Revista Humanitas 61

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Cardenal Malcom Ranjith

Cardenal Angelo Amato

Cardenal Raymond Burke

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llegan el Patriarca de Alejandría de los Coptos, el egipcio Antonios Naguib; el arzobispo de la crucial diócesis de Kinshasa, Laurent Mosengwo, y el arzobispo emérito de Lusaka, Joseph Mazombwe. De la vieja Europa eran obligados los arzobispos de Palermo (Paolo Romeo), Varsovia (Kazimierz Nycz) y Munich (Reinhard Marx). Este último es un obispo joven de gran personalidad a quien el Papa ha designado con especial empeño para guiar su diócesis natal, y seguramente también para reorientar el rumbo de la compleja Conferencia Episcopal germana. De América del Norte sólo llegó esta vez el arzobispo de Washington Donald Wuerl, forjado en mil batallas dentro del episcopado y de la sociedad estadounidense. De Iberoamérica sólo dos nombres: el brasileño Raymundo Damasceno de Aparecida, y el emérito de Quito, Raúl Vela. Se explica la escasez por el hecho de que la mayoría de las sedes importantes en el continente tienen ya al frente a un cardenal. De Asia (con abundancia de nombres en la anterior hornada) tan sólo llega esta vez el batallador arzobispo de Colombo Malcom Ranjith, fiel discípulo de la teología ratzingeriana de la Liturgia. Como en otras ocasiones el Papa se ha reservado cuatro nombres de eclesiásticos con más de 80 años para honrar su trayectoria de fidelidad y servicio, aunque no puedan participar en un eventual cónclave. Dos italianos: Elio Sgreccia, que presidió hasta hace poco la Academia por la Vida, y Domenico Bartolucci, que fue Maestro de la Capilla Musical Pontifica, un asunto en el que este Papa tiene algo más que una mera opinión. El prestigioso historiador alemán Walter Brandmüller y el arzobispo Castrense emérito José Manuel Estepa. En Monseñor Estepa el Papa ha querido reconocer su incansable trabajo en el campo de la catequesis tras el Concilio, y especialmente su labor en la comisión redactora del nuevo Catecismo, donde trabajó codo a codo con Joseph Ratzinger. Es bastante inútil jugar aquí con estadísticas de países y otras curiosidades. La dura regla de los 120 electores (máximo) a la que el Papa quiere ajustarse, y la norma no escrita de no nombrar cardenal a un obispo cuyo predecesor lo sea y tenga menos de ochenta años, ha dejado fuera a muchos teóricos candidatos. Eso lo resuelve el tiempo, y de qué manera. En todo caso me atrevo a indicar tres acentos: la esperanza de África para el futuro de la Iglesia, los Estados Unidos como espacio decisivo para algunas próximas batallas, y la batuta personalísima de Benedicto XVI en nombres como Wuerl, Marx y Ranjith. Nada principesco. Sangre y barro, amor y dolor, decisión de dar la vida por la Iglesia que sufre y ama. JOSÉ LUIS RESTÁN Páginas digital


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