cuentos y leyendas

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La leyenda del Sol y la Luna Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan. -¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron. Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo: -Yo me encargaré de alumbrar al mundo. Después los dioses preguntaron: -¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio. -Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él obedeció de buena voluntad. Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego. Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces dijeron: -¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se atrevió. Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse Luego los dioses dijeron: -¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego. Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se aventó. Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron: -Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto. Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos. Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna. En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna. Desde entonces hay día y noche en el mundo.


La Leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl

La vista que engalana a la ciudad más grande del mundo: la Ciudad de México, está realzada por la majestuosidad de dos de los volcanes más altos del hemisferio, se trata del Popocatépetl y del Iztaccíhuatl.

La presencia milenaria de estos enormes volcanes ha sido de gran importancia en las diferentes sociedades que los han admirado y venerado, siendo fuente de inspiración de múltiples leyendas sobre su origen y creación. Entre ellas las más conocidas son dos que a continuación relataremos.

Hace ya miles de años, cuando el Imperio Azteca estaba en su esplendor y dominaba el Valle de México, como práctica común sometían a los pueblos vecinos, requiriéndoles un tributo obligatorio. Fue entonces cuando el cacique de los Tlaxcaltecas, acérrimos enemigos de los Aztecas, cansado de esta terrible opresión, decidió luchar por la libertad de su pueblo.

El cacique tenía una hija, llamada Iztaccíhuatl, era la princesa más bella y depositó su amor en el joven Popocatépetl, uno de los más apuestos guerreros de su pueblo.

Ambos se profesaban un inmenso amor, por lo que antes de partir a la guerra, Popocatépetl pidió al cacique la mano de la princesa Iztaccíhuatl. El padre accedió gustoso y prometió recibirlo con una gran celebración para darle la mano de su hija si regresaba victorioso de la batalla.

El valiente guerrero aceptó, se preparó para partir y guardó en su corazón la promesa de que la princesa lo esperaría para consumar su amor.


Al poco tiempo, un rival de amores de Popocatépetl, celoso del amor de ambos se profesaban, le dijo a la princesa Iztaccíhuatl que su amado había muerto durante el combate.

Abatida por la tristeza y sin saber que todo era mentira, la princesa murió.

Tiempo después, Popocatépetl regresó victorioso a su pueblo, con la esperanza de ver a su amada. A su llegada, recibió la terrible noticia sobre el fallecimiento de la princesa Iztaccíhuatl.

Entristecido con la noticia, vagó por las calles durante varios días y noches, hasta que decidió hacer algo para honrar su amor y que el recuerdo de la princesa permaneciera en la memoria de los pueblos.

Mandó construir una gran tumba ante el Sol, amontonando 10 cerros para formar una enorme montaña.

Tomó entre sus brazos el cuerpo de su princesa, lo llevó a la cima y lo recostó inerte sobre la gran montaña. El joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a su amada, para velar así, su sueño eterno.

Desde aquel entonces permanecen juntos, uno frente a otro. Con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndose en dos enormes volcanes que seguirán así hasta el final del mundo.

La leyenda añade, que cuando el guerrero Popocatépetl se acuerda de su amada, su corazón que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa humo. Por ello hasta hoy en día, el volcán Popocatépetl continúa arrojando fumarolas.

En cuanto al cobarde tlaxcalteca que mintió a Iztaccíhuatl, presa del arrepentimiento por la tragedia que desencadenó, fue a morir muy cerca de su tierra. También se convirtió en montaña, el Pico de Orizaba, otro de los volcanes de la región, y desde muy lejos, vigila el sueño eterno de los amantes que ya nunca se podrán separar.


Esta leyenda ha pasado de generación en generación desde la época del Imperio Azteca, cuyo florecimiento data del siglo XIV, y la importancia que se les daba era evidente ya que desde ese tiempo que les otorgó los nombres que actualmente poseen.

