Historia Universal: El Alba de la Civilización

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He aquí, como ejemplo, la fórmula contra los cocodrilos: "¡Largo de aquí; vete, cocodrilo maldito! No te acercarás a mi, porque estoy protegido con palabras mágicas nacidas de la fuerza que vive en mi". El muerto atemorizaba aún más al cocodrilo diciéndole: "Mis dientes muerden como cuchillos de piedra y desgarran como los del dios chacal, y tú, que estás ahí hechizado, con los ojos fascinados por mis encantamientos, tú no llegarás a arrebatarme mi poder mágico, tú, cocodrilo, tú que también vives por el poder de la magia". En el Libro de los muertos también se encuentran pensamientos tan elevados como éste: "El hombre será juzgado conforme se haya comportado en la Tierra". Estas diferencias existentes en el mismo escrito se explican porque el Libro de los muertos no es una obra homogénea, sino que los capítulos representan distintos estados de evolución. Las partes más antiguas datan sin duda de hace cinco mil o seis mil años, mientras que las más recientes pertenecen al siglo VII antes de nuestra era. Los egipcios guardaron, con ese conservadurismo que les caracteriza, fórmulas antiquísimas que ya no se correspondían con las nuevas concepciones religiosas. Este conservadurismo de los antiguos egipcios aparece en todas sus manifestaciones culturales: en su religión, en su arte pictórico, en su literatura y en su organización política. Los egipcios fueron, por así decir, los chinos de Occidente, y tan industriosos y sobrios como ellos. Gracias al respeto de los egipcios por lo antiguo, el Libro de los muertos se convirtió, poco a poco, en un espejo donde se reflejan todas las etapas por las que pasó la religión egipcia, desde la época en que el pueblo era todavía semisalvaje hasta que su poder comenzó a declinar. Desde el comienzo hasta el fin, el Libro de los muertos está lleno de fórmulas mágicas que ayudan a la momia a protegerse y al difunto a entrar en la vida eterna. He aquí una de las fórmulas, un poco abreviada: "¡Salve, Osiris, padre mío divino! Lo mismo que tú, cuya vida es imperecedera, mis miembros conocerán la vida eterna. No me pudriré. No seré comido por los gusanos. No pereceré. No seré pasto de la miseria. Viviré, viviré. Mis entrañas no se corromperán. Mis ojos no se cerrarán, mi rostro permanecerá como en el día de hoy, Mis oídos no cesarán de oír. Mi cabeza no se separará de mi cuello. Mi lengua no será arrancada. Mis cabellos no serán cortados. No me raparán las cejas. Mi cuerpo permanecerá intacto, no se descompondrá, ni será destruido en este mundo". Para que el difunto pudiera tener una vida agradable en el más allá, en su tumba se colocaban tinajas llenas de pan, de vino y otros víveres. Y como estas provisiones no durarían para toda la eternidad, se velaba de alguna otra forma para la comodidad material del desaparecido; las paredes de la tumba se decoraban con pinturas o frisos esculpidos representando escenas que, al parecer según se creía, se convertirían en realidad en el otro mundo. Residencias de ultratumba Para que el egipcio distinguido no se viera obligado después de su muerte a trabajar, en su tumba se colocaban figurillas de madera representando a servidores de diferentes oficios y a animales domésticos, así como modelos reducidos de casas y embarcaciones. Los príncipes y demás personajes de elevada categoría estaban acompañados de un ejército de estatuillas de madera. Así se rodeaba al difunto de una especie de mundo artificial. Todo lo encontrado en las tumbas constituye un muestrario completísimo de la vida cotidiana del antiguo Egipto.

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