Revista Humanitas 61

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REBAJAMIENTO DE LAS HUMANIDADES EN LA ENSEÑANZA

DESASTRE HISTÓRICO

En relación a la esperanzadora encuesta publicada por el diario El Mercurio el sábado 27 de noviembre, donde se muestra que felizmente hay una mayoría de chilenos contrarios a la supresión de la asignatura de Historia en la enseñanza secundaria anunciada por el Ministerio de Educación, viene al caso recordar un hecho significativo y expresar tres breves juicios que refuerzan las razones de esa mayoría. El hecho es la resonante y fundamentada reacción llevada a cabo el año 2000 por la española Real Academia de la Historia, encabezada por su presidente Gonzalo Anes. Se refería a los ya entonces desastrosos efectos en la educación de los jóvenes españoles, discernibles como efecto de la paulatina supresión del estudio de la historia, emprendida hacía entonces ocho años por el gobierno socialista de Felipe González. Los datos concretos de esa discusión están al alcance de cualquier especialista. De los juicios, el primero corresponde al mayor pensador español del fin de siglo, el académico de la lengua Julián Marías, cuya apreciación al respecto fue la siguiente: “Lo que me parece inquietante es la repercusión de todo esto sobre la vida misma. La eliminación de la historia es devastadora para todas las disciplinas, automáticamente rebajadas, y sobre todo, en su nivel de inteligibilidad. Pero la consecuencia más grave es que produce un efecto de ‘desorientación’ radical. La mayor parte de los hombres de nuestro tiempo, literalmente no saben dónde están. Y con ello están dispuestos a creer que están donde les digan. La consecuencia inevitable es la inmensa capacidad de manipulación” (cfr. La función de la Historia, en Humanitas n° 12) El segundo juicio dice relación con quienes han invocado, en defensa del nuevo proyecto, la importancia que se quiere dar en la programación ministerial a la asignatura llamada ahora “Lenguaje y Comunicación”, con la cual se reemplazó —siguiendo una vez más el modelo de la España socialista— la antigua de “Castellano”. Emblemática de lo que puede ser una instrucción utilitaria y vacía de contenidos formativos, la que actualmente se imparte carece en absoluto de las cualidades de aquella vieja asignatura que formó a generaciones enteras en el bien hablar y escribir, plena de significación humanística y capaz de dejar en el alumno un precioso legado de ideas acerca de la condición humana. Esta defensa de los programadores ministeriales suena por lo tanto a una falaz coartada, que de paso trae a la memoria el agudo aserto de San Agustín: “Suprime la palabra, y ¿qué es la voz? Donde falta la idea no hay más que un sonido. La voz sin la palabra entra en el oído, pero no llega al corazón”. El tercer juicio -de alcance más global pero íntimamente relacionado con lo que se discute- lo recojo de lo dicho en una entrevista de los años noventa por el conocido filósofo alemán Robert Spaeman (Cfr. ¿Valor o precio? – “En busca del rumbo perdido”, Ediciones Universidad Católica de Chile, p.135). Se refiere a las coordenadas que empezaban por ese mismo tiempo a imponerse en la cultura: Muerto el marxismo, apunta Spaeman, es posible por primera vez rescatar algunas de las observaciones de Karl Marx, así su descripción de la sociedad moderna como sociedad de mercaderías, en la cual todos los valores se convierten en valores de cambio. Cuando cada valor es una mera variable o función de cambio, se tiene que buscar un equivalente para todas las cosas. La consecuencia, dice, es que las obligaciones estables —los grandes referentes de la existencia, observamos— dejan de comprenderse y pasan a ser un mero elemento foráneo. La muerte de las humanidades y el asentamiento total del homo oeconomicus como actor de la cultura, hacia donde se marcha, abre las puertas de par en par para la manipulación sin reservas de esa mayoría que, como observó Marías, no sabe ya dónde está. JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE

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