Popocatépetl deriva su nombre del verbo náhuatl “popoa” que significa “humo” y del sustantivo “tepetl”, que quiere decir “cerro”, así que su nombre significa literalmente “Cerro que Humea”, debido a que desde esa época emanaba ya, su tan característica fumarola.

Popularmente es conocido como “El Popo”, aunque las poblaciones asentadas en sus faldas lo conocen con el cariñoso mote de “Don Goyo”.

Iztaccíhuatl, el otro volcán, deriva su nombre de los vocablos nahuátl “iztac”, que significa “blanco” y “cíahuatl” que se interpreta como“mujer”, por lo que su nombre se traduce como “Mujer Blanca”. Actualmente es mejor conocida como la “Mujer Dormida” debido a su característico perfil que asemeja a una mujer recostada con la cara hacia el cielo.

El Popocatépetl es un volcán activo con una edad aproximada de 730,000 años. Tiene forma cónica simétrica y una altura máxima de 5,450 metros sobre el nivel del mar, lo que lo coloca como el segundo más alto de México.

Está unido en su parte norte con el Iztaccíhuatl, mediante un paso montañoso conocido como Paso de Cortés, nombre que hace referencia a la ruta que siguió Hernán Cortés por ese lugar, antes de llegar a la Gran Tenochtitlán.

El Iztaccíhuatl es un volcán extinto ubicado en el centro de México. Es la tercera montaña más alta del país con una altitud de 5,220 metros sobre el nivel del mar y ambas se localizan en los límites territoriales de los estados de México y Puebla.

Actualmente ambos volcanes aun son gran inspiración de expresiones artísticas y literarias, que seguramente pasarán a la posteridad como esta gran leyenda.


La Vainilla Una leyenda que sabe a México

Cuentan que Xanath, hija de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo.

Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de Chac-Mool, encontró casualmente a Tzarahuín, un alegre doncel al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos un amor a primera vista.

El romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una choza humilde rodeada de tierra fértil. A pesar de la diferencia, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo llevaba al mercado sus cosechas; en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus corazones.

Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo, mas el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín, si no accedía a su amor. La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.


El astuto dios resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera en su ánimo. Lo invitó a su palacio, le reveló secretos divinos y cuando manifestó interés por la linda muchacha, recibió completo apoyo para casarse con ella.

Xanath hubo de soportar un mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva cita, que resultaría fatal, pues luego de haber dado otra negativa al señor de la felicidad, éste, irritado, con un conjuro la transformó en una planta débil de flores blancas y exquisito aroma: la vainilla.

Y si bien el dios creyó vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, tenemos muy presente en nuestros días a la planta orquidácea cuya esencia es tan apreciada en la cocina y la pastelería de muchas partes del mundo.


La leyenda del maíz Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas sólo comían raíces y animales que cazaban. No tenían maíz, pues este cereal tan alimenticio para ellos, estaba escondido detrás de las montañas. Los antiguos dioses intentaron separar las montañas con su colosal fuerza pero no lo lograron. Los aztecas fueron a plantearle este problema a Quetzalcóatl. -Yo se los traeré- les respondió el dios. Quetzalcóatl, el poderoso dios, no se esforzó en vano en separar las montañas con su fuerza, sino que empleó su astucia. Se transformó en una hormiga negra y acompañado de una hormiga roja, marchó a las montañas. El camino estuvo lleno de dificultades, pero Quetzalcóatl las superó, pensando solamente en su pueblo y sus necesidades de alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por vencido ante el cansancio y las dificultades. Quetzalcóatl llegó hasta donde estaba el maíz, y como estaba trasformado en hormiga, tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar entregó el prometido grano de maíz a los hambrientos indígenas. Los aztecas plantaron la semilla. Obtuvieron así el maíz que desde entonces sembraron y cosecharon. El preciado grano, aumentó sus riquezas, y se volvieron más fuertes, construyeron ciudades, palacios, templos...Y desde entonces vivieron felices. Y a partir de ese momento, los aztecas veneraron al generoso Quetzalcóatl, el dios amigo de los hombres, el dios que les trajo el maíz. Nota: El significado del nombre Quetzalcóatl es Serpiente Emplumada.


