NAYAGUA 30

Page 150

150

mis mejillas. / El tiempo ha transcurrido, y la quietud nos ronda. / Soy lenta melodía, imborrable escritura» («Transcurrir», p. 58). Estamos ante una poesía depurada, traída por su esencia, una poesía entre el gozo y la búsqueda, entre Dios y el tiempo, entre la poeta y la materia. Entre la mística y la ascética. Pero siempre, siempre con una serena alegría, entre las cosas, afán de trocar por alegría la desdicha. De levantar la mirada a las estrellas: «Abrazo este pesar, inexplicable lucha /que arrastramos a medias; tú, con tu fortaleza; / yo con mi frágil tienda a las espaldas» («Los salmos han perdido su voz de sinagoga», p. 31). Y en el poema «Mar violeta» (p. 37), así como en las siguientes citas, la voz poética se levanta para admirar el mundo y sus bondades, para afirmarse en el gozo continuo de la vida: «No quiero ser tortura, negaciones y llanto; / … ¿Quién podrá comprender la permanente dicha, / el beso singular de la cosmogonía?», o «… y en la lluvia de pétalos, veremos / el continuo fluir del Universo» («Cuerpo de antorcha», p. 27). «Por eso he mantenido temblorosa la ofrenda: / acrécela, si puedes, tibios aún los ojos» («Despedida», p. 28). «Mientras no sucumbimos, cumple al cielo, / prepara los manteles para el ágape, / reza conmigo el canto apasionado / a tanto pormenor que Dios ofrece» («Meditación y canto», p. 36). Y de lo agrario al mundo. Hay tres poemas dedicados a Nueva York, concretamente a Manhattan y Harlem: «Duerme Manhattan como una novia adúltera; …¡Oh Manhattan!, estructura sin lágrimas, / reclama los azules, hunde los vertederos, / y devuelve sonrisas con vino adolescente, / como si fueras virgen todavía, / desde tu mueca joven de muchacha» («Manhattan», p. 48). En cada uno de estos poemas, la visión personifica y refleja un ambiente y una forma de vida, aquello humano sobre lo que Dionisia apoya atención, amor e interés, ahora en forma de muchacha y muchacho: «La túnica de napa / era como un zapato interminable / exhibido en un pub de Oxford Street / por la muchacha rubia / que llenaba las copas… Miradas se agolparon, / cubriendo su vestido; / después fueron las manos / agresivas y torpes… Se apagaron las luces, / la música cesó, / y, envuelta entre sollozos, / la muchacha escondía / el cerco de su imagen» («A los compases del country», p. 51). «Aquel muchacho en Harlem, me besaba: / sus lágrimas tiznadas rociaron mi frente, / y el opio de la luz atardecida / nos condujo, rehenes y vasallos, / por la ciudad sin gesto… Harlem es una mueca, / un suspiro que fluye interminable, / y traza sus fronteras de llanto iluminado/ por antorchas de humo…» («Muros de Harlem», p. 72). Dionisia García pinta, muestra, no se implica y mucho menos se deja atrapar por sentimientos que prefiere dejar indefinidos y libres, para que cada lector pueda seguir o no seguir un cauce trazado por el que, quizás, otros hayan también transitado y evoquen parecidos emoción o desconcierto al leer

07nayagua30_resenas+escaparate.indd 150

15/7/19 17:38


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.