Historia y Vida #139

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VIDA CONSAGRADA

mundo, momentos para los cuales se necesita un rearme moral, que podemos sintetizar en una palabra: fidelidad. Olallo, desde su nacimiento, fue encomendado al cuidado de la Iglesia en la Casa Cuna de La Habana. Su vocación surgió al darse cuenta de que su condición de cristiano, le pedía hacer aquello mismo que habían otros hecho por él. En el servicio al prójimo, Olallo encontró su camino en la Orden Hospitalaria. Ésta le abrió sus puertas en un momento de disolución y supresión, debido a los decretos de los gobiernos masónicos. En aquel entonces, la Orden estaba “desapareciendo” debido a que no se permitía el ingreso de novicios; así, las obras apostólicas eran transferidas a las Juntas de Beneficencia. Por las nefastas leyes de exclaustración, se deshicieron comunidades, fueron apartados sus Superiores, y cada religioso fue dejado a su suerte. Esto sucedió en Cuba, así como en España y en el resto de América. La Orden iba muriendo, poco a poco, hasta casi desaparecer. Sin embargo, en medio de la ruina surge siempre un “resto fiel”. Y en este caso, aquel resto, reducido a su mínima expresión, fue nuestro Hermano Olallo. Aquel Hospital de Camagüey tuvo la dicha de conservar hasta 1889 el ascua encendida por el Hno. Olallo en medio de las cenizas a la que había sido reducida la Orden en América. Es significativa la respuesta de fidelidad a sus compromisos religiosos que dio nuestro Hermano, que bien puede ser declarado como el “último de Cuba”. Aquella otrora floreciente comunidad, había sido reducida a la mínima expresión. Así y todo, durante nueve años Olallo vivió atendiendo a su compañero, el Hno. Juan Manuel de Torres, enfermo de lepra hasta que éste muere en 1876. Así, fue solamente Olallo quien quedó al frente del Hospital, hasta su muerte el 7 de marzo de 1889. Hoy, al igual que entonces -aunque las causas sean distintas-, la Orden atraviesa por el mismo “doloroso kairós”, para el cual nos deberíamos preparar para afrontarlo consciente y responsablemente. La realidad parece indicarnos que la Orden va camino a su desaparicion en muchos países: las vocaciones religiosas escasean, los postulantados y noviciados están vacíos o casi vacíos, las defecciones son múltiples, las comunidades se reducen a la mínima expresión, la gerencia de no pocos hospitales va quedando en manos de laicos o se transfieren a instituciones privadas o estatales; algunas Provincias desaparecen, la disciplina religiosa se debilita y el carisma se va apagando... Ante este panorama ciertamente desconcertante, ¿surgirá algún profeta -como Olallo- que mantenga en medio de las cenizas el ascua encendida de la hospitalidad?. El rearme moral que se nos pide, se llama fidelidad. Estoy convencido de que de este resto fiel a Yahvé, surgirán nuevos brotes de santidad, y que de esta catarsis institucional surgirá una Orden nueva y pujante. Esto es lo que he aprendido en Camagüey. JOAQUÍN SÁNCHEZ , OH

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