Los primeros dioses

Los más antiguos mexicanos creían en un dios llamado Tonacatecuhtli, quien tuvo cuatro hijos con su mujer Tonacacihuatl. El mayor nació todo colorado y lo llamaron Tlatlauhqui. El segundo nació negro y lo llamaron Tezcatlipoca. El tercero fue Quetzalcóatl. El más pequeño nació sin carne, con los puros huesos, y así permaneció durante seis siglos. Como era zurdo lo llamaron Huitzilopochtli. Los mexicanos lo consideraron un dios principal por ser el dios de la guerra. Según nuestros antepasados, después de seiscientos años de su nacimiento, estos cuatros dioses se reunieron para determinar lo que debían hacer. Acordaron crear el fuego y medio sol. pero como estaba incompleto no relumbraba mucho. Luego crearon a un hombre y a una mujer y los mandaron a labrar la tierra. A ella también le ordenaron hilar y tejer, y le dieron algunos granos de maíz para que con ellos pudiera adivinar y curar. De este hombre y de esta mujer nacieron los macehuales, que fueron la gente trabajadora del pueblo. Los dioses también hicieron los días y los repartieron en dieciocho meses de veinte días cada uno. De ese modo el año tenía trescientos sesenta días. Después de los días formaron el infierno, los cielos y el agua. En el agua dieron


vida a un caimán y de él hicieron la tierra. Entonces crearon al dios y a la diosa del agua, para que enviaran a la tierra las lluvias buenas y las malas. Y así fue como dicen que los dioses hicieron la vida

Leyenda de los Temblores Por estas tierras se cuenta que, hace mucho tiempo, hubo una serpiente de colores, brillante y larga. Era de cascabel y para avanzar arrastraba su cuerpo como una víbora cualquiera. Pero tenía algo que la hacía distinta a las demás: una cola de manantial, una cola de agua transparente. Sssh sssh... la serpiente avanzaba. Sssh sssh... la serpiente de colores recorría la tierra. Sssh sssh... la serpiente parecía un arcoiris juguetón, cuando sonaba su cola de maraca. Sssh sssh... Dicen los abuelos que donde quiera que pasaba dejaba algún bien, alguna alegría sobre la tierra. Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, mojando todo lo que hallaba a su paso. Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, dándoles de beber a los plantíos, a los árboles y a las flores silvestres. Sssh sssh... ahí iba por el mundo, mojando todo, regando todo, dándole de beber a todo lo que encontraba a su paso. Hubo un día en el que los hombres pelearon por primera vez. Y la serpiente desapareció. Entonces hubo sequía en la tierra. Hubo otro día en el que los hombres dejaron de pelear. Y la serpiente volvió a aparecer. Se acabó la sequía, volvió a florecer todo. Del corazón de la tierra salieron frutos y del corazón de los hombres brotaron cantos. Pero todavía hubo otro día en el que los hombres armaron una discusión grande, que terminó en pelea. Esa pelea duró años y años. Fue entonces cuando la serpiente desapareció para siempre. Cuenta la leyenda que no desapareció, sino que se fue a vivir al fondo de la tierra y que ahí sigue. Pero, de vez en cuando, sale y se asoma. Al mover su cuerpo


sacude la tierra, abre grietas y asoma la cabeza. Como ve que los hombres siguen en su pelea, sssh... ella se va. Sssh sssh... ella regresa al fondo de la tierra. Sssh sssh... ella hace temblar... ella desaparece.

