Historia del Arte. TOMO PRIMERO

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ESCULTURA ASIRÍA

cumbres de la escultura animalista. El poderoso esfuerzo realizado por el animal con la parte anterior de su cuerpo, su rugido feroz al sentirse impotente para avanzar, y la mortal flacidez de los cuartos traseros, que arrastra ya por el suelo, están interpretados con acierto admirable. La leona tiene su pareja en el León herido (lám. 56), que, sentado en sus cuartos traseros arroja por sus fauces un torrente de sangre. El escultor asirio, lo mismo que sabe interpretar el profundo dramatismo del momento en que sucumbe la fiera, sabe también, con exquisita sensibilidad, eternizar en la piedra la suprema elegancia de un grupo de caballos corriendo en plena libertad (lám. 59), e interpretar con frescura y verdad única los bellos gestos de los que, temerosos, vuelven la cabeza hacia sus perseguidores, o de los que la levantan como queriendo respirar mejor (lám. 57). La finura de sus siluetas, la belleza de sus diversas actitudes, nada pasa inadvertido para su rapidísima retina. El salto que da uno de ellos con las patas hacia arriba al ser herido en pleno galope, ha sido sorprendido e interpretado con maravillosa verdad. Relieve muy reproducido de la vida privada de Asur-Bani-Pal es el que le presenta comiendo en el lecho bajo el emparrado de su jardín, acompañado por la reina, eunucos y músicos (lám. 54). Escena frecuente en los relieves asidos es la de los genios alados o sacerdotes fecundando las ñores de las palmeras hembras (lám. 55). Aunque de menor finura que los relieves de alabastro citados, son también obras importantes de la escultura asiría los de bronce de las puertas de Balauat, del Museo Británico, que narra las campañas de Salmanasar (860-849), el hijo de Asur-Nasir-Pal. Nos cuenta la salida de Salmanasar para la campaña (lám. 60), la conducción de los prisioneros (lám. 61), la humillación del rey vencido (lám. 62) y la ordenación de su castigo. El de la amputación de pies y manos de prisioneros, su degollación y su empalamiento final, es uno de los testimonios más elocuentes de la tremenda crueldad asiría (lám. 63). A este mismo monarca se debe el Obelisco del Museo Británico (827 a. de C.) (lám. 49), donde aparecen los reyes tributarios llevándole ofrendas, entre ellos el rey de Samaría, espejo en la Biblia de valor y ferocidad, y que, sin embargo, vemos aquí humillado al pie de Salmanasar. De fecha reciente, puesto que corresponde al período neobabilónico, es decir, ya al siglo vi, es la hermosa decoración en relieve de barro vidriado de la ya citada Puerta de Istar del Palacio de Babilonia (fig. 70). Los animales en ella representados lo han sido ahora con un criterio decorativo, en estilo grave y solemne. Son leones y sirruk (lám. 65), el cuadrúpedo imaginario consagrado a Marduk, de

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cuerpo cubierto de escamas, cabeza de serpiente, manos de león y patas de aves de rapiña. Buen testimonio del florecimiento del relieve de barro vidriado bajo Sargón es el león (lám. 67) del palacio de Jorsabad. Forma contraste con esta abundancia de relieves el escaso número de esculturas de bulto redondo. De los primeros tiempos consérvanse estatuas semejantes a las de Sumer, con faldas de flecos y cabeza rapada, aunque alguna tiene ya barba (fig. 84). Las típicamente asirías coinciden en la interpretación de la figura humana con la de los relieves. La importancia de los relieves de la puerta de Istar, en Babilonia, nos dice el gran desarrollo adquirido por la cerámica vidriada. La técnica del barro cocido y recubierto por una capa de esmalte o barniz vitreo, obtenido por la fusión de compuestos metálicos, encuentra en los pueblos mesopotámicos sus primeros grandes cultivadores occidentales. En sus obras de cerámica vidriada precisa ver el primer gran capítulo de esta manifestación artística, que con tanto éxito cultivarán los pueblos islámicos durante la Edad Media, y los europeos de los tiempos modernos. La cerámica vidriada mesopotámica no se reduce a la decoración mural, sino que produce vasijas tan bellas como la de los ibexs descendiendo de la montaña (figs. 83-85), del museo de Berlín. PERSIA.—Heredera Persia del poderío político y de la tradición artística caldeoasiria, la naturaleza montañosa del país, donde ni la piedra ni la madera faltan, y la tardía fecha de su florecimiento, cuando ya Grecia empieza a dejar sentir la influencia de su poderosa personalidad, hacen que su arte ofrezca novedades importantes respecto del caldeoasirio. La principal, debida precisamente a la diferencia de los materiales empleados, es la del papel primordial concedido a la columna, que no sólo se utiliza por sistema, sino con verdadera profusión (figs. 80, 81). El arquitecto persa, como el egipcio en las salas hipóstilas, cubre grandes superficies en forma adintelada sobre innumerables columnas. Pero las proporciones de esas columnas han recibido el soplo de la elegancia helénica, y no sólo se tornan espigadas y esbeltas, sino que, para subrayar su movimiento ascendente, cubren su fuste de estrías verticales, y a ese mismo efecto contribuye su elevada base campaniforme (fig. 80). El capitel está formado por la mitad anterior de dos animales, generalmente toros, unidos por su tronco y que simulan sostener en sus lomos las vigas de la cubierta.


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