Revista 39, Soberanía Alimentaria.

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En pie de espiga Gerardo Moreno Marcos

Ganadería extensiva y emisiones de gases de efecto invernadero Como respuesta a los retos ambientales que afrontamos, han surgido numerosas voces en contra del consumo de carne y de las explotaciones ganaderas, acusadas de su alta huella ecológica, y muy especialmente de ser responsables en buena medida de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). En este artículo se discute sobre cuánto de verdad hay en estas afirmaciones y en qué medida depende del tipo de ganadería.

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n conjunto, la producción de alimentos supone más del 20 % de las emisiones mundiales de GEI, superando el 25 % si consideramos la cadena alimentaria completa. Las estimaciones más recientes de la FAO sitúan en un 14,5 % el peso de los productos de origen animal en las emisiones de GEI a escala global.1 Entre los GEI destaca el dióxido de carbono (CO2) procedente fundamentalmente de la combustión de gas natural, carbón, petróleo y derivados en procesos industriales, transporte y uso doméstico, una parte de los cuales tiene que ver con la producción de alimentos. El CO2 se emite también hacia la atmósfera con la tala y quema de bosques y la desecación de humedales, realizadas mayoritariamente para conseguir nuevas tierras de cultivo. También el laboreo del suelo favorece la liberación de grandes cantidades CO2, al acelerar la descomposición de la materia orgánica. El metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), son GEI con mayor potencial de calentamiento de la atmósfera que el CO2, y son emitidos en gran medida por actividades agrícolas y ganaderas. Los cultivos de regadío (especialmente arroz), la digestión entérica del ganado vacuno, ovino y caprino (rumiantes), y la gestión de purines en la industria del porcino son

1. Pierre J. Gerber et al., Enfrentando el cambio climático a través de la ganadería. Una evaluación global de las emisiones y oportunidades de mitigación. (Roma: FAO, 2013)

tres fuentes de metano en la atmósfera de gran relevancia en la actualidad. El uso masivo de fertilizantes nitrogenados, especialmente en cultivos intensivos de regadío (muchos dedicados a la producción de piensos y forrajes), y el manejo de los estiércoles en granjas intensivas son las fuentes principales de óxido nitroso. Además, las críticas a la ganadería se extienden a la gran proporción de tierras que se utilizan para alimentar el ganado (70 % de las tierras agrícolas, según la FAO) y al elevado consumo de agua (en promedio 5000 l de agua / kg ternera). Sin embargo, estas conclusiones y tendencias se basan en análisis de datos globales que ocultan la realidad de modelos de producción animal, muy diferentes en cuanto a sus impactos y potenciales beneficios.

Ganadería intensiva vs. extensiva Sorprendentemente, varios estudios recientes,2,3 concluyen que la ganadería intensiva, alimentada con forrajes y piensos, es mucho más eficiente que la ganadería extensiva, alimentada por aprovechamiento de los pastos naturales. Se

2. Joseph Poore y Thomas Nemecek, «Reducing food’s environmental impacts through producers and consumers». Science 360 (2018): 987-992. 3. Andrew Balmford et al., «The environmental costs and benefits of high-yield farming». Nature sustainability 1 (2018): 477.

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