Las orejas del conejo. Una vez, hace miles de años, el conejo tenía las orejas muy pequeñas, tan pequeñas como las orejas de un gatito. El conejo estaba contento con sus orejas, pero no con el tamaño de su cuerpo. Él quería ser grande, tan grande como el lobo o el coyote o el león. Un día cuando iba saltando por los campos, el conejo vio al león, rey de los animales, cerca del bosque. -¡Qué grande y hermoso es!- dijo el conejo. -y yo soy tan pequeño y feo. El conejo estaba tan triste que se sentó debajo de un árbol y comenzó a llorar amargamente. -¿Qué tienes, conejito? ¿Por qué lloras?- preguntó la lechuza que vivía en el árbol. -Lloro porque quiero ser grande, muy grande- dijo el conejito. La lechuza era un ave sabia. Cerró los ojos por dos o tres minutos para pensar en el problema y luego dijo: -Conejito, debes visitar al dios de los animales. Creo que él puede hacerte más grande. -Mil gracias, lechuza sabia. Voy a visitarlo ahora respondió el conejo. Y fue saltando hacia la colina donde vivía el dios. -Buenos días. ¿Cómo estás?- dijo el dios de los animales cuando vio al conejito. -Buenos días, señor. Estoy triste porque soy tan pequeño. Su majestad, ¿podría hacerme grande, muy grande? -¿Por qué quieres ser grande?- preguntó el dios con una sonrisa. -Si soy grande, algún día yo, en vez del león, puedo ser rey de los animales. -Muy bien, pero primero tienes que hacer tres cosas difíciles. Entonces voy a decidir si debo hacerte más grande o no. - ¿Qué tengo que hacer? -Mañana tienes que traerme la piel de un cocodrilo, de un mono y de una culebra. -Muy bien, señor. Hasta mañana.


El conejo estaba alegre. Fue saltando, saltando hacia el río. Aquí vio a su amigo, el pequeño cocodrilo. -Amigo cocodrilo, ¿podrías prestarme tu piel elegante hasta mañana? La necesito para ... -Para una fiesta, ¿no?- dijo el cocodrilo antes de que el conejo pudiera decir la verdad. -Sí, Sí- respondió rápidamente el conejo. -¡Ay, qué gran honor para mí! Aquí la tienes. Con la piel del cocodrilo, el conejo visitó al mono y a la culebra. Cada amigo le dio al conejo su piel para la fiesta. Muy temprano a la mañana siguiente, el conejo fue despacio, muy despacio, con las pieles pesadas ante el dios de los animales. -Aquí estoy con las pieles- gritó felizmente el pequeño conejo. El dios estaba sorprendido. Pensó: «¡Qué astuto es este conejito!» Pero en voz alta dijo: -Si te hago más grande, puede ser que hagas daño a los otros animales sin quererlo. Por eso voy a hacer grandes solamente tus orejas. Así puedes oír mejor y eso es muy útil cuando tus enemigos estén cerca. El dios tocó las pequeñas orejas del conejo y, como por arte de magia, se le hicieron más grandes. El conejo no tuvo tiempo de decir nada, ni una palabra. -Mil gracias, buen dios. Usted es sabio y amable. Ahora estoy muy feliz- dijo el conejo. Y fue saltando, saltando por los campos con las pieles que devolvió a sus amigos con gratitud. Al día siguiente vio al león que estaba visitando a la lechuza. La lechuza le dijo al conejo: -Buenos días, amigo mío. Eres muy hermoso. Y para ti es mejor tener las orejas grandes que el cuerpo grande. Con mucha dignidad, el león dijo: -La lechuza tiene razón. Y desde aquel día el conejo vivió muy contento con su cuerpo pequeño y sus orejas grandes.


El robo del fuego Leyenda Azteca sobre la aparición del uso del fuego.

Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer sus alimentos crudos. Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera de obtener alguna cosa que les procuraría el calor y les permitiría cocer sus alimentos. Ayunaron y discutieron... y vieron pasar por encima de sus cabezas una bola de fuego que se sumergió en el mar pero que ellos no pudieron alcanzar. Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para preguntarles si alguno de ellos podía aportarles el fuego. Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que sean cinco para ir al lugar donde salía el sol. Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de esperanza, continuarían suplicando y ayunando. Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que sean cinco para ir al lugar donde salía el sol. Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de esperanza, continuarían suplicando y ayunando. Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego. Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre otra montaña, más alejada. Retomaron entonces su camino. Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer sobre una tercera montaña, aún más alejada. Prosiguieron así hasta la cuarta, después la quinta montaña donde, desalentados, decidieron regresar, tristes y fatigados. Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían alcanzar el Sol. Los Tabaosimoa les agradecieron y se volvieron a poner a reflexionar sobre lo que podrían hacer. Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un viaje que había hecho hacia el oriente. Había percibido una luz lejana y quiso verificar lo que era. Se puso a marchar durante noches y días, durmiendo y comiendo apenas.


La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un fuego de madera de donde se elevaban grandes llamas y un torbellino de chispas. Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y llevaba un taparrabo de piel, los cabellos blancos y los ojos horriblemente brillantes. De tanto en tanto alimentaba esta "rueda" de luz con leños. El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y que, espantado, él hizo marcha atrás con precaución. Se dio cuenta que se trataba de alguna cosa caliente y peligrosa. Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si él podía volver y traerles un poquito. El Tlacuache aceptó, pero los Ancianos y su gente debían ayunar y orar a los dioses haciendo ofrendas. Ellos consintieron pero le amenazaron de muerte si éste los engañaba. Yaushu sonrió sin decir una palabra. Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de pinole que dieron al Tlacuache. Yaushu les anunció que estaría de regreso en otros cinco días; debían esperarlo despiertos hasta medianoche y si él moría, les recomendó de no lamentarse por él. Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba el fuego. Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una respuesta. El viejo le preguntó lo que hacía tan tarde en ese lugar. Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba agua sagrada para ellos. Estaba muy fatigado y preguntó si podía dormir antes de retomar su camino la mañana siguiente. Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a condición de que no toque nada. Yaushu se sentó cerca del fuego e invitó al viejo a compartir su pinole. Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su hombro, después bebió el resto. El viejo le agradeció y se durmió. Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el fuego. Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había hecho un buen pedazo del camino cuando sintió que una borrasca venía sobre él y vio, frente a él, al viejo encolerizado. Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo mataría. Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque éste lo quemaba no lo soltaba. El viejo lo pisoteaba, le trituraba los huesos, lo sacudía y lo balanceaba. Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó, rodó y rodó... envuelto en sangre y fuego; llegó así delante de los Tabaosimoa que estaban orando.

Moribundo les dio el tizón. Los Ancianos encendieron los leños. El Tlacuache fue nombrado "héroe Yaushu". Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola pelada.


Tlacuache: Mamífero arborícola. Pinole: Bebida alcohólica a base de maíz.

Leyenda del flechador del sol En la nación Mixteca, existe la leyenda de un héroe mixteco llamado Tzauindanda, (también conocido como Yacoñooy o Mixtecatl), quien demostró que la fuerza de la voluntad y el amor a su patria hizo posible que pudiera librar la batalla más difícil y con ello vencer al enemigo más fuerte que cualquiera pudiera tener. Esta héroe es mejor conocido como “EL Flechador del Sol”. Eran dos árboles gigantes que existían en el fondo de una misteriosa cueva en tierras de Apoala, que llegaron a amarse tanto, que entrelazaron, sus ramas y unieron sus raíces, de este fantástico amor, nació el primer hombre y la primera mujer Mixtecos. Con el tiempo, aquellos seres tuvieron hijos y os hijos de los hijos fundaron la ciudad de Achiutla, lugar donde nació Tzauindanda. La población de Achiutla creció tanto que ya no cabían, entonces Tzauindanda decidió salir a conquistar las tierras que necesitaba su pueblo para asentarse, así que tomó su arco y flechas y partió una mañana, dispuesto a disputárselas a quien fuera. Por días, no descansó un solo instante hasta que llegó a una vasta y deshabitada extensión en donde no halló nada que estorbara su paso, sólo el sol brillaba esplendoroso como dueño y señor de aquellas tierras; tierras que Tzauindanda codició para él por frescas y hermosas. Tzauindanda alzó la vista, no había una sola nube que le quitara el sol; después de un rato sediento y cansado, sentía los rayos del sol como cuchillos, como flechas que se clavaban en cada parte descubierta de su piel. Entonces comprendió: ¡El Sol era el señor de aquellas tierras!, por lo que levantó su arco y lanzó muchas de sus flechas contra el sol. Por fin al atardecer se dio cuenta de que el sol se había debilitado, ya no herían sus rayos con la


