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LA AGONIA DE MARIATEGUI

ALBERTO FLORES GALINDO

Se entiende, a partir de su visión del régimen leguiísta, que Mariátegui no ensayara una oposición inmediata. Se debe añadir además sus escasas fuerzas, la debilidad del naciente socialismo peruano, la necesidad de persistir y durar, única manera de garantizar una obra colectiva y de largo aliento: la ansiada edificación del partido y del proyecto socialista. Es por todo esto que Mariátegui se cuidó de no dirigir ataques frontales a Leguía. Pero la respuesta del dictador no fue exactamente una política de tolerancia. Es cierto que Amauta circulaba, pero también es cierto que fue cerrada en dos ocasiones. Labor fue clausurada definitivamente cuando sólo había llegado al número 10. A Mariátegui se le permitían cotidianas reuniones en su casa, escribir en los diarios adictos al gobierno, propagar el socialismo y defender a la revolución soviética, pero a medida que fue transcurriendo el tiempo, y sobre todo cuando comenzó a deteriorarse la situación económica y ciertos signos crepusculares se fueron anunciando, Mariátegui comenzó a ser observado, espiado; perseguido: su correspondencia era muchas veces interceptada y leída, se presionó a los directores de Mundial o Variedades para que prescindieran de su colaboración, se tenía bajo vigilancia a sus amigos más cercanos. Todo este asedio empezó en junio de 1927, cuando la policía requisó Amauta, detuvo a José Carlos Mariátegui y lo confinó por seis días en el hospital militar de San Bartolomé, y paralelamente llevó a cabo una redada como consecuencia de la cual acabaron en la isla San Lorenzo alrededor de cuarenta intelectuales y obreros, entre los que figuraban Nicolás Terreros, Arturo Sabroso, Armando Bazán y Julio Portocarrero (7). El Ministerio de Gobierno denunció un supuesto complot que habría sido organizado por los "comunistas criollos". En el editorial de Variedades, la página titulada "De jueves a jueves", se argumentó sobre la necesidad y el derecho que amparaban al régimen para defenderse (8). Fue la primera vez que se denunció desde el Estado la amenaza comunista. Dejando de lado el aparente disparate de pensar que desde la calle Washington se podía asaltar el palacio de gobierno, ¿qué había de cierto en la acusación? ¿cuáles eran las vinculaciones entre Mariátegui y sus amigos con la Internacional Comunista? En junio de 1927, al parecer, no existía -lo cual es otro ejemplo de la clásica ineficiencia policiaca- relación alguna entre Mariátegui y la Komintern. En una carta publicada en La Prensa y destinada a levantar los cargos hechos por la policía, Mariátegui no temía confesar su definición marxista y asumirla en voz alta, no podía proceder de otra manera para ser consecuente con los primeros editoriales de Amauta y con una concepción de la política compatible con la verdad; pero en dicha carta negaba de manera igualmente rotunda "cualquier conexión con la central comunista de Rusia" (9) Cuando Mariátegui estuvo en Europa asistió a la fundación del Partido Comunista de Italia, estableció amistad con muchos intelectuales comunistas, corno Barbusse y el grupo de Clarté en Francia, pero nunca llegó a establecer vinculación alguna con la Internacional. Ni siquiera pudo viajar a Rusia. Es cierto que -casi como en uno de esos juramentos románticosMariátegui y otros peruanos de paso por Europa como César Falcón, adquirieron en Génova el compromiso de edificar un Partido Socialista en el Perú y que, por lo tanto, cuando desembarcó en el Callao traía ya ese proyecto, pero en junio de, 1927 todavía continuaba su lenta gestación y al margen de la III Internacional (10). Para mostrar que entre Mariátegui y la Internacional Comunista no existía relación alguna, puede ser útil pasar revista a los telegramas de solidaridad que comenzaron a llegar: estaban firmados por Gabriela Mistral, Alfredo Palacios, José Vasconcelos, Manuel Ugarte,

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