LA BATALLA DE ALMONACID 11-VIII-1809
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masiva, fruto de la revolución francesa, había llevado al campo de batalla un nuevo tipo de guerra, la caballerosidad dieciochesca de los reducidos ejércitos profesionales ha dado paso a un nuevo tipo de guerra y de guerreros.
EPÍLOGO Queda por último efectuar un breve repaso sobre la táctica aplicada por los contendientes y sus resultados; sobradamente conocidos por los anteriores relatos. La batalla se busca y acepta por parte de ambos bandos, a la búsqueda de una acción resolutoria que, ante todo aumente su prestigio. Ninguno pretende resolver la guerra con ella. La fase previa a la batalla es ampliamente dominada por los imperiales, quienes consiguen la sorpresa, parte fundamental del éxito, pero a pesar de ello, los españoles logran desplegar en línea, lo que dice bien poco de la audacia y decisión del atacante. Un ataque decidido de sus dos divisiones de caballería, Merlín y dragones de Milhaud, podría haberla acabado antes de empezar. Perdida la batalla desde el principio, al ser flanqueado por la izquierda, Venegas debería intentar la retirada, pero en vez de ello se limita a presenciar el combate sin intervenir en él, por carecer prácticamente de reserva. La maniobra táctica española es nula y se limita a responder a la iniciativa imperial, que la mantiene permanentemente. El desarrollo básico es bien conocido, la abrumadora superioridad de la artillería imperial, sobre todo por su eficacia y movilidad táctica, barre a la española y causa desmoralizadoras bajas en la infantería, hasta que provoca su retirada desordenada. La casualidad ha hecho que una división, la segunda, permanezca intacta y pueda cubrir la retirada. En ella, la presión de la infantería imperial es muy limitada y solamente al comienzo. La nocturna marcha de aproximación y largas horas de combate han cobrado su precio, la fecha y el correspondiente calor son causa suficiente. En los intentos de persecución, llevados a cabo hasta Mora, 10 kilómetros, se evidencia el intento de la caballería imperial, quien derrota y ahuyenta una y otra vez a la escasa y desorganizada española, pero no consigue romper la cohesión de la infantería que cubre la retaguardia, quien apoyada por algunas piezas de artillería y un puñado de jinetes, consiguen alejarse definitivamente y romper el contacto.