misma fuerza y el cielo tenía un ligero tinte rojo. Poco a poco el sol empezó a caer y el cielo se puso más y más rojo, hasta que por fin cayó tras los montañas , el cielo estaba teñido con la sangre del sol, indicaba donde había caído vencido el poderoso señor; ¡Tzauindanda, lo había derrotado!;

La Leyenda del Volcán de Colima El Volcán de Colima, llamado también Volcán de Fuego está en el estado de Jalisco, al suroeste de la ciudad de Guzmán. Mide 3,886 metros de altura y por el aislamiento del cono y sus contornos bien definidos, es uno de los volcanes más hermosos de México. La historia menciona violentas erupciones ocurridas en 1575, 1611, 1806, 1808, 1818. Su leyenda dice que hace varios siglos, en los años de la colonia, el rey Colimán, gobernador de la región vivía en su mansión en las afueras del volcán con sus fieles doncellas y guerreros. La historia dice que después de una discusión con el virrey español, este rodeó a Colimán y su gente en su propia mansión, les cortó el agua y los alimentos, y los amenazo con matarlos si salían de ahí. Así duraron varios meses, pero como no podían vivir y su muerte era inevitable, intentó escapar una noche junto con sus doncellas y guerreros, pero fueron descubiertos por los españoles.

Entonces para evitar ser capturado, el rey se aventó al volcán y lo siguieron sus doncellas y guerreros. Se cuenta entre los que viven en la región, que el volcán hace erupción cuando son maltratados los descendientes del rey Coliman o de sus doncellas y guerreros.


Eréndira Leyenda de los Tarascos, Michoacán Hubo en algún tiempo, un lugar donde el aire que se respiraba era limpio y donde se mirara se encontraba uno con hermosos paisajes, y aquéllos que vinieron al comienzo de los tiempos se maravillaron con aquel lugar y vivieron ahí desde el comienzo de los tiempos e hicieron su ciudad junto a un gran lago. Otras culturas llamaron a este lugar Michoacán , que significa "tierra de pescadores" y a sus habitantes michoacanos. Y vivieron ahí por largas generaciones, los michoacanos vivían en comunión con su entorno y desarrollaron su cultura, engrandeciendo su país, construyendo día a día su ideología. El tiempo pasó, vinieron monarcas buenos y monarcas malos, guerras, hambres y tiempos de opulencia, y llegaron noticias con los mensajeros de la Tenochtitlán de como unos invasores venidos de tierras más lejanas de donde el cielo y la tierra se hacen uno, se hablaba del terror de ver al imperio más grande resquebrajarse frente a sus ojos, como el ejército inigualable era vencido y la sangre de una de las culturas más grandes estaba vertida sobre las ruinas que fueran la gran Tenochtitlán.

Los jóvenes michoacanos estaban dispuestos a luchar sin tregua a defender su suelo, el país que les pertenecía, en donde los hombres eran libres y las águilas volaban, más de que servía un ejército resuelto a morir por su patria si el rey temblaba frente al enemigo. Tzimtzicha era considerado un monarca débil y cobarde, por esto la confusión reinaba en el país ¿Repetiría Tzimtzicha el error del débil Moctezuma y se rendiría frente a los invasores? o ¿Seguiría el ejemplo de Cuauhtémoc y los combatiría? Hernán Cortés había oído hablar de las riquezas que había en Michoacán y mandó a sus mensajeros a hablar con el monarca michoacano, persuadiéndolo a rendirse y reconocer al rey de Castilla. Tras realizar la misión que les fuera encargada los mensajeros regresaron con la respuesta de Tzimtzicha , quien ofrecía su amistad y obediencia a Hernán Cortés, y un cargamento de presentes


