Revista 39, Soberanía Alimentaria.

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Artículo publicado originalmente en Arc 2020

Amasando la realidad Vassilis Gkisakis

Ni neoludismo ni agricultura corporativa

La encrucijada del reto tecnológico en la agroecología

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Puede la alta tecnología salvar a la agricultura de sus aparentemente irresolubles problemas? Desde luego, las partes interesadas quieren que así lo parezca, a medida que la digitalización aumenta tanto en el campo como en las políticas, los documentos normativos y en los planes de futuro del sector. Las soluciones tecnológicas se promueven como necesarias e inevitables, y se publicitan sin complejos como la innovación definitiva para la modernización de la agricultura. Con miras a aumentar la productividad, reducir los costes y, sobre todo, lograr la sostenibilidad medioambiental, la tecnología agrícola (AgTech) es una parte esencial de la respuesta. A esta moda no le faltan nombres atractivos, como agricultura inteligente, de precisión o agricultura digital. Sin embargo, su esencia es la misma: un enfoque tecnocéntrico, que incluye desde la mecanización gradual hasta la gestión agrícola respaldada por procedimientos algorítmicos basados en datos y herramientas sofisticadas, como computación en la nube, programas informáticos especializados, drones y el internet de las cosas. La agroindustria y los responsables políticos están muy implicados en esta nueva era digital: las grandes fusiones de compañías agrícolas, como Bayer y Monsanto, desarrollan un sólido programa simultáneo de ciencia de datos (data science) y política de mercado en el ámbito agrícola, comprando empresas más pequeñas que se especializan únicamente en la gestión de datos relacionados con el suelo, el riego, el tiempo atmosférico y el clima, como hizo Monsanto con la start-up Climate Corp. Una nueva combinación de actores empresariales más pequeños, ambiciosos y a menudo oportunistas, se incorpora al

sector agrícola con multitud de promesas sobre soluciones digitales para cuestiones agrícolas y medioambientales decisivas. Las políticas de economía de datos, tanto de la UE como globales, respaldan estos esfuerzos al facilitar la creación de un ecosistema de mercado formado por corporaciones, investigadores, desarrolladores y proveedores de infraestructura, con el fin de garantizar que de los datos se pueda extraer un valor, así como facilitar el crecimiento de un nuevo sector económico. Por supuesto, este novedoso negocio muestra un genuino enfoque neoliberal y una clara orientación al mercado para generar beneficio económico y oportunidades de emprendimiento en nuevos ámbitos. Pero, antes de evaluar la eficacia de estas soluciones, deberíamos identificar los problemas ampliamente documentados del sistema moderno de producción de alimentos. Lo que dan por sentado tanto los expertos como instituciones internacionales como la FAO es que la lucha contra la escasez de recursos, la reducción de la contaminación del suelo y el agua, las emisiones de gases de efecto invernadero y la pérdida de especies y hábitats son cuestiones importantes que deben gestionarse con rapidez. Es innegable que un cambio mundial como este requiere el desarrollo de sistemas agrícolas mucho más sostenibles, que no dependan tanto de los altos insumos sintéticos y los combustibles fósiles, y que se caractericen por un uso eficiente de los recursos, un menor impacto ambiental y, por último, resiliencia climática, a fin de producir alimentos suficientes y saludables. Entonces, ¿pueden estas innovaciones digitales y (bio)tecnológicas realmente cumplir estos

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