REVISTA PRENSA ENERGETICA FEBRERO / MARZO 2012

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en la década anterior, sobre todo en el área de los servicios públicos y la infraestructura. El repago de las inversiones (tarifas) que habían realizado (en divisas extranjeras) se “pesificó” desde comienzos de 2002 a una tasa de “uno a uno” mientras se devaluaba la moneda y se la dejaba flotar a una tasa cercana a “tres a uno”; luego se congelaron en pesos esos pagos hasta casi el día de hoy; sobre todo en gas y electricidad. Así también se desconocieron garantías otorgadas y se impusieron retenciones (que expresamente se habían eliminado en el marco legal de desregulación petrolera) sobre las exportaciones del mismo y derivados. Difícilmente podemos pedirles ahora a esas empresas que vuelan a invertir. En segundo lugar, el desconocimiento del pago de los créditos internacionales (el “default” tan aplaudido y hasta hoy no solucionado totalmente) dificulta en gran medida recurrir a los mercados extranjeros para obtener nuevos préstamos en divisas. Teniendo estas cuestiones en mente puede verse que el déficit energé-

tico está acarreando problemas de cuentas macroeconómicas que prefiguran un escenario cuyo desenlace ya es conocido en la Argentina por haberse presentado varias veces en su historia. Ese escenario esta caracterizado por: a) Presión sobre el tipo de cambio (al que el Gobierno trata de mantener congelado, para que no incida en la tasa de inflación, por medio de intervenciones arbitrarias en los mercados, prohibición de compras de divisas, control de importaciones, etc.) b) Expectativas inflacionarias crecientes, alimentadas por la emisión monetaria sin respaldo para cubrir el déficit fiscal (otro de los objetivos perseguidos con la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central). c) Carencia de inversión del sector privado e imposibilidad del sector público de realizarla. d) Grandes distorsiones de los precios relativos. ¿Se puede corregir este estado de cosas, al menos en el sector energético? Hay especialistas que opinan que ya es muy tarde y que no existen medidas prácticas que puedan implementarse a tiempo para solucionar el déficit energético (importaciones crecientes), el que terminará por quebrar la cadena de pagos, primero dentro del mismo sector y que luego arrastrará el resto de la economía. Mi opinión es, por el contrario, que hay medidas que todavía pueden ser instrumentadas. La primera de ellas, parcialmente intentada por el Gobier-

no, es alinear definitivamente los precios de los energéticos con los costos económicos eliminando los subsidios generalizados y reemplazarlo por un sistema de subsidios a las personas que lo soliciten y que ameriten su necesidad. El aumento de precios disminuirá la demanda y por ende las necesidades de importación, además disminuirá simultáneamente los costos. La segunda, es alinear el precio del gas producido localmente con el gas importado (LNG). El temor del Gobierno en este caso es que se produzca una transferencia de fondos a los productores de hidrocarburos (gas especialmente) y que de cualquier manera éstos no hagan las inversiones de desarrollo de nuevas reservas. Ese temor es infundado si lo que se libera es el precio de contratos de largo plazo (parcialmente intentado con poco éxito en el programa Gas Plus que debería abandonarse) . La necesidad de un único mercado nos lleva a la tercera medida; ésta es que los mercados mayoristas, eléctrico y de gas, deban organizarse en base a contratos bilaterales de largo plazo a precios libres, entre consumidores y productores, abandonando la organización en base al “pool” conocido también como mercado “spot” en el sector eléctrico. La cuarta medida sería permitir la libre importación del LNG y hacer trabajar las facilidades portuarias de descarga en base al sistema de “open access” y ponerlas al servicio de todo el mercado. La quinta medida, eliminar las retenciones a las exportaciones de hidrocarburos. La instrumentación de este conjunto de medidas no es simple pero tampoco imposible y, a mi criterio, el gobierno debería tratar de hacerlo, ya que siempre será mejor intentar una solución antes que persistir en un esquema que tan pobres resultados ha mostrado hasta el presente y que amenaza con llevarlos a una crisis total

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