para este, a cambio de un enorme perro lebrel propiedad de un español llamado Francisco Montaño. En Michoacán se sentía en el ambiente la desolación, la duda se reflejaba en todos los rostros, en los jóvenes ardía el patriotismo, y los viejos estaban resignados pues sabían que un rey como Tzimtzicha sin ambiciones los llevaría a un final catastrófico como el de los mexicanos. Pero en medio de la confusión hubo una mujer que se alzó por su coraje que guardaba dentro de sí un amargo odio hacia los españoles, esta era la hija de Timas, el principal consejero del rey. "y la llamaron Eréndira, que significa risueña, pues su constante sonrisa imprimía un sello de malicia y burla". Muchos guerreros codiciaban a esa hermosa virgen morena, más ninguno conseguía de ella más que una sarcástica sonrisa, uno entre ellos, Nanuma, el jefe de todos los ejércitos estaba enamorado de ella, y la amaba con el amor más puro, no sólo porque fuera bella, sino por la gran inteligencia e ingenio de ésta. Pero Eréndira no amaba a nadie y esto era debido a que tenía un amor más grande que cualquier otro, amaba los llanos, amaba las montañas de su Michoacán, amaba su aire y su cielo, sus lagos y sus campos, Nanuma le hablaba de amores: -Dime, ¿Por qué no comprendes que soy quien más te ama en el mundo?-Porque no quiero tener un dueño.- respondía la doncella con su sonrisa irónica. -Oh¡ siempre desdeñosa, siempre con esa eterna sonrisa altiva en los labios.- Contestaba Nanuma. Más ¿cómo podía pertenecerle a alguien más de lo que le pertenecía al viento y a los árboles ?, ¿ para qué jurarle a alguien una amor eterno si ya le había jurado a su patria defenderla?, ¿cómo entonces podía olvidarse de esa tierra que tanto amaba ? Días después un acontecimiento hizo al pueblo olvidarse de las dudas, aunque según el pidecuario; ritual de los sacerdotes tarascos, no había ninguna fiesta por esas fechas; se celebraría un acto solemne a Xaratanga , vengativa e inexorable diosa de la luna, en el gran templo. Llegó entonces la hora que los tarascos llaman Inchantiro, la hora en que el sol desaparece debajo del horizonte, y la luna se levantó como un gran disco hasta llegar a su lugar debido y entonces se presentó en todo su esplendor. Mientras, las quiringuas dejaban oír su melancólico canto. La gente se apiñaba en silencio, cuando el rey y su comitiva hicieron su entrada y tomaron asiento, un sacerdote entró en el santuario.


Un grito jamás oído antes desgarró el silencio de la noche, llenando los corazones de todos los presentes de terror, los discordantes alaridos resonaban intermitentemente. El sacerdote volvió a salir y le seguían cuatro guerreros que llevaban atada a una bestia que jamás se había visto en aquel país, que infundía pánico con sus endemoniados ojos y de cuyas fauces salía aquella voz tan aterradora que hiciera a la muchedumbre temblar. La fiera luchaba por liberarse, en sus ojos asomaba la ira y su hocico vertía espuma, cuando la luna se ostentaba ya arriba del horizonte cesaron los ladridos y pusiéronle los sacerdotes en la piedra de los sacrificios; el sacerdote pálido sacó su cuchillo labrado de obsidiana y jade, lo hundió en el pecho de la bestia y rápidamente sacó su corazón. Eréndira se volvió hacia Nanuma y le dijo: -¡Hoy es la bestia y mañana serán los españoles los que mueran así! entonces yo seré tu esposa.Nanuma difícilmente podía creer lo que había escuchado. Eréndira se encargó de infundir valor a las princesas y a los capitanes del ejército burlándose de los españoles, sembraba en cada persona que la escuchaba el patriotismo que ardía en su ser. En una ocasión que pudo hablar con Nanuma le dijo: - Tú eres el que derrotará al ejército de los invasores, y cuando regreses victorioso, yo seré tu recompensa.-¿Y si fallo?- preguntó el guerrero. - Iré a llorar sobre tu sepulcro y sembraré en tu yácata las más hermosas flores de nuestros campos.Esta idea hizo temblar a Nanuma . - No te preocupes entonces que yo lucharé hasta morir.- No nos rendiremos, porque somos más grandes y fuertes, ¿No nos han protegido los dioses siempre? ¿No vencimos con ingenio las dos veces que los mexicanos quisieron conquistar este país? ¿No es verdad acaso que Curicaueri al principio de los tiempos hizo al hombre de barro, más éste se desbarató al entrar al agua, no lo reconstruyó entonces de ceniza pero queriendo que tuviera más consistencia, no formó a nuestros hombres de metal? ¿No son tus guerreros de metal, Nanuma? ¿No se convertirán en mujercitas al enfrentar a los invasores? No tengas piedad entonces Nanuma cuando estés allá en el campo de batalla, pues sé que eres tú el más valiente de los guerreros y llevarás a nuestro ejército a triunfar sobre los invasores y resguardar la grandeza de nuestro imperio. Una mañana marcharon las tropas del ejercito michoacano por as calles de Tzintzúntzan, a la vista de Tzimtzicha quien estaba inquieto por el resultado de la guerra que aquel ejército estaba a


punto de iniciar. Hernán Cortés envió a su ejército a encontrarlos comandado por su más valiente capitán Cristóbal de Olid. La guerra se desencadenó en la ciudad de Taximora que había sido tomada por el ejército tarasco, quienes caían valientemente frente al hierro del enemigo. Aquellos que no se sacrificaban en la lucha desigual quedaron mudos de espanto al oír los disparos de los españoles y emprendieron una vergonzosa fuga para lograr su salvación. Nanuma y otros nobles fueron los mensajeros de la vergonzosa derrota. Eréndira decepcionada se volvió sin evitar que dos lágrimas se derramaran sobre sus mejillas. En vano quiso Nanuma hablar con Eréndira, - Dime entonces ¿Qué debía hacer? – - ¡Morir!, los españoles te ensañarán pronto el oficio de los hombres que no saben morir por su patria.Timas habló entonces a los hombres que lo rodeaban, y aquellos que estaban decididos a defender su patria hasta la muerte, juraron hacerlo y armándose de hondas y flechas fueron al templo, a las mujeres y a los niños se les ordenó huir a los montes, mientras tanto ellos esperaban la venida de los invasores. Cristóbal de Olid y su ejército entraron a la ciudad, mientras de un millar de hombres comandados por Timas esperaban en el templo, Tzimtzicha se había rendido ya ante Olid cuando el grito de guerra se oyó en toda la ciudad. Heroicamente lucharon Timas y los defensores del templo, más el enemigo era por varios miles más numeroso. Cristóbal de Olid envió al combate a todas sus huestes que barrieron con todo lo que quedaba de los purépechas, algunos lograron escapar huyendo hacia el monte. El ejército de Cristóbal de Olid revisaba los cuerpos buscando los cadáveres de los españoles. El manto de la oscuridad se fue disipando hasta la llegada de la luz, que dejaba ver la ruina. El suelo estaba tapizado de muertos en su mayoría de purépechas, junto con mexicanos y tlaxcaltecas que venían con los españoles y los cadáveres de estos últimos ; había llegado el ocaso de una de las culturas más grandes de América , tras la muerte valiente de los michoacanos. Quizás en algún futuro, los descendientes de aquellos valientes hombres conocerían la razón por la que perdieron la vida por un pedazo de tierra donde vivían libres, quizás sabrían de la grandeza de Michoacán.



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