Klossowski -Nietzsche y El Circulo Vicioso

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felicidad como durante esa época, la más mórbida y dolorosa de mi vida: no hay más que ver la Aurora y El viajero y su sombra para comprender lo que fue ese ‘Retorno a mí’: la forma suprema de la curación misma...” (“Por qué escribo tan buenos libros”, Ecce Homo, IV) La ruptura con Wagner y sus posibles efectos fueron interpretados, especialmente por Lou Salomé, como iluminación de sus perplejidades posteriores. Si en ese momento se rompió un equilibrio provisorio, probablemente se trataba del esbozo tardío del esquema edípico, al haber entrado en contacto con la falsa paternidad wagneriana, padecida y aceptada por Nietzsche: la conquista de la Madre, bajo los rasgos de la prestigiosa Cósima –propósito no obstante censurado, aplazado y sepultado en los repliegues del corazón nietzscheano, disimulado bajo la apariencia de una retirada victoriosa: como fantasma paterno, Wagner, abatido. Ciertas declaraciones suyas no dejan de traslucir sospechas, confirmadas tres años después de la muerte de Wagner por las últimas palabras de Nietzsche: Ariadna, te amo. (Pero ésas son reconstrucciones a posteriori, y sólo en ese contexto es válido el intercambio del vocablo Ariadna por el de Cósima, en un momento en que esos dos nombres van a recubrir simplemente un único objeto, apto para satisfacer cierto humor libidinal –mientras que Nietzsche, como tal, ya no existe.) Que el propósito de conquistar a la Madre bajo los rasgos de Cósima resultase abortado y sepultado, da cuenta del predominio del primer esquema esbozado por el mismo Nietzsche: muerto como su padre, todavía vivo como su madre (y envejeciendo) –lo que hace pensar que dicho esquema no le dejaba otra elección que interpretar la coerción fundamental. La intención de retomar esa reconstrucción de su doble origen (decadencia y elevación), aunando en principio esas dos tendencias; de proyectarse a sí mismo en sus amigos mediante ese esfuerzo, para chocar luego con la resistencia de los que habían sido sus condiscípulos más estimados –especialmente Ronde–, es lo que inicialmente lo condujo a buscar apoyo en las parejas, primero en Overbeck y su mujer, luego en esa pareja “de aventureros”, constituida por Paúl Rée y Lou Salomé. Por cierto, los Overbeck, de quienes es huésped en varias ocasiones, con quienes convivió durante mucho tiempo por su orientación intelectual y las solicitudes morales y materiales de las que lo rodean, son interlocutores con frecuencia desarmados por las confidencias que les hace –especialmente, cuando esas confidencias conciernen a la otra pareja, Lou y Rée, 183


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