SANTIAGUEÑOS EN MALVINAS

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Santiagueños en Malvinas

Capítulo XIII

de ese Regimiento con la intención de “bajar” al primer avión enemigo que apareciera. Era un misil SAM de origen ruso pero con las inscripciones del Ejercito Peruano que tiene por finalidad seguir el calor que emana el avión hasta alcanzarlo y destruirlo. Luego de recibir una rápida instrucción lo posesionamos en una de las alturas y los cuadros hacíamos turnos a la espera del enemigo. Solo lo dejábamos en poder de los Infantes cuando íbamos a realizar nuestras tareas de Ingenieros. Desgraciadamente, según nos contaron, ante un nuevo ataque accionaron el disparo pero no salió el misil, posiblemente por falta de mantenimiento, ya que ese tipo de armamento sofisticado requiere de un cuidado especial y en el lugar en donde estábamos no poseíamos los medios adecuados. Pero volviendo a la tarea principal en la que estábamos abocados, la instalación de obstáculos minados, cada vez se nos hacia mas dificultoso como consecuencia del accionar constante del enemigo que nos bombardeaba apenas veían una formación típica de trabajo para ese tipo de tareas. Las lluvias permanentes que anegaban el terreno, nos complicaba el transporte de los materiales ya que por su peso, nos hundíamos al caminar en la turba húmeda. Recuerdo el primer día que nos bombardearon durante la ejecución de los trabajos: Era aproximadamente las 10.00 horas de una mañana lluviosa. La primera salva de 5 proyectiles cayó cerca del camino y a 500 metros de nosotros. La segunda salva a 100 metros. A pesar de ello, seguíamos adelante con nuestra tarea, pero al sentir el estampido de boca de los cañones y los silbidos característicos ante su aproximación, ordené “cuerpo a tierra” y al instante comenzaron a caer sobre nosotros. No podíamos hacer nada, estábamos a la intemperie, sin pozos y sin refugios próximos, rogando no ser alcanzado. En un momento levanté la cabeza y vi al Cabo Primero Vera y dos soldados de su grupo “volar” a 3 o 4 metros de altura a consecuencia de la onda expansiva. Apenas cayó el último proyectil ordené el repliegue del personal dejando el material en el terreno. A la tarde volvimos, pero poco pudimos hacer puesto que nos volvieron a bombardear. Lo mismo pasó los días siguientes. Trabajábamos lo más rápido posible hasta que sentíamos los estampidos y nos replegábamos rápidamente para no ser alcanzados. Cierto día dividí la sección en dos grupos dejando a cargo de los Sargentos Insaurralde y Tolaba, la finalización de la construcción de los campos minados antipersonales, mientras yo me encargue de los antitanque. La situación adversa nos obligó a imaginar otras alternativas de trabajo que nos permitiera cumplir con la misión. Al Sargento Insaurralde se le ocurrió que en lugar de enterrar las minas en forma reglamentaria, hacerlo mediante - 223 -


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