Hostos Review/ Revista Hostosiana #19

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Juanjo Conti

CAMINAR EL CAMPO Para Susana Garau y Raúl Conti

21 de agosto de 2022. La historia es así. Digo, la historia resumida, contada desde el futuro y conocida parcialmente. Nací en un pueblo chico (cinco mil habitantes) en la provincia de Santa Fe. Cuando alguien me pide más precisiones sobre dónde queda Carlos Pellegrini, le digo, ¿Viste que la provincia de Santa Fe tiene forma de bota? Bueno, la rodilla de la bota, lo que se mete en Córdoba, es el departamento San Martín; en el centro de ese departamento, está Carlos Pellegrini. Es decir, en el centro de una de las zonas más fértiles y ricas del país. Allí nací y resultó que tanto mi papá como mi mamá eran ingenieros agrónomos. Cuando yo tenía unos quince años, compraron un campo de dimensiones modestas. Su idea era, por un lado, tener una huerta más grande que la que teníamos en el patio de casa y por el otro, producir lo típico de la región (maíz, soja, trigo) sin usar productos químicos, tóxicos para el ambiente (al filtrarse en la tierra llegan hasta las napas de agua) y para las personas (por lo general, son manipulados sin elementos de protección adecuados). Los recuerdos que tengo de esos años pueden organizarse en dos categorías bien alineadas con los objetivos de producción que mencioné. Primero, están los recuerdos asociados a la huerta: las zanahorias de un naranja poderoso que crecían bajo la tierra y esa misma tierra debajo de las uñas cuando escarbaba al cosechar; las plantas aromáticas en la punta de cada cantero para ahuyentar a los insectos dañinos y atraer a los benéficos (recuerdo el olor a romero en la palma de mi mano); la lechuga, que cortábamos con un cuchillito tramontina a dos centímetros del suelo para que volviera a crecer; regar, sacar la maleza con las manos, colocar redes sobre los canteros para que los pajaritos no se comieran la verdura recién nacida; el zapín, la laya, el rastrillo: todas las herramientas pintadas de antióxido bordó. Luego, están los recuerdos asociados a la explotación agrícola. Un ciclo que se repetía año a año de comprar las semillas, contratar a alguien para que las sembrara, esperar que lloviera, pero no tan pronto, ver aparecer los diminutos puntos verdes en esa tierra gris, casi lila, que se oscurecía solo con el agua. Que la lluvia acompañara, pero que no fuera mucha. Que la lluvia acompañara, pero que no cayera granizo. “Asegurar el trigo”. Que llegara el tiempo de cosecha, y la fiesta de máquinas que desfilaban por los 122


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