EL ORIGEN DE LA VIDA

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esas sustancias y las del propio coacervado. Por consiguiente, el coacervado iba creciendo. Mas, junto a estos procesos de síntesis, en la gota se producían también procesos de descomposición, de desintegración de la sustancia. Es decir, que la rapidez de uno y otro proceso estaba determinada por la concordancia entre las condiciones del medio externo (temperatura, presión, acidez, etc.) y la organización físico-química interna de la gota. Pues bien, la correlación entre la velocidad de los procesos de síntesis y de desintegración no podía ser indiferente para el destino ulterior de nuestra forma coloidal. En efecto, podía ser útil o perjudicial, podía influir en forma positiva o negativa en la existencia misma de nuestra gota e incluso en la posibilidad de su aparición. Sólo pudieron subsistir durante un tiempo más o menos prolongado los coacervados que poseían cierta estabilidad dinámica, aquellos en los que la velocidad de los procesos de síntesis predominaba sobre la de los procesos de desintegración, o por lo menos se equilibraba con ella. Al revés sucedía con las gotas cuyas modificaciones químicas tendían fundamentalmente en las condiciones concretas del medio circundante hacia la desintegración, es decir, que estaban condenadas a desaparecer más o menos pronto o ni siquiera alcanzaban a formarse. De todas maneras, su historia individual se detenía relativamente pronto, razón por la cual ya no podrían desempeñar un papel importante en la evolución ulterior de la sustancia orgánica. Esta función sólo podrían realizarla las formas coloidales dotadas de estabilidad dinámica. Cualquier pérdida de esta estabilidad llevaba a la muerte rápida y a la destrucción de tan “desafortunadas” formas orgánicas. Consecuentemente, esas gotas mal organizadas se desintegraban, y las sustancias orgánicas que contenían volvían a dispersarse por la solución y se integraban a ese sustento general del que se alimentaban las gotas coacerváticas más “afortunadas”, mejor organizadas. Además, aquellas gotas en las que la síntesis predominó sobre la desintegración, no sólo debieron conservarse, sino también aumentaron de volumen y de peso, es decir, crecieron. Así fue como se produjo un aumento gradual de proporciones de aquellas gotas que tenían justamente la organización más perfecta para las condiciones de existencia dadas. Pues bien, cada una de esas gotas, al crecer sólo por influencia de causas puramente mecánicas debieron dividirse en diferentes partes, en varios trozos. Las gotas “hijas” formadas de este modo tenían casi igual organización físico-química que el coacervado del cual procedían. Pero desde el momento de la división, cada una de ellas tendría que continuar su camino, en cada una de ellas tendrían que comenzar a verificarse modificaciones propias que harían mayores o menores sus posibilidades de subsistir. Se entiende, pues, que todo esto sólo pudo suceder en los coacervados cuya organización individual, en esas condiciones concretas del medio externo les procuraba estabilidad dinámica. Tales coacervados eran los únicos que podían subsistir un tiempo largo, crecer y subdividirse en

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