Maunque llueva. Tradición oral del Atrato Medio Chcoano

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fuertes los ronquidos. Pero es que la pasión ciega la razón y trastorna los sentidos. El hecho fue que cuando tocó… tanto el viejo como él gritaron.

-¡Uuuy caraaajo! ¿y eta qué arrechera e? Claro, y el viejo Florentino, sintiéndose acosado, haló el machete que mantenía debajo del colchón. Pero Mistriate, con semejante susto, prácticamente se desvaneció en el instante. Quien sabe por donde huyó. Aunque logró salir sin ser descubierto de situaciones como estas, lo que le hizo reflexionar, al menos por un momento, frente a su proceder con las mujeres, fue el incidente que tuvo con la profesora Ubertina, quien no hacía mucho había llegado de la capital, Quibdó, a Puerto Conto. La profesora se consiguió a Delfina, una de las muchachas del pueblo, para que la acompañara en la casa. Una noche se llevó tremendo susto cuando Mistriate intentó meterse por una ventana, con el propósito de gatear a su acompañante, con tan mala suerte que, no se sabe cómo, se despegó una tabla mientras trepaba, lo que hizo inevitable su caída ¿Pueden imaginarse? Estando todo el pueblo en silencio, pues era tarde y la mayoría dormía, el escándalo del golpe fue enorme. La educadora, como mujer lustrada y, quién sabe, hasta con experiencia en este tipo de casos, presionó a la muchacha preguntándole quién era el intruso:

- Aaay profe ¿y a yo que voy a sabé, profe… y uté no ta viendo que a yo taba acostara? Bueno la profe, preguntándome a yo sin sabé nara. Quién sabe qué animá sería ete, hummm, argún gato re pronto, vea ve. Y la muchacha negaba y negaba, hasta que de tanta presión soltó:

- Ay hombe… e que… e que… ¡ese era Mistriate que venía pande yo!

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