NAYAGUA n.º 27

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En Las naciones hechizadas, Viviana Paletta también dedica un poema al gas mostaza, una de las armas de destrucción masiva más crueles que ideara el siglo xx. Se titula «Aire» y llega encabezado de una espeluznante cita de Winston Churchill, tomada de los años de la Gran Guerra: «... no entiendo la repugnancia sobre el uso del gas. / Estoy muy a favor del uso del gas contra tribus incivilizadas». Se suele decir que somos una generación con suerte. Las guerras nos han tocado de lejos, no hemos tenido que combatir. La guerra, para nosotros, es el espectáculo cotidiano que vemos y leemos y consumimos. Así hemos vivido y conocido la guerra de la antigua Yugoslavia, la guerra en Afganistán, las guerras de irak, la guerra civil en Siria y tantas más. Son el pan de cada día de nuestros desayunos, y de esa vivencia de la guerra como espectáculo mediático habla, también, este libro de Viviana Paletta. Pero ella tiene sus guerras cercanas: esa guerra sucia del terrorismo de Estado que vivió en la Argentina de su infancia y esta guerra civil que acabó en 1939, en su país de adopción, pero que sigue supurando desde las fosas comunes que colman el territorio español. El penúltimo poema de Las naciones hechizadas, «Carne de toro», nos devuelve a la atroz matanza perpetrada por el ejército de Franco en la plaza de toros de Badajoz, y que se llegó a conocer, en todo su espanto, gracias sobre todo al periodista portugués Mario Neves, al que cita Viviana en un epígrafe. Guerra sucia, guerra civil española: no son más que incidentes atroces en una sucesión de guerras que no termina y no terminará, porque «cada tiempo quema sus hombres y sus libros». Quisiera cerrar esta breve presentación recordando a un intelectual que llegó a la misma conclusión que Viviana. Se llamaba Bernard Knox y a mediados de los años treinta era un joven estudiante de lenguas clásicas de Cambridge. En septiembre de 1936, se encontró con su buen amigo, el jovencísimo y brillante poeta John Cornford, que acababa de regresar a inglaterra tras ser hospitalizado mientras luchaba por la República española en el frente de Aragón. Había llegado a su país en busca de reclutas y regresaría a España con Knox y con el novelista John Sommerfield. Después de semanas apresuradas de una instrucción más que precaria en Albacete, viajaron los tres a Madrid como parte de la primera Brigada internacional que llegó a la capital un día después del ataque de Franco, es decir, el 7 de noviembre de 1936. Durante las semanas siguientes, su Batallón Comuna de París fue encargado de la defensa de la Facultad de Filosofía y Letras en la Ciudad Universitaria, el edificio en el cual, décadas después, Viviana Paletta estudiaría durante cuatro años como alumna de Filología. Los tres ingleses fueron enviados


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