DF: "Aportes para una fe más adulta del Pueblo de Dios"

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Diario Financiero - VIERNES 14 DE SEPTIEMBRE DE 2018

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La teología ante los desafíos de la fe y la razón:

Aportes para una fe más adulta del Pueblo de Dios POR JOAQUÍN SILVA DECANO FACULTAD DE TEOLOGÍA UC

Para celebrar y conmemorar los 20 años de la encíclica escrita por San Juan Pablo II Fides et Ratio, Ediciones UC gracias al trabajo realizado por Pastoral UC, lanzó una reedición que integra comentarios de cuatro académicos que abordaron la relación fe y razón desde las ciencias naturales, las ciencias sociales, la filosofía y la teología. A continuación compartimos una selección de párrafos del comentario del Decano de la Facultad de Teología UC, Joaquín Silva. Para leer la versión completa, visite www.humanitas.cl. *** La relación entre fe y razón no ha sido fácil a lo largo de la historia; pero, como se muestra desde los primeros números de la Encíclica Fides et Ratio, la necesidad de esta relación y el pensarla críticamente ha acompañado toda la historia de la cultura occidental cristiana. En nuestros tiempos, marcados por profundos cambios de orden económico, social y político, que contribuyen a la configuración de nuevas formas de comunicación y de relaciones interpersonales e institucionales, se vuelve a levantar la pregunta por las condiciones y posibilidades para una relación fecunda entre fe y razón. Es la misma pregunta de siempre, pero condicionada por los desafíos del tiempo actual. Queremos abordar la pregunta muy específicamente desde el campo de la teología, desde el cual observamos obstáculos que dificultan una adecuada relación o, simplemente, la imposibilitan. En Fides et Ratio, el Papa Juan Pablo II identifica cinco corrientes de pensamiento actuales que hacen particularmente difícil la relación entre fe y razón: el eclecticismo, historicismo, modernismo, cientificismo y el pragmatismo (cf. nn. 86 y ss.). Me parece que el común

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denominador de estas formas del pensar es la ilusión de la razón de poder construir la totalidad de la realidad por medio del concepto, del número, la fórmula. La realidad queda reducida al campo del concepto, de la observación, de la medición, de la cuantificación, de la sistematización. Por cierto, esta racionalidad ha permitido el avance de las ciencias y, sobre todo, de la técnica. Sin embargo, la realidad se resiste a ser sometida al predominio de la razón instrumental, de la razón técnica, de la razón positiva. La realidad también es postulado de sentido, es pregunta ética, es experiencia simbólica, mística y espiritual, es impredecible, es azarosa, y gratuidad; la realidad no es unidimensional, como diría Marcuse. En la misma realidad, en la vida de todos los días –no fuera, ni más allá de ella- habita la fe: el creer, el apostar por un sentido y un futuro, el creer en sí mismo, en los otros, en la posibilidad de un origen que nos ha regalado la vida, que nos ama y nos invita a vivir en plenitud. *** En esta extraordinaria Encíclica

Este impulso hacia lo inédito es lo que hace que el conocimiento se mueva siempre más allá de sus límites, posibilita que la razón siempre quiera conocer más y mejor, es la fuerza que sostiene la búsqueda de la razón para no detenerse nunca en aquello que ya había alcanzado.

de Juan Pablo II se hacen dos afirmaciones que se deben entender complementariamente. La primera: “Es ilusorio pensar que la fe, ante una razón débil, tenga mayor incisividad; al contrario, cae en el grave peligro de ser reducida a mito o superstición”. La segunda: “Del mismo modo, una razón que no tenga ante sí una fe adulta no se siente motivada a dirigir la mirada hacia la novedad y radicalidad del ser” (n.58). La fe requiere de la razón, pero no de una razón débil, ideológica, funcional a propósitos piadosos. La razón requiere de la fe, pero no de una fe cualquiera, sino de una fe adulta, que la desafíe a pensar más radicalmente. *** Para realizarse, la teología requiere vivir de la fe, por cuanto ella es un momento segundo en el único dinamismo de la fe. La fe nace como respuesta a la iniciativa de Dios, como respuesta libre del hombre a Dios, para vivir en comunión con Él y con los demás, como una acogida de la invitación que nos hace a vivir en la amistad con Jesús, según su Evangelio. Esta fe, vivida como amistad con Jesús, como testimonio de su Evangelio, tiene un carácter histórico, mediado; y, por tanto, comunitario y eclesial. No se trata de una dimensión añadida a la dimensión personal y subjetiva, sino que es inherente ella. Dios no nos ha querido salvar individualmente, sino como un Pueblo (LG 9). Esta dimensión eclesial implica que la teología sea practicada al interior mismo de la comunidad de los creyentes, como un servicio a la inteligencia de la fe de todo el Pueblo de Dios. Para nada reemplaza la fe del pueblo y su propia inteligencia, la cual ha recibido por la misma unción del Espíritu Santo. El sensus fidei fidelium es el don que todos los fieles reciben del Espíritu Santo para una inteligencia de la fe. En el sentido del Vaticano II (LG 12 y 35), el Papa Francisco ha enseñado que “como parte de su misterio de amor hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles

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La presentación de esta nueva edición se llevó a cabo el lunes 3 de septiembre en el Salón de Honor San Alberto Hurtado de Casa Central UC y contó con la participación del Vice Gran Canciller UC, Pbro. Tomás Scherz, y el Rector de la Universidad, Ignacio Sánchez. Durante la actividad, la decana de la Facultad de Química, Bárbara Loeb; el decano de la Facultad de Teología, Joaquín Silva; el decano de la Facultad de Filosofía, Olof Page; y el decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Eduardo Valenzuela, comentaron y profundizaron en el texto pontificio.

de un instinto de la fe –el sensus fidei– que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios” (Evangelii gaudium, 119). La teología no está por sobre este sensus fidei del Pueblo de Dios, sino que a su servicio. Esto implica que aprende de él, contribuye a su formulación, examina cómo puede contribuir al consenso de la fe. La dimensión comunitaria y eclesial de la teología tampoco reemplaza en la Iglesia la función que le corresponde al Magisterio eclesiástico, como intérprete auténtico de la Palabra de Dios (LG, 25). En efecto, al magisterio eclesiástico le corresponde oír la Palabra con piedad, guardarla con exactitud y exponerla “con fidelidad” (DV 10). Se trata de una tarea que, en verdad, corresponde a todos los bautizados; pero que cada uno realiza de modos diversos. Jesús otorgó a los Apóstoles y sus sucesores la misión de enseñar con su misma autoridad, autoridad que ha sido transmitida a los obispos, sucesores de los Apóstoles. Así, la teología se pone al servicio de función apostólica, pero no la reemplaza. Del mismo modo, la tarea del magisterio eclesiástico,

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no debe reemplazar a la teología en la función que le compete a esta en la inteligencia de la fe. *** En esta búsqueda de inteligencia de la fe la teología no debe perder nunca su vínculo con el sentido de la fe del Pueblo de Dios, ni tampoco su comunión con el magisterio eclesiástico. Pero, a su vez, este vínculo comunitario y eclesial, más fundamentalmente, este vínculo con la fe vivida y compartida comunitariamente, en nada debiera menoscabar el talante racional del quehacer teológico. Si la teología, por una suerte de fidelidad mal entendida, se limitara a repetir “lo que la gente cree”, o “lo que los obispos dicen”, en ese mismo momento ella deja de ser teología y se convierte en ideología; es decir, en un discurso que justifica ideas y prácticas en uso, con la finalidad de darles a estas un sustento teórico que favorezca su consolidación y perpetuación. *** La teología ayuda al pensamiento a reconocer la apertura de todo conocimiento hacia lo infinito, hacia lo que aún está por conocer

más plenamente, más cabalmente, más ampliamente. Este impulso hacia lo “siempre mayor” habita en todo espíritu humano que no se contenta con lo conocido, lo sabido, lo alcanzado. Este impulso hacia lo inédito es lo que hace que el conocimiento se mueva siempre más allá de sus límites, posibilita que la razón siempre quiera conocer más y mejor, es la fuerza que sostiene la búsqueda de la razón para no detenerse nunca en aquello que ya había alcanzado. Como se expresa en Fides et ratio: “El deseo de la verdad mueve, pues, a la razón a ir siempre más allá; queda incluso como abrumada al constatar que su capacidad es siempre mayor que lo que alcanza” (n.42). *** La Iglesia ha reconocido en Tomás de Aquino un maestro y modelo insigne del quehacer teológico, una práctica teológica en la que se manifiesta de modo privilegiado el encuentro de la fe con la razón. En Fides et ratio se afirma: “La Iglesia ha propuesto siempre a Santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología”. Este reconocimiento es

del todo justo; pero no tanto por los resultados de su producción teórica cuanto por el “modo correcto de hacer teología”. ¿En qué consiste este “modo correcto”? Para responder esta pregunta, Juan Pablo II se sirve de un texto de Pablo VI escrito con ocasión de los 700 años de la muerte de Tomás. Allí, Pablo VI subraya tres características fundamentales del quehacer teológico de Santo Tomás, que, a mi humilde juicio, deben ser ejemplares de todo quehacer teológico: primero, audacia en la búsqueda de la verdad; segundo, libertad de espíritu para afrontar problemas nuevos y, tercero, honradez intelectual para no rechazar a priori ninguna forma del pensar (Cf. Fides et ratio 43). Tomás ha

podido articular teológicamente fe y razón por estas tres actitudes y disposiciones intelectuales fundamentales. *** La teología debe ofrecer una articulación de la fe y la razón que sea significativa para los hombres y mujeres de hoy, para así contribuir eficazmente a la adultez de la fe del Pueblo de Dios. Pero, para lograr este cometido se requiere que cumpla con las siguientes condiciones, según hemos visto a luz de Fides et ratio: 1) reconocer el profundo nexo entre fe y razón, superando los persistentes racionalismos y fideísmos; 2) enfocarse efectivamente en aquello que nos concierne de modo último e incondicionado; 3) estar en comunión con la Iglesia, especialmente con el sentido de la fe del Pueblo de Dios y con el magisterio eclesiástico; 4) acoger críticamente los desafíos que le presentan las diversas racionalidades presentes en la cultura actual; 5) proceder metodológicamente conforme a su objeto, esto es escuchando a Dios que se comunica en la historia, interpretando su Palabra en el mismo Espíritu en que ella ha llegado hasta nosotros, juzgando cómo se hace salvífica en nuestro tiempo, provocando una práctica más lúcida en favor del reinado de Dios; y 6), al modo de Santo Tomás de Aquino, la teología deberá proceder con audacia, libertad y honradez.

humanitas@uc.cl

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REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y CULTURA CRISTIANA de la pontificia universidad católica de chile

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