueblos, las personas, los grandes pensadores han enfrentado en el pasado situaciones similares. La humanidad ha buscado siempre la construcción de una identidad que no comienza sólo al nacer y a partir de cero, y ha tratado de comprender la complejidad del mundo y a sí misma a través del conocimiento de la historia. Es evidente que debemos educar a nuestros niños para participar activamente y en óptimas condiciones en la lucha por la sobrevivencia material, y formar buenos productores y trabajadores. Sin embargo, necesitamos mucho más que eso: requerimos personas capaces de formarse juicios morales, de vivir en sociedad, de desarrollar un pensamiento crítico indispensable para el conocimiento en todas las áreas, con preocupación por la condición humana, y con las virtudes cívicas sin las cuales la vida en democracia no es posible. Para eso no basta leer y multiplicar. LUCÍA SANTA CRUZ S. Decana Facultad de Artes Lib. Universidad Adolfo Ibáñez * Artículo publicado en el diario El Mercurio (27-XI